Joker o elogio del abstenerse en siete pasos

Mercedes Ávila
Sebastián Digirónimo

 

  1. Los hombres conocemos las tentaciones, y ellas son para nosotros un problema. Pero luego se añade a él un problema más, que son las medias tintas. Si vamos a ceder a la tentación, mejor hacerlo bien y llevar las cosas hasta el extremo. El paradigma de ello es Eva. Su error, en el jardín del Edén, no fue morder el fruto prohibido y ceder así a la tentación, el error fue quedarse a mitad de camino y no atreverse a comer todos los frutos que el árbol ostentaba en sus vivas ramas. De ese modo, todo saber está siempre al servicio del no querer saber nada.

  2. Hay una tentación que siempre pone a prueba a los psicoanalistas y, como Eva, a ella sucumben y lo hacen a medias tintas. Darle un mordisco a un fruto del árbol de la vida no es sinónimo de sabiduría, y el engaño nos aleja de la ignorancia sabia. Con la película Joker, sin embargo, la cosa va más allá de los que se dicen psicoanalistas y ocurre con casi todos los espectadores. La película, distinta en ello a la mayor parte de las películas que se producen al mismo tiempo que esta (nótese el producen, completamente distinto del crean), genera un efecto automático que no ha sido leído por la mayor parte de los psicoanalistas por sucumbir ellos mismos a ese efecto: genera una irrefrenable voluntad interpretativa. Y la interpretación no es sinónimo sin más de sabiduría, y mucho menos su carácter ilimitado, que nos aleja irremediablemente de la ignorancia sabia que alguien que se dice psicoanalista debería sostener en acto.

Ocurre que, al ceder a la tentación de la interpretación irrefrenable, se hace imposible la buena pregunta, que tiene como objeto a esa misma interpretación: ¿por qué ocurre ese irrefrenable impulso por comentar la película, por explicársela uno mismo, con las herramientas que cada uno tuviera? Es una observación que cada cual puede hacer con facilidad, basta detenerse en el lugar adecuado para oír lo que los espectadores dicen al salir de la sala del cine. No pueden dejar de interpretar la película y a su protagonista. Y si no quiere uno tomarse el trabajo de ir hasta el cine más cercano, le basta entrar a cualquiera de las redes sociales actuales para descubrir el mismo efecto. Al parecer, el espectador de la película, después de verla, no puede callarse.

  1. Es claro que la película genera, casi espontáneamente, una identificación entre el espectador y el protagonista. Se pueden tratar de entender las características específicas de esa identificación, pero, en primera instancia, nos interesaría más su destino que sus características. Dónde esa identificación va a parar.

El consumidor consumido actual se identifica necesariamente con el protagonista porque el escenario que genera el discurso capitalista ubicuo es el mundo gozosamente hostil que enloquece al protagonista de la película. Uno de los destinos de esa identificación es, por eso mismo, el rechazo, porque no rechazarla empujaría sin transición a poner en entredicho el mismo discurso capitalista, y el consumidor consumido promedio no se atreve a ello por una falta ética que nada tiene que ver con las estructuras clínicas. Una forma de ejercer ese rechazo es la sobreinterpretación, la interpretación sin límites ante la cual claudicaron muchos de los que se dicen psicoanalistas haciendo una lectura psicopatológica forzada del personaje protagonista de la película. Pero también hay otras formas. Pero conviene concentrarse en el motivo del rechazo, que es, repetimos, que la subjetividad, empujada por el discurso capitalista a ultranza y ubicuo, está siempre al borde de la producción de un Joker en cada uno de nosotros mismos, y en ello nada importa la estructura clínica (la lectura psicopatológica del personaje es sólo una forma de defensa ante esto).

  1. No es lo mismo usar una obra de arte para explicar un poco mejor las complicaciones del encuentro entre la carne y el lenguaje que abusar de ella forzándola, deformándola, reduciéndola a la chatura de algunas ideas o conceptos que, además, la mayor parte de las veces, también están deformados y forzados por la chatura de un intérprete que, en términos llanos, “no se la aguanta”. Hay que evitar ser el intérprete precoz que eyacula a lo loco sus interpretaciones.

Hay una tentación que siempre pone a prueba a los psicoanalistas, y esta tentación se manifiesta especialmente alrededor de las artes: es la tentación de la interpretación. Y por ella hay infinitas interpretaciones de libros, películas, fotografías, pinturas, esculturas y cualesquiera manifestaciones artísticas. Creen seguir siempre las huellas de Freud y de Lacan, y casi siempre empiezan sus exégesis afirmando que “el artista nos precede”. Pero la interpretación tiene un límite. La interpretación habla siempre más del intérprete que de la obra, sobre todo cuando es apresurada y ayuna de toda abstinencia (y cuando está fundada en una cultura raquítica roza los bordes de lo grotesco).

Los psicoanalistas deberían ser los primeros en saber que la interpretación es siempre del lector, y fueron, sin embargo (y lo siguen siendo), los primeros en creer que la interpretación es del psicoanalista y no del analizante. Y cometen ese error al mismo tiempo que repiten aquello de la humildad que el psicoanálisis debería enseñarle al psicoanalista.

La película Joker, como se sabe, dirigida por Todd Phillips y protagonizada de excelente manera por Joaquin Phoenix, es la historia del origen y nacimiento supuesto de un villano de historietas, el famoso Joker, también conocido en Argentina como “El Guasón”. La película sobresale entre el cúmulo de otras olvidables producciones (no creaciones) actuales. De entrada, es una historia bien contada, y ello la diferencia en una época que sobrevalora los efectos especiales y las escenas de acción que se alargan interminablemente hasta hacerse aburridas (todo lo contrario de aquello que buscarían en principio). Esta película, en cambio, se centra sobre todo en el cuidado narrativo y en la fuerza de la actuación, y, entre ambas cosas, convocan constantemente a la interpretación. Una pregunta buena sería por qué y desde dónde. Queda claro que conmueve al espectador de tal manera que es muy difícil resistirse a la tentación de convertirla en un mensaje, que en general se le endilga al director, al guionista (en este caso director y guionista son la misma persona), o incluso al actor. Esa tentación es extremadamente problemática, porque empuja a convertir la escritura en mensaje, y el movimiento que debería hacerse es el contrario: convertir un mensaje en escritura, que es el movimiento de un psicoanálisis.

