La autobiografía y el pase

Jacques-Alain Miller

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Por Vida de Lacan entiendo algo totalmente distinto de una biografía.

Lo que más se parece a la autobiografía es la operación llamada el pase, cuando el sujeto, una vez que ha resuelto que su análisis está acabado, se considera en condiciones de dar cuenta ¿de qué? —no tanto de la historia de su vida como del curso de ese análisis.

Esta operación, allí donde se practica —lo que sin embargo no es así en todas partes en el psicoanálisis sino sólo allí donde se ajustan más o menos a la invención de Lacan— es siempre inseparable, lo perciba o no el sujeto, de una precipitación. Esta modalidad temporal, la prisa, es a decir verdad fundamental porque el sujeto, en el momento del pase, juega su partida con relación a la represión primaria, es decir, debe contar con la posibilidad ineliminable de que haya otras interpretaciones, ahora y siempre.

Por lo que se refiere a la represión primaria, uno sólo puede declararse pasante por un efecto de «certeza anticipada», expresión de Lacan en su artículo del Tiempo lógico. Es si puedo decirlo así, la certeza anticipada de que las interpretaciones venideras serán inesenciales. Desde el punto al que ha llegado, prevé de manera que nil novi: por mucho que eso cambie, en adelante seguirá siendo lo mismo. Esta certeza que es la tuya exige todavía ser verificada.

Lo es de la manera siguiente. Tu relato es escuchado por otros dos que están en el mismo punto que tú, pero en la modalidad del «todavía no.» No han decidido todavía anticipar por su propia cuenta el fin de su análisis; vacilan en el filo de la cresta, se preguntan en qué punto están; están tanto más pendientes de tus palabras. Estos dos pasadores transmiten entonces el testimonio que han escuchado, por separado, de ti, a un areópago selecto de los que deciden, que sólo conocerán de ti, el pasante, esa relación indirecta de tus decires. Así ,cuando eres pasante, no estás allí cuando se defiende tu causa ante el jurado: como en la Corte de casación, son otros, es decir, tus dos pasadores, quienes te representan ante él en tu obligada ausencia. Estos pasadores serán, según tu actuación los haya convencido o no, o bien abogado, o bien procuradores, o bien se repartirán los papeles, o incluso pasarán de un papel a otro.

Ya lo sé: es rebuscado —es decir, retorcido, pero el motivo es fácil de captar. El objetivo es reducir a nada, o al menos minimizar la incidencia de la persona del pasante, ya sea que juegue a su favor o en detrimento suyo. Dado que lo imaginario hace de pantalla a lo simbólico, se trata de hacer de pantalla a lo imaginario para despejar lo simbólico. Es precisamente la razón por la que , en análisis, se hace uso de buen grado del diván.

Existe, siempre, para el sujeto, forzamiento cuando se decide a hacer el pase. El fin de análisis exige poner un término a la dinámica de la interpretación, que en sí misma está cargada de infinito, y este término sólo puede fijarse en la dimensión del riesgo, sin garantía preliminar de triunfar en la prueba de validación.


Jacques-Alain Miller: Vida de Lacan, Grama, Buenos aires, 2011, página 20

2 comentarios en «La autobiografía y el pase»

  1. Cierto es que las definiciones pueden volverse demasiado amigas del sentido, pero pensar al fin de análisis como la «certeza anticipada de que las interpretaciones venideras serán inesenciales» ¡es una imperdible!

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