Mercedes Ávila

Interrogar el sentido común permite evitar sus enredos, más aún sabiendo que no hay sentido común. A partir de la pregunta sobre el acto analítico y su relación con el deseo del analista, se generó un efecto en cadena. La pregunta sobre qué es el acto analítico inevitablemente lleva a preguntar qué es un analista y qué es el análisis.
Lacan señaló por qué es necesario el acto psicoanalítico y qué es lo que produce; y qué lo distingue del acto –a secas–. Es que el acto analítico no se trata de un concepto que pueda ser definido bajo una fórmula, se trata de hacer, de un hacer del que cada psicoanalista debe hacerse cargo en forma solitaria como solitario es el psicoanálisis.
Ahora bien, el psicoanálisis se distingue radicalmente de cualquier otra práctica terapéutica por ese acto, que implica una ética. De ese acto sólo pueden establecerse coordenadas, pues no puede reducirse a una fórmula universal. El acto psicoanalítico es un horizonte más una contingencia. El horizonte es formulable y universalizable pero el acto psicoanalítico no es sólo ese horizonte. Reúne características que a primera vista se creerían contradictorias: es universal y necesario en tanto de todo análisis, para que sea tal, se espera un acto psicoanalítico y un psicoanalista; pero está abierto al encuentro con la contingencia de cada caso en su singularidad absoluta.
Lacan, en sus Reseñas de enseñanza, al hablar sobre el acto analítico, dice lo siguiente: “El acto psicoanalítico lo vamos a suponer a partir del momento selectivo en que se pasa de psicoanalizante a psicoanalista. Es el recurso a lo necesario de este pasaje […] lo que hace contingente cualquier otra condición.”[1]
Es importante señalar que lo contingente a lo que aquí se refiere Lacan, no es lo contingente del párrafo anterior a la cita. Lo que nos interesa es que hay un contingente necesario, pero necesario como contingente, es decir ni formulable ni universalizable.
Entonces, primer punto:
El acto psicoanalítico funda un psicoanalista. Inevitablemente se dirige a la creación de un psicoanalista.
La consulta por un análisis se asemeja al encuentro con las palabras escritas en la puerta del infierno como las relatara Dante en la Divina Commedia: “Lasciate ogni speranza, voi ch’intrate”[2] , pues es necesario abandonar toda esperanza de cura –que no la hay– y estar dispuesto a continuar el camino hasta el final.
En la orientación lacaniana la entrada en análisis se hace contemplando la salida, es decir que en todo análisis el horizonte es que de allí saliera un psicoanalista. Podríamos afirmar entonces, al mismo tiempo, que no hay análisis didáctico y que todo análisis es didáctico.
El psicoanalista da lugar al psicoanalizante, como menciona Miller en Donc: “es la envoltura de la nada.”[3] El psicoanalista en el acto psicoanalítico no es sujeto, es objeto, pero además objeto causa. Ocupa el lugar de a, juega seriamente a ser a. Lacan dice en sus Reseñas: “Se hace producir de objeto a, con objeto a”[4] , ¿qué quiere decir esto? Que se presta a un juego en el cual sabe que va a caer, y está dispuesto a hacerlo. Es un héroe, según palabras de Miller, porque sabe cómo ha de terminar la historia, y cómo ha de terminar él: como menos que nada. Es un héroe-antihéroe, porque al final en vez del brillo sabe que está el desecho.
Es que cuando hay acto analítico, cae el sujeto.
Segundo punto:
El acto psicoanalítico funde un sujeto, lo destituye, lo hace desaparecer. En realidad funde dos, porque el psicoanalista como sujeto tiene que haber desaparecido para permitir la fundición del otro (con minúscula y mayúscula.)
Se relaciona con el sujeto supuesto al saber, pero precisamente con su falla. El analista se convierte en señuelo, y paga con su persona, su ser. La posición del analista está regida por la ética psicoanalítica, ética que rompe con el hábito y lo aleja del ideal, la moral y lo universal. En este punto encontramos el deseo.
El deseo del analista tiene una relación necesaria con el acto analítico, no hay uno sin el otro. Pero es imprescindible distinguir el deseo del analista del deseo de ser analista como lo menciona Aníbal Leserre en sus testimonios del pase: uno funciona como operador del psicoanálisis, interroga el deseo del Otro; el deseo de ser, en cambio se refiere a la subjetividad.
El deseo del analista es lo que permite ir más allá de los efectos terapéuticos. Cuando se consiente la entrada en análisis, un germen de psicoanalista se funda en el analizante.
Si entendemos que el deseo sigue un camino enceguecido, sin reconocer el camino de la pulsión, sino velándolo, el deseo del analista es lo que permite que se ese desconocimiento caiga.
¿Qué es el acto psicoanalítico?
No es un acto cualquiera, es un acto que funda un psicoanalista. Es una apuesta y, tal como lo afirmara Pascal, es una apuesta en la que lo apostado se considera perdido. No hay garantías de que se pudiera obtener una ganancia en cuanto a efectos, pero el solo hecho de ir hacia él genera algo que en sí es una ganancia, en la apuesta nace el analista.
Una pregunta que siempre ronda el acto analítico es cómo es posible que el analizante quiera –una vez concluido su análisis– retomar la posición del analista luego de ver cómo cae y pierde su brillo. La respuesta es simple: en donde hubo un psicoanalista adviene la causa psicoanalítica. Eso es el pase.
Buenos Aires, 2011
Presentado en las XX Jornadas Anuales de Carteles de la EOL
Publicado en Hacer con la locura, Buenos Aires, EDULP , 2012
Notas:
[1] Jacques Lacan: Reseñas de enseñanza, Buenos Aires, Manantial, 2006, página 47.
[2] Dante Alighieri: La divina commedia, Milano, Mondadori, 1985, página 20.
[3] Jacques-Alain Miller (2011): Donc, Buenos Aires, Paidós, 2011, página 304.
[4] Jacques Lacan: Reseñas de enseñanza, Buenos Aires, Manantial, 2006, página 52.
Bibliografía:
- Lacan, Jacques: Reseñas de enseñanza, Buenos Aires, Manantial, 2000.
- Miller, Jacques-Alain (2011): Donc, La lógica de la cura, Buenos Aires, Paidós, 2011.
- Leserre, Aníbal (2000): Serie de los AE n° 1, Colección Orientación Lacaniana, Documentos del dispositivo del pase, Buenos Aires, EOL, 2000.
Fuente:
Letras- Poesía – Psicoanálisis