  1. Que un psicoanálisis fuera el movimiento que va del mensaje a la escritura vuelve excesivamente problemático el hecho de que los psicoanalistas salieron en masa (psicoanalista y masa deberían excluirse) a explicar, a poner sentido, a tratar de decir algo sobre la película y, en los casos peores, a revelar las verdades recónditas que el espectador común no podría, según los criterios de esos mismos psicoanalistas, descubrir. Paradójicamente, sin embargo, esas verdades no parecen alejarse de las verdades que el espectador promedio también profiere apenas abandona la sala del cine. En suma, nadie se resiste y todos salen a explicar, a poner sentido, a tratar de decir algo, como si no soportaran quedarse en silencio con lo que han visto.

Se abren dos preguntas paralelas. En general, ¿por qué ese empuje a llenar de sentido el silencio que se produce después de la expectación? Y, en particular, ¿por qué los psicoanalistas deberían decir algo? Y no sólo sobre la película sino sobre muchas otras cosas también.

Al parecer, la época de la evaluación ubicua es también la época de la explicación irresistible y con necias pretensiones de exhaustividad.

  1. Podría pensarse, sin interpretarla, que la película Joker es, en sí misma, una interpretación, pero no es un mensaje para interpretar. Indudablemente llama a la interpretación, sí, pero interpretarla sería un error pues ella es en sí misma una interpretación. Nos señala, ciertamente, eso que no anda en cada uno de nosotros, y hace aparecer ante nuestros ojos el Joker posible que llevamos dentro. Nos señala nuestra incómoda comodidad en la época que nos toca en suerte y nos dice con claridad “usted se ha equivocado”.

La risa del personaje, incontenible, compulsiva y sufriente, tiene la misma forma que las interpretaciones que surgen no menos incontenibles, compulsivas y, sí, sépanlo o no, sufrientes. Justamente ha sido esa risa el objeto privilegiado de gran parte de las interpretaciones.

En medio de un naufragio, de noche, a bordo de los desbandados botes salvavidas, seguramente se oirían, de tanto en tanto, risas parecidas, y quizá también alguna que otra interpretación eyaculada por un eventual problemático intelectual de turno que no puede abstenerse.

  1. Italo Calvino, al pensar en Octavio Paz, señaló algo que nunca debería olvidarse: el verdadero intelectual, que jamás tendría que dejar de esforzarse en ser poeta, es el que nos recuerda el pasado recordable (hay también pasado olvidable) y, para lograrlo lucha contra lo cotidiano, contra lo demasiado sabido, contra el lugar común actual, contra todo lo olvidable que todavía no es pasado pero que, mucho más importante, nos impide pensar lo nuevo, que suele, además, ser análogo a lo clásico (el pasado recordable).

Sin saber abstenerse, todo ello es imposible. Y sin saber abstenerse no se puede estar a la altura de la época, como les gusta recordar llamando en causa el nombre de Lacan. O abstención o nadería, y se trata sencillamente de una elección ética.

(2020)


 


“El psicoanálisis es el heredero de los derechos humanos”

Colette Soler

“Es importante para mí hablar en un lugar así porque es un lugar de memoria y que intenta conservar la memoria de las víctimas. Entonces, siempre es algo importante en la historia, en general, y también en el psicoanálisis luchar contra el olvido. Efectivamente lo intentamos y luchamos, pero hay que decir que no es fácil”, dice Colette Soler en la entrevista exclusiva con Página 12, poco antes de viajar a Buenos Aires. “Hace unos días escuché a un historiador que dijo algo muy fuerte: ‘Enseñamos la historia, pero la historia no enseña nada puesto que las sociedades son siempre al tiempo presente’. Creo que es un deber no olvidar de generación en generación. El psicoanálisis, que apareció a principios del siglo pasado en Europa, más precisamente en Viena, es el heredero de los derechos humanos”, agrega Soler.

–Claro, porque el psicoanálisis siempre estuvo en contra de cualquier totalitarismo…

–Absolutamente. El totalitarismo hace imposible al psicoanálisis porque en el psicoanálisis recibimos la palabra  de cada sujeto, sea cualquiera su sexo, edad, estructura. Entonces, es algo que pertenece a la valoración del individuo en los derechos humanos.

–¿Cómo puede colaborar el psicoanálisis con la memoria histórica?

–El psicoanálisis opera a nivel individual y trabaja con la memoria de cada uno. Hay que decir que entre la memoria de cada uno y la memoria de la historia colectiva, hay lazos, no hay un corte. Es cierto que en los sujetos la memoria de lo que pasó en la generación anterior está siempre presente. Y, especialmente, los individuos heredan una memoria de las desgracias de las generaciones anteriores.

–Vamos a sus inicios. ¿Cómo lo recuerda a Jacques Lacan?

–En realidad, hay dos aspectos diferentes de mis recuerdos. Tengo el recuerdo de él, como mi analista, ligado a mi análisis. Tengo recuerdos de momentos en que Lacan estaba muy presente, pero con el tiempo la memoria de Lacan como mi analista se fue diluyendo y me queda la memoria de mi análisis. Cuando terminé mi análisis hubiera dicho lo contrario, pero con el tiempo fue así.

–¿Y como formador?

–Formador es una palabra que no usaría con Lacan. Quizás es un problema de idioma, pero para mí “formador” evoca al “educador”. Lacan no era del todo un educador. Era alguien que producía una enseñanza, que hacía presentación de enfermos. Y al enseñar, Lacan era para mí toda una fuente continua de nuevas preguntas porque era una enseñanza difícil en la que uno necesitaba tiempo para apropiarse de lo que él decía. Era una fuente de preguntas, pero al mismo tiempo siempre estaba la percepción de que se decía algo. También Lacan fue un ejemplo de alguien que no cedía. Por ejemplo, lo vemos en el momento en el cual fue excluido de la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA), cuando empezó su seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. No se detuvo nunca con todos los episodios sucesivos de dificultades institucionales. A este nivel, es un ejemplo para mí.

–Después de más de 35 años de la muerte de Lacan, ¿cree que hay una relectura de su obra en el campo psi?

–Creo que con el correr del tiempo y el trabajo de diversas personas después de Lacan, hay una asimilación de su enseñanza, pero parcial, no completa. Los últimos años de su enseñanza, después de los 70, no son todavía bien captados ni sus fundamentos son bien entendidos.

–¿A qué atribuye que aún hoy el psicoanálisis genere odios tan fuertes?

