La cena

Llega la noche y el sueño se apodera de mí…
Fuimos invitados a una cena en la casa de mi psicoanalista. No sabía si la cena era una sesión de psicoanálisis o no. No sabía si era un sueño.
En la mesa había comidas elaboradas, complejas, muy ricas. Había un plato distinto para cada comensal, un plato único para cada uno.
Yo comía con cuidado, pues todo el tiempo estaba alerta por lo que hacía o dejaba de hacer, y pensaba en lo que el otro podría decir sobre mí. Sentía la mirada del otro sobre mí.
Mi psicoanalista iba y venía: era el anfitrión. De vez en cuando ponía su atención en mí y luego la retiraba rápidamente. Atendía también a los otros invitados.
A veces se acercaban también sus hijos y su esposa, y hablaban con nosotros, los comensales, con total naturalidad… Eso me extrañaba pero no sé por qué: si estábamos en su casa, en una cena…
Cuando estábamos a punto de pasar al postre, mi psicoanalista se acercó, me miró y me preguntó:
–¿Terminaste, o seguís?
Luego me pidió que lo ayudara a barrer las migas, para comer después el postre. Me tocó la cabeza con un gesto casi paternal, como una caricia amable que indica que está todo bien. Recordé, al instante, un consejo de mi madre: “que nadie ponga su mano sobre tu cabeza porque eso es señal de dominio.” Pensé en mi madre, pensé que ese gesto, esa caricia, me gustó. Ya no importó más lo que pensara el otro.
Entendí finalmente que puedo disfrutar. No importa si es una sesión o no, no importa si es un sueño: estamos cenando, la comida es rica, la gente es agradable.
Me levanté de mi silla, tomé la escoba y comencé a barrer.

Mercedes Ávila

(2015)


John Singer Sargent – Le verre de porto (A Dinner Table at Night) –

Fuente: Niebla Roja