–Hay que decir dos cosas: el odio al psicoanálisis empezó con el psicoanálisis. Se puede recordar que fue calificado de “ciencia judía” por los antisemitas, también de “ciencia burguesa” desde la izquierda, y ahora de “no científico” por la ciencia del cognitivismo. La crítica y el odio fueron desde siempre, pero quizás ahora se escucha más porque el psicoanálisis es más popular: se conoce en todas partes, se ve en los medios y, entonces, las voces que odian el psicoanálisis se escuchan más todavía. Pero es el signo de que el psicoanálisis no está muerto porque no se odia lo que ya desapareció.

–¿Y qué tiene para ofrecer el psicoanálisis en este mundo globalizado?

–Puede ofrecer la cosa más preciosa porque los sujetos adaptados a la globalización somos todos, en cierta medida. Estamos adaptados al capitalismo y compartimos el deseo que funda el capitalismo, un deseo de ganancia de dinero y de gozar de los objetos producidos. A ese nivel, somos todos parecidos. El psicoanálisis ofrece al sujeto la posibilidad de descubrir y asumir lo que es como sujeto singular, no parecido a los demás.

–¿Encuentra un incremento de angustia en el siglo XXI? ¿La depresión sería el factor más notorio en esta época?

–Hay todo un discurso sobre la depresión actual. La depresión implica no tener ganas, no tener la chispa, no tener el deseo de continuar y de actuar. La depresión le importa más al mundo capitalista porque les impide trabajar a los sujetos. Se tiran en la cama y no quieren trabajar más. El discurso común enfatiza más la depresión. Se enfatiza menos la angustia que la depresión, pero me parece que la angustia está más presente porque no impide trabajar ni desempeñarse en las actividades. A veces, acompaña en el trabajo.

–¿Qué es lo que deshace los lazos sociales en la era de la comunicación digital?

–Cuando hablamos de lazo social, hablamos de lazo de cuerpos, de convivencia de los cuerpos. Y la comunicación digital no es una comunicación de cuerpos sino de palabras o de escritos a distancia. Sucede que cuanto más los lazos reales se deshacen, más la comunicación digital se desarrolla. Es una pequeña compensación. Los sujetos que se encuentran solos, aislados, sin deseo, ¿qué hacen? Van a la comunicación: mandan mensajes, van a ver la pantalla. Es una compensación, no una causa.

–¿Hay un incremento del pensamiento de que nada vale la pena, que los sujetos no saben cómo darle rumbo a sus vidas y, en consecuencia viven en el sinsentido? ¿El psicoanálisis, a su vez, les ayuda a entrar en una búsqueda del sentido?

–Sí, hay muchos sujetos que ahora tienen el sentimiento del sinsentido. Pero, ¿qué es lo que produce el sentimiento de sinsentido? Sobre este punto hay una frase maravillosa de Freud: cuando un sujeto empieza a interrogarse sobre el sentido de la vida es que se trata de un enfermo del deseo. Lo que da sentido a la vida del hablante es el deseo. Cuando se desea algo con firmeza no se percibe el sinsentido de la vida, al contrario: el deseo es la vida del sujeto. Entonces, podemos decir que el sinsentido tiene algo que ver con el capitalismo, en cierta manera. Pero para entenderlo hay que mirarlo desde el lado del deseo.

–¿El psicoanálisis puede producir un cambio en el deseo del sujeto?

–Es cierto. No cambia todo el psicoanálisis, pero al menos puede tocar el deseo de dos maneras: primero, permitir a un sujeto reapropiarse su propio deseo y actuarlo. El segundo cambio, si seguimos a Lacan respecto de lo que dice sobre la producción del analista en un análisis, a veces se puede producir el deseo nuevo del psicoanalista. Ese es un cambio importante.

–Ya habló del deseo ¿Y en cuanto al amor? ¿Cómo nota, a grandes rasgos, la actual configuración de las relaciones afectivas?

–Las configuraciones actuales están menos determinadas por el discurso. En la época clásica, las formas del amor eran bien modeladas. Cada discurso daba una definición de lo que era el amor. Ahora, el capitalismo no se ocupa del amor de ninguna manera porque se ocupa sólo de lo que se compra y de lo que se vende. Las formas son múltiples y más contingentes. Dependen más del encuentro, de la coyuntura. Es difícil decir si es un logro o una pérdida.

–¿Por qué cree que hay parejas que llevan años de convivencia y no saben bien por qué?

–No se sabe nunca por qué uno ama al otro. La elección del amor surge del inconsciente y nunca uno puede decir: “Lo amo” o “La amo” por “tal y tal razón”. Pero eso es un poco diferente de la duración de las parejas porque en las que duran varios años, cuando se festejan los cincuenta años de un matrimonio, no son solamente cincuenta años de amor. Hay otros factores sociales que inciden. Me parece que hay una evolución en dirección de un carácter más efímero de las parejas. Atendí a una jovencita en análisis que me decía: “Oh, seguro voy a intentar al menos tener una familia, un hombre, un niño, al menos para algunos años. No sé cuántos: siete, ocho o diez”. Lo pensaba así. Hubo una época en la cual una jovencita soñaba con el amor de por vida. Ahora, se sueña con el amor por un tiempo.

–¿El amor del siglo XXI carece, entonces, de modelos?

–Es lo que quería decir. Carece de modelo instituido. Lo que Lacan llama “el verdadero amor” es algo que se desarrolla fuera de los discursos establecidos, en el margen de los discursos establecidos. Entonces, habría que distinguir los amores que encuentran un modelo socializante y los amores míticos.

–El domingo pasado se celebró en la Argentina el Día de la Madre. ¿Cree que el capitalismo hace un comercio del amor?

–Sí. Si bien decía que el capitalismo no se ocupa del amor, se ocupa de lo que vende. Entonces, están el Día del Padre, del Niño, de los Abuelos. Efectivamente, hay una explotación del gusto que los humanos tienen por el amor. El capitalismo lo explota, pero no se ocupa de sostener el amor. Explota lo que se encuentra.

–¿Por qué definió como “narcinistas” a los sujetos que se dedican a sus satisfacciones propias en cualquier campo que sea: profesional, amoroso, sexual?

–Es una condensación de las palabras “narcisismo” y “cinismo”. El narcisismo consiste en ocuparse de sí mismo. El cinismo consiste en dedicarse a su propio goce. Lo que subrayé fue que el cinismo actual no es el antiguo. El antiguo era un cinismo que tenía un alcance político, como sucedía en los tiempos del emperador Alejandro. El actual no tiene un alcance político. Los sujetos no tienen más causas colectivas para dedicarse. El cinismo actual es por falta de causas. Los sujetos se dedican a sus pequeñas cosas, a sus logros, a sus beneficios.

–¿Por qué el deseo no llega a ser algo patológico si todos se quejan del mismo: el deseo insatisfecho en la histeria, el deseo imposible del obsesivo, el deseo masoquista del perverso?

–El deseo tiene una doble cara. Por un lado, el deseo es la vida del sujeto, la vida que la muerte soporta. Deseamos porque somos faltantes en tanto que seres hablantes. Entonces, es la forma de vida, no del cuerpo, pero del sujeto. Al mismo tiempo, hay una destructividad porque el deseo es algo que, al mismo tiempo, fuerza al sujeto. Uno, a veces, puede asumir su deseo, pero éste fuerza al sujeto. Entonces, hay una doble cara. Ahora, si usted habla del deseo insatisfecho, imposible y masoquista, eso designa una forma de deseo ligado a una sintomatología precisa. No designa un objeto en sí mismo pero sí un modo de goce. En cada estructura encontramos un deseo específico, pero siempre ligado a un modo de goce. El goce no es algo que necesariamente satisfaga.

–A diferencia de Freud, ¿Lacan respondió la pregunta “¿Qué quiere una mujer?”?

–Sí, podemos decir que respondió algo. Freud no respondió pero tuvo el mérito de plantear la pregunta, porque después de años para aplicar el Edipo en la mujer, Freud dijo: “No sabemos qué quiere una mujer”. Era una confesión de su fracaso para contestarla. Lacan retomó la pregunta de Freud e intentó decir algo nuevo sobre las mujeres y planteó la diferencia a nivel del goce

2017

Eco y Narciso John William Waterhouse
Eco y Narciso, 1903, John William Waterhouse

Fuente: Página 12

El hombre curado definitivamente del síntoma de ser humano

Gustavo Dessal

El psicoanalista y escritor argentino Gustavo Dessal, radicado en España desde 1982, cede a la agencia Télam un texto inédito en el cual explora los ideales de inmortalidad que crecen entre los multimillonarios de Silicon Valley, y la brecha abierta entre la ciencia y la técnica, cada día más notoria, desde una perspectiva absolutamente ajena a la paranoia apocalíptica.
Por Pablo E. Chacón

Who wants to live forever,
Who wants to live forever,
Forever is our today,
Who waits forever anyway?
Brian May (Queen)

Un brindis por la eternidad

Año 2004. Peter Thiel, fundador de PayPal, acaba de vender su compañía a eBay, multiplicando así su ya considerable fortuna. Tiene entonces 31 años, y recibe en su casa a un grupo de invitados que cenan y conversan. Entre ellos, Larry Page (co-fundador de Google), Cynthia Kenyon (bióloga molecular que ha atraído la atención de la comunidad cientíca al duplicar la vida de un gusano manipulando uno solo de sus genes), y Audrey de Grey (médico inglés, especialista en biogerontología que trabaja en senescencia negligible ingenierizada, un método de reparación de tejidos del cuerpo humano capaz de lograr una vida indefinida). El debate gira en torno a la inmortalidad. Algunos se muestran un tanto escépticos; otros, por el contrario, están convencidos de que solo es un problema técnico. ¿Convendría más congelar los cadáveres, o volcar la memoria de un ser humano en supercomputadoras para reintroducirla luego en un nuevo cuerpo? Estas son algunas de las preguntas que animan la mesa. Al menos existe un consenso: desde el punto de vista del desarrollo tecnológico actual, conquistar los 150 años de vida es una expectativa más que razonable.

El anfitrión, Thiel, es uno de los más convencidos, y su generosa chequera no cesa de alimentar los fondos de investigación de Kenyon y de Grey a fin de que aceleren al máximo su trabajo. Su lema es el optimismo, una virtud que considera indispensable para formatear el futuro. No es el único. Pertenece al grupo de súper millonarios jóvenes, empresarios que han creado Google, eBay, Napster, Netscape, Facebook, y que ahora han decidido emplear una parte sustancial de sus fortunas personales en una nueva revolución: perfeccionar tecnológicamente el cuerpo humano, la máquina más asombrosa de la creación. Thiel se expresa con toda claridad, y como además posee una sólida formaciónfilosófica, lo que dice tiene algo de sentido: la evolución de la especie humana no pertenece exclusivamente a la naturaleza. El hombre se caracteriza por su capacidad para trascenderla, y por lo tanto su cuerpo no solo forma parte del reino animal, sino que se ha elevado hacia una dimensión que lo convierte en otra cosa. De allí que considere legítimo no admitir la regla máxima que gobierna todo lo viviente: la finitud. Afirma en serio que la muerte es el gran enemigo de la Humanidad.

Los nuevos dioses

No por casualidad el escritor Mike Wilson ha titulado su biografía sobre Larry Ellison (fundador de Oracle y la tercera fortuna del mundo según Forbes) What’s the diference between God and Larry Ellison (Cuál es la diferencia entre Dios y Larry Ellison). El chiste ya es conocido entre los empresarios de Silicon Valley: Dios no se cree Larry Ellison. En cambio, Larry, aunque no lo diga con todas las letras, está convencido de serlo. Su vocación demiúrgica se pone de manifiesto en todas sus entrevistas, puesto que no cesa de afirmar que la muerte no posee ningún sentido para él. Según sus propias palabras, la muerte me pone furioso. Y la muerte prematura aún más (Mike Wilson,1998, op.cit.).

Muchos investigadores, filósofos de la ciencia y especialistas en bioética no se muestran tan entusiastas ante la perspectiva de una prolongación exagerada o indefinida de la vida humana. Advierten sobre la sobreexplotación de los recursos naturales, el incremento de los problemas sociales, la repercusión en la economía, y -sin duda- la posibilidad de que la brecha social ya existente cobre dimensiones apocalípticas.

En 1895, el escritor británico Herbert George Wells publicó su célebre novela La máquina del tiempo, basada en la corriente filosófica del eternalismo. Aunque muchos creyeron que se trataba del género de ciencia ficción, Wells expuso en esta obra una tremenda y profética visión del capitalismo. El protagonista se desplaza al futuro, en el que encuentra dos razas claramente diferenciadas, dos evoluciones degeneradas de los humanos: los eloi, seres inmortales que viven en la superficie, despreocupados de toda necesidad, y los morlocks, que habitan bajo tierra, mueren, y representan la clase trabajadora que mantiene a los que viven en el mundo de la luz. Gracias a su inmortalidad, los eloi han perdido incluso sus propiedades sexuales, al punto de que carecen de sexo. Leído desde la perspectiva actual, la fantasía de Wells es escalofriante, incluso más que las predicciones de Orwell y Huxley. En el capítulo XIII de La máquina del tiempo, el autor expone con finos y dramáticos argumentos cómo el capitalismo desemboca en un futuro paradójico donde la inmortalidad física equivale a la extinción del deseo, condenando a los idílicos eloi a una existencia rayana en la idiocia.

¿Qué subyace a este delirio actual de inmortalidad que no carece ni de recursos técnicos ni de ingentes cantidades de dinero para materializarse? Hay (como es el caso de Laurie Zoloth, experta en bioética de la Universidad de Northwestern) quien se interroga sobre el deseo que anima a estos multimillonarios diseñadores del futuro, empeñados en una cruzada filantrópica que se supone destinada al bien de la Humanidad. ¿Hasta qué punto ese deseo no esconde una voluntad más oscura que, procurando retar a la muerte, es, en el fondo, un demonio aún más letal? El debate es complejo, pero Zoloth es muy aguda al afirmar que es apasionante y maravilloso formar parte de una especie que tiene grandes sueños. Pero también quiero formar parte de una especie que se ocupa de los pobres y de los moribundos, y me preocupa que nuestra atención se centre en un mundo futuro rutilante hecho de fantasía, y no en el mundo real en el que vivimos (Tech Titans’ Latest Project: Defy Death, The Washington Post)

Haz el bien, pero no dejes de mirar a quién

Aunque la filantropía es una práctica muy extendida en el mundo anglosajón como método para compensar la escasa inversión social del Estado, aliviar la conciencia y -por supuesto- la carga fiscal, Freud supo diseccionar la agresividad inconsciente que con frecuencia se esconde tras la buena intención de hacer el bien. Pero incluso más allá de ello, resulta significativo contrastar la posición subjetiva de otro gran súper millonario, Bill Gates, quien ha puesto un gigantesco empeño económico y moral en el desarrollo de los países más pobres, apuntando al extremo contrario de la vida: los recién nacidos. Tanto él como su esposa Melinda han dejado claro la obscenidad que supone invertir miles de millones de dólares en el diseño de un mundo futuro de elites potencialmente inmortales mientras en el planeta actual la malaria y la tuberculosis diezman poblaciones enteras.

¿Cuál es el fondo de esta declaración de guerra contra el envejecimiento y la muerte a golpe de talonario? ¿Se trata de una mera cuestión de mercado? El tema es mucho más complejo, y sin duda más apasionante: es el combate entre dos paradigmas, dos modos de concebir la ciencia, dos modos de aproximarse a la fantasía humana que desde el inicio de los tiempos se ha rebelado contra la muerte y ha buscado toda clase de estrategias para exorcizar su poder soberano. Dios no se ha mostrado suficientemente generoso a la hora de aliviar la caducidad de la vida, y por su parte los médicos se convierten en rehenes de la industria farmacéutica y la bioingeniería. Para colmo les han surgido nuevos e inesperados contrincantes, que tienen a su favor no solo un presupuesto mayor del que posee cualquier Estado, sino que están animados por una convicción delirante imposible de fracturar: los chicos de Silicon Valley, decididos a darle la vuelta al método científico clásico por considerarlo anacrónico e inadmisiblemente lento.

En su lugar, apuestan por reunir los miles de millones de datos que los usuarios de internet dejan diariamente en sus búsquedas, en el uso de sus redes sociales, en sus movimientos físicos y geográficos registrados por los nuevos dispositivos (iWatch y tantos otros) para correlacionarlos entre sí. La hipótesis se basa en la acumulación de incalculables masas de datos con el fin de trazar patrones de conductas y vincularlos al surgimiento de trastornos, enfermedades y conductas de riesgo. Una vez más la conducta resulta ser la unidad de medida, conforme al esquema cognitivo-conductual que se asume como la psicología científica, incluso aunque aumente el número de científicos que comienzan a cuestionar su verdadera utilidad, y muchos especialistas en filosofía y ética se preguntan si dicha psicología no será una forma disfrazada de ideología destinada a la fabricación homologada de humanos inteligentes. Una de las mayores falacias de la posmodernidad tecnológica consiste en la promoción de lo personalizado, de la aplicación, programa, mapa, diseño o servicio supuestamente “pensado” para la singularidad de cada usuario, cuando en verdad dicha personalización se concibe a partir de un estándar universal que establece mediante algoritmos la diferencia entre lo sano y lo enfermo.

Los genes, unidos, jamás serán vencidos

No es necesario ahondar demasiado para descubrir algunos elementos no tan desinteresados en el trasfondo de esta nueva maratón de la longevidad. Muchos de los empresarios de Silicon Valley padecen alguna clase de trastorno o enfermedad, y endulzan los bolsillos de brillantes investigadores de Harvard, MIT y otros grandes centros a fin de que apresuren sus experimentos. Sergey Brin, cofundador junto con Larry Page de Google, posee una anomalía genética que lo vuelve más propenso al Parkinson, pero no le ha temblado nada al firmar un cheque de 150 millones de dólares para ganarle la carrera a la posible enfermedad. Que el síntoma puede además contribuir al lazo social lo demuestra muy bien su esposa Anne Wojcicki, quien ha fundado su propia compañía 23andme. Una simple muestra de saliva en un bastoncillo enviado por correo, y el usuario (por solo 99 dólares) obtiene de vuelta la información genética que le permite conocer datos de sus ancestros y la propensión a ciertas enfermedades. Así de sencillo. Por supuesto, el truco consiste en que la información que se recibe corresponde a un ser humano único, irrepetible: usted. Si existe un gigantesco e indiscutible éxito lucrativo del capitalismo, sin duda hay que reconocerlo en la genial mercadotecnia de uno de los resortes más poderosos del ser humano: su paradójico deseo de ser único y a la vez normal, es decir, igual que todos los demás.

Wojcicki es elocuente: A nadie le importa si uno dice que hay un gen suelto por ahí. Pero cuando puedes reunir a una comunidad de personas que son conscientes de su estatus, entonces súbitamente comienzas a comprometerte (The Washington Post, op. cit). El psicoanálisis estudia con particular el interés el gregarismo contemporáneo que se teje alrededor de un núcleo sintomático. El síntoma puede convertirse en un modo de combatir la creciente soledad existencial de una época en la que, curiosamente, estamos sometidos a la comunicación digital perpetua. Sufrir alucinaciones auditivas suele ser un tormento espantoso, pero formar parte de la comunidad de escuchadores de voces, que reúne a millones de personas en foros internacionales donde discuten y hablan de sus experiencias alucinatorias, es por el contrario una experiencia que alivia y consuela. Estas nuevas comunidades sintomáticas, a las que se añaden ahora los grupos genéticos, anticipan formas de religiosidad y espiritualidad que suplen los modelos tradicionales en desuso. ¿Por qué limitarse a formar lazos basados en identidades sexuales, si las alteraciones genéticas ofrecen miles de oportunidades de fundar colectivos amalgamados por los caprichos de una mutación en el ADN?

Las nuevas guerras médicas…

Susan Jacoby, una de las mentes filosóficas más brillantes de los Estados Unidos, ha escrito un libro contundente y extraordinariamente documentado sobre el delirio de la eterna juventud: Never say die (Nunca digas morir). Aceptar que la inteligencia y sus invenciones jamás ganarán la batalla al amo supremo, la muerte, es la auténtica afirmación de lo que significa ser humano, escribe en su libro. Y el insuperable Philip Roth añade: Susan Jacoby, enemiga jurada de la irracionalidad en todas sus formas, tiene muy malas noticias: todos vamos a morir, pero primero nos haremos viejos. No más viejos, sino realmente viejos. Ella agujerea la promesa de que llegaremos a curar el envejecimiento. Las buenas noticias son que, si logramos despertar de nuestros delirios, conseguiremos envejecer con dignidad.

Pero esta postura ética ante la muerte -lo que el psicoanálisis estudia bajo el concepto de castración, como límite que señala la frontera donde lo imposible se vuelve condición necesaria para la supervivencia del deseo de vivir- choca contra la sinrazón de otros que no solo se valen de su solidez económica, sino del inmenso poder mediático del que disponen a discreción. Es el caso de Vinod Khosla, uno de los grandes multimillonarios de Silicon Valley, fundador de Sun Microsystems. En una conferencia dictada en la Cumbre de Innovación para la Salud que tuvo lugar en agosto de 2012 en la ciudad de San Francisco, calificó la medicina actual como una suerte de brujería atascada en la tradición. Los médicos, según Khosla, no se diferencian mucho de los practicantes de vudú, y augura que el 80 % de estos profesionales serán reemplazados por máquinas que harán el trabajo mucho mejor.

Esta declaración de guerra contra el colectivo médico fue inmediatamente rebatida como repugnante, y vista como una clara señal de que algunos ingenieros están empeñados en arrebatar el cuerpo humano a la medicina. Para Khosla, los médicos son un estorbo en el cuidado de la salud, la cual debería basarse fundamentalmente en la recopilación de datos, y no en el tratamiento de las enfermedades. Está convencido de que ofrecer a los consumidores más oportunidades, acceso y posibilidades de elección de la información sobre sí mismos y sus cuerpos les dará el poder para hacer lo más conveniente.

Lo más alarmante del delirio de Vinod Khosla es su alcance premonitorio: la medicina es progresivamente secuestrada y desmantelada por una elite dominante de ingenieros y super técnicos, quienes a su vez se arrogan el poder de desafiar al discurso científico, haciendo realidad la visión que Heidegger alumbró en sus conferencias sobre la técnica.

No solo de escáneres viven los pacientes

Abraham Verghese, especialista americano en medicina general, escribió un conmovedor testimonio que es al mismo tiempo una seria advertencia sobre la extinción progresiva de la sabiduría médica. En una clara sintonía con lo que el psicoanalista Jacques Lacan desarrolló en su conferencia de 1966 Psicoanálisis y Medicina, Verghese denuncia el peligro que supone estudiar los escáneres en lugar del pacienteEl lugar donde se produce el diálogo entre doctores y personal de enfermería es el ordenador, dice. Para este médico, la pérdida de las habilidades propias de los practicantes, el desuso de su capacidad para escuchar al enfermo antes de hacerlo desaparecer bajo una montaña de protocolos y pruebas técnicas es uno de los errores más graves que conducen a la mala praxis médica y a la perversión definitiva de un saber que, desarraigado de la tradición, corre el riesgo de caer en la degradación de la terapéutica. Examinar el cuerpo, palparlo con las propias manos, sigue siendo un ritual que Verghese considera necesario preservar por su inmenso valor simbólico. Su experiencia le ha demostrado que lo simbólico tiene su eficacia, tanto como la información que puede brindar la tecnología, cuyas ventajas no desconoce en absoluto, pero que no bastan para sostener una praxis médica en la que no solo es el organismo lo que está en juego, sino el sujeto, es decir, la relación de un ser que habla con un cuerpo al que no solo lo atormentan los virus y las anomalías genéticas, sino también el inconsciente. He descubierto que los pacientes de casi todas las culturas tienen grandes expectativas en el ritual de la exploración cuando son vistos por un médico […] Los rituales suponen franquear un umbral, y eso es decisivo para cimentar la relación médico-paciente, un modo de decir «Estaré junto a usted a lo largo de esta enfermedad. En las duras y en las maduras. Es decisivo que los médicos no olviden jamás la importancia de este ritual».

La nueva locura de la acumulación hiperbólica de datos, convertida en el credo contemporáneo de las sectas de Silicon Valley y sus billonarios profetas, son la prueba fehaciente de que la separación entre ciencia y técnica avanza hacia un horizonte irreconciliable. Si la imposibilidad era el principio rector del discurso científico, para la técnica nada es imposible, y por ello es el instrumento más apropiado para la realización material y espiritual del capitalismo. La verdadera ciencia es lenta en su progreso y su avance. Los súper técnicos, en cambio, tienen mucha prisa por alcanzar sus objetivos. Para ellos, no sólo la muerte es un obstáculo en su carrera. También lo es el tiempo.

Tal vez sean el anticipo de una nueva configuración de la subjetividad: el hombre sin inconsciente, el hombre al que nada divide, el hombre convertido en centro de sí mismo. El hombre definitivamente curado del síntoma de ser humano.

La creacion de Adan Miguel Angel 1511
La creación de Adán – Miguel Ángel, 1511

(2015)

Fuente: Télam

Elogio del psicoanálisis

Jorge Alemán

Cuando leo a diversos autores que describen con todo rigor las distintas mutaciones antropológicas desencadenadas por el capitalismo digital, financiero, algorítmico e hiperconectado, siempre surge en mí la misma reserva que procede de mi izquierda lacaniana. La diferencia entre el modo de producción de subjetividad y el sujeto que adviene en lalengua.
Sean como fueren las mutaciones y su posible alcance en el orden antropológico, el embrollo fallido por estructura, al que se enfrenta el sujeto en su existencia hablante, sexuada y mortal, siempre retorna. Anudar un cuerpo y sus pulsiones a la palabra y al nombre propio, sobrellevar como se pueda el peso de las identificaciones propias de la inconsistente y pesada novela familiar, la insatisfacción o la imposibilidad del deseo, la voz y la mirada del Otro…
He sido uno de los que más he insistido en intentar dar cuenta en el modo en que la contemporaneidad incide en estos avatares, pero los mismos no se pueden borrar sin más en nombre de una permanente mutación antropológica. Las décadas que llevo escuchando a uno por uno me dejan una constancia definitiva de lo que afirmo.
Por último, en estos teóricos de la megaconexión actual subyace un error político propio de su historicismo antropológico: disolver la constitución del sujeto en una subjetividad que finalmente es idéntica al devenir del Capital.
Una izquierda lacaniana debe dar cuenta con sus recursos teóricos clínicos de ese error de perspectiva.

(2017)

Chappie fotograma
El sujeto siempre aparece

Agradecemos a Jorge Alemán por permitirnos publicar su artículo en el blog de la Red


Fuente: Jorge Alemán
Imagen: fotograma del film Chappie (2015)

La decadencia del verso amoroso y el incremento de la anorexia

Entrevista a Silvia Ons, por Pablo Chacón

-¿Qué es la anorexia, que al parecer incumple con el abuso aunque es compulsiva? Es difícil entender por qué es más habitual entre mujeres que hombres.
-La anorexia surge generalmente durante la adolescencia, en el sexo femenino, y se ha incrementado en los últimos años en los países capitalistas. Casuística que invita a la indagación sobre la relación existente entre esta afección, la sexualidad femenina en la adolescencia y el capitalismo. Dice Freud que la neurosis alimentaria paralela a la melancolía, es la anorexia: La famosa anorexia nerviosa de las niñas jóvenes me parece una melancolía en presencia de una sexualidad no desarrollada… Pérdida de apetito en lo sexual, pérdida de libido. Freud no acentúa tanto la oralidad en sí misma, sino la melancolización ante sexualidad incipiente. Lo perturbador es el sexo. ¿Por qué es más frecuente en las mujeres? El factor desencadenante que encontré en mi clínica, puede aislarse con bastante precisión y se recorta en torno a una frase, proveniente en general de un hombre que exalta el nuevo cuerpo de la púber. Tal exclamación pone en evidencia el valor de goce de las pletóricas carnes, hiere el pudor, quiebra los velos. A diferencia del piropo, que viste al cuerpo de metáforas, las denominadas groserías lo desnudan. El epíteto resalta el lugar de la joven como objeto sin la mediación del verso amoroso. El desenlace sigue una secuencia regular; en lo sucesivo la muchacha intentará hacer desaparecer las turgencias del cuerpo que provocaron esa manifestación de goce. Imposible no retrotraernos a la conferencia sobre el piropo que (Jacques-Alain) Miller pronunció en Venezuela. El piropo no opera mediante una referencia directa a la relación sexual, apunta, de manera lateral, a elementos secundarios y subalternos. La alusión resalta el brillo de la belleza, juega con el sinsentido que atrae como tal significaciones mucho más amplias que las que la descripción pura podría proporcionar. Lo que lo separa de la grosería es su carácter de agudeza. ¿No se verifica acaso una correlación entre la decadencia del verso amoroso y el incremento de la sintomatología anoréxica? Cristina Piña relata el pavoroso encuentro de Alejandra Pizarnik con la ciudad de Nueva York, a través de una carta que la poeta dirigió a su amiga Ivonne Bordelois:

7 de mayo de 1969
Empiezo con N. York. De su ferocidad intolerable no necesito enseñarte nada. Vos habrás sentido como yo que allí el poema debe pedir perdón por su existencia. El poema, el amor, la religión, la comunión, todo lo que sea belleza sin finalidad ni provecho visibles…

Una joven anoréxica describe su decepción en una disco de la siguiente manera: te miran y sólo te miran, ni siquiera son capaces de versearte. El verso con el que los varones abordan a las mujeres tiene -aún en su aspecto degrado- afinidad homofónica con la poesía. Y la declinación de ambos corre paralela en estos tiempos.

Bulimia nerviosa. Entiendo que así la diagnostican. ¿Cómo pensás que la publicidad, ahora menos que antes, contribuyó a su difusión en un mundo donde la tercera parte no tiene redes cloacales, los hambrientos son multitud y existen más de doscientos millones de obesos?
-La bulimia forma parte de los nuevos síntomas típicos de la época a tal punto que el término no aparece en la obra de Freud y solo una vez en la de Lacan. Quizás los famosos atracones alternados a veces con comportamientos anoréxicos nos hablen de una contemporaneidad signada por excesos y restricciones. Es que el capitalismo avanzado es en verdad bulímico ya que se nutre de una exacerbación de la falta y de los objetos que podrían colmarla. Vemos cómo sus dos ingredientes -rechazo del amor y ofertas permanentes para el consumo- se vinculan con lo que Lacan planteó respecto a este síntoma. Es bastante frecuente que las mujeres apelen a la comida cada vez que una decepción conmueve sus vidas. Así se produce un circuito infernal en el que la frustración se compensa con una ingesta angustiante que luego puede dar lugar al vómito o al laxante. El bulímico no es el que gusta de la comida, no es el sibarita que come regularmente más de lo aconsejado aumentando de peso; el bulímico es quien sufre de episodios de una ingesta desmesurada, violenta, descontrolada. Tal desborde va acompañado de culpa y de angustia; no se trata del gusto por comer sino de una compulsión imperiosa. La pérdida de la mesa familiar en el estado actual del capitalismo está asociada tanto con la anorexia como con la bulimia. Comer con otros, compartir vivencias, respetar la tradición hace que el alimento quede mediatizado por palabras; cuando esto falta aparece en forma cruda, ocasionando estos desórdenes. Es en soledad que la anoréxica cuenta las calorías, es en secreto que la bulímica sufre sus atracones. Los imperativos de goce están ligados con una temporalidad asociada a la velocidad que, paradójicamente, produce un agotamiento del tiempo. Es que no dan tiempo, impelen, suprimen la espera. Estas coordenadas tienen una gran incidencia en el síntoma bulímico.

La bulimia nunca es reductible a una compensación del amor que se frustra, ya que lleva consigo un núcleo singular de goce mostrando lo indómito de una pulsión desregulada. Nótese, al respecto, que es propia de países que han resuelto el problema de la alimentación. Porque no es lo mismo en las zonas donde la comida casi no existe y lo que está en juego es la supervivencia. Pero en el caso de estar resuelto, puede verse que la pulsión oral es imposible de domesticar. En los Estados Unidos, en el lapso de una generación, se ha multiplicado el número de personas obesas. La población en riesgo está formada sobre todo por mujeres de cualquier clase social en países industrializados como USA, América Latina en general, la Unión Europea, Canadá, Australia, Japón, Nueva Zelanda y Sudáfrica.

-Dos representaciones: Delphine De Vigan, protagonista de Días sin hambre; Stendhal, su alter ego, en Rojo y negro. ¿Cómo juega la anorexia en una mujer y en un hombre de épocas distintas? ¿Puede hablarse de anorexia?
-Acuerdo con De Vigan, escritora, ex anoréxica, en no reducir la anorexia a un producto de la moda con su estética; hay, sin duda alguna, una búsqueda de una espiritualidad que rechaza el cuerpo y quizás ello conecta a las anoréxicas de todos los tiempos. Cabe aquí recordar al Filebo de Platón, evocar su curioso ejemplo: el deseo puro del placer puro de la pura blancura. Esa pura blancura es el blanco sobre el que nada aparece, ningún rasgo, ningún atractivo, ninguna figura. El deseo puro es el deseo blanco, es decir, aquel que rechaza el color que -para los chinos- es la sexualidad misma.

¿Puede entenderse la anorexia según el sistema de las adicciones? Si es así, ¿cómo sería?
-Se trata de una adicción muy particular: adicción a la nada, afirmación del deseo de nada. Si bien la búsqueda de una espiritualidad conecta a las anoréxicas de todos los tiempos, considero que las modificaciones producidas en el lugar del amo inciden en la frecuencia de la sintomatología histérica. Ese sitio es ocupado cada vez más por el discurso capitalista, en el que la apropiación del plus de gozar no está obstaculizado por barrera alguna. El saber se consuma en la producción del objeto para obturar la división subjetiva. Jorge Alemán asevera que la técnica realiza un movimiento que no respeta a nadie ni a nada, ya que todo pretende ser alcanzado por la voluntad de goce. Pienso a la anorexia de hoy en día como la respuesta de algunas jóvenes histéricas a este imperativo: el sujeto insiste en afirmar su división subjetiva, rechazando al objeto que pretende colmarla. Se afana en albergar la nada, espacio del deseo puro. Una mujer ya no como síntoma de un hombre sino como síntoma del capitalismo. Dice Lacan que lo que caracteriza al discurso capitalista es el rechazo del amor y de la castración. Notablemente, esto se vincula con lo que señala acerca de la madre de la anoréxica: aquella que confunde el don de su amor con el don de sus cuidados. Es decir, aquella que suministra demasiada comida en lugar de amor. ¿No son acaso los objetos de consumo profusamente disponibles, los equivalentes de la papilla asfixiante? Se podría pensar que el otro de la anoréxica es el discurso capitalista, ella muestra la verdad de ese discurso: el sujeto bajo el imperativo del consumo, se consume.

Campaña You are not a sketch -Brasil-
Campaña contra la anorexia «You are not a sketch» -Brasil-

-René Girard habla de un deseo mimético. ¿Qué pensás?
-Para Girard, el origen de la violencia deriva de un deseo mimético, provocador de crisis y de rivalidad. Si los deseos no tuviesen esa característica, se encontrarían fijados permanentemente en objetos predeterminados, emparentándose con el instinto. El deseo elige sus objetos gracias a la mediación de un modelo, y tal mímesis es potencialmente divisiva. No deseamos lo que nos parece bueno, sino lo que otros desean. Vemos entonces surgir un nuevo fenómeno de masas en el que los sujetos se identifican ya no por tener un ideal común sino ciertas inclinaciones que -insisto toman mayor fuerza al ser confesadas y colectivizadas.

Hay páginas en Internet que alientan desenlaces letales, como morir, como no comer; tales páginas son fácilmente exploradas por esos muchachos que no se desprenden de la computadora, llamados kikikomori en Japón. El signo de alarma fue mayor para la opinión pública cuando la concreción de la muerte programada por Internet, trascendió el país de Oriente, llegando al Reino Unido. O, reflexiónese, para ilustrar, en las frecuentes cavilaciones de algunos adolescentes acerca de la identidad sexual, esas dudas son prontamente sofocadas cuando lo que antes era una fantasía es considerado indicador de una certera preferencia sexual. Más allá de Internet, en nuestra contemporaneidad, lo que le ocurre a un sujeto es pronto subsumido a una supuesta identidad del ser; para dar alguno de los múltiples ejemplos: si una chica piensa en demasía en una amiga, es por ser lesbiana; si come mucho dulce, bulímica; si experimenta cambios anímicos, bipolar. Eclipsando los matices de las cosas tales nominaciones borran su misterio y hacen que muchas veces, lo que antes podía ser para un sujeto un pensamiento, una conducta esporádica o una fantasía se torne prontamente una clave que responde a lo que sería la real identidad. Y cuando un sujeto está desorientado -algo habitual en estos momentos- se aferrará tanto más a aquello que le daría un supuesto ser. Ciertamente, hay que pensar también la anorexia de acuerdo a estas coordenadas.

(2014)

Fuente: Télam


Silvia Ons

Es autora de Una mujer como síntoma de un hombre, Comunismo sexual y Todo lo que necesitas saber sobre psicoanálisis, los dos últimos publicados por la editorial Paidós. Es analista de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).