Tu Yo no es tuyo, Miquel Bassols

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Miquel Bassols

En el orden simbólico cuyos cambios estamos experimentando en el presente siglo, esta voz parece resonar cada vez con más fuerza en cada rincón del planeta… y más allá*. Es la época anunciada por Internet y por Facebook, donde las identidades vuelan y cambian de lugar más rápidamente de lo que podría decirse o imaginarse. Es la época de los MUD (multiuser domains), de la multiplicación de avatares —significante también multiuso—, en realidades, o ventanas, diversas. Y la ventana llamada realidad no es necesariamente la que más puede interesarle a este Yo desmultiplicado que goza de la no identidad consigo mismo. Para su ración de goce puede pasarse muy bien de esa llamada realidad, a pesar de los síntomas que lo acucien en su falta irremediable de identidad. Entonces:

Tu yo no es tu Yo.

Y, sin embargo, la reivindicación de un Yo más fuerte e independiente, más autónomo, a pesar de más anónimo, se hace hoy totalmente compatible con su desmultiplicación. Es lo que verificamos como una exigencia de identificación llevada hasta los mayores extremos del control social. Hay razones de estructura para ello y las veremos aquí. Pero enseguida constatamos la extensión progresiva de un campo abonado para los viejos espejismos del Yo y de sus artificios: tu yo no es tu Yo, tampoco es tuyo, necesitas autoayuda, coaching, corrección de algún error cognitivo[1]. El Otro te dirá entonces quién es tu Yo o, en el mejor de los peores casos, de quién es. Por el momento, la ciencia ha hecho ya posible que algunas secuencias de tu ADN estén patentadas, y que no puedas disponer de ellas… sin pagar un precio a determinar por el Otro. Pero también, por la misma razón, ese Yo podrá muy bien decir que él no es el responsable de sus actos y de sus elecciones, que lo son sus genes, los del Otro.

Sí, también es ésta la voz de la ciencia contemporánea:

—Tu yo no es tuyo.

Tu yo es del Otro que se hace existir en el gen o en la neurona. Ese tu Yo anida, aunque tal vez un poco diseminado, entre las circunvoluciones del cerebro coloreado que estamos a punto de cartografiar en su totalidad. Solo que allí mismo donde empezábamos a localizar tu Yo, resulta que también estamos detectando, con los mismos colores, lo que tú llamas “Tú”, tu Otro tan exterior como íntimo a la vez. Sorpresa entonces: la ciencia contemporánea no hace más que toparse con el fantasma del Yo —llamado también “conciencia”,— en cada rincón donde había localizado lo más real de su objeto: en la física, en la biología, y sobre todo en las llamadas neurociencias. Lo veremos también aquí. Como señalaba J.-A. Miller en su Curso, “lo neuro-real es lo que está llamado a dominar los próximos años”[2]. Nuevo significante amo para todo uso, lo neuro ha venido a significar supuestamente lo más real del ser, aunque sea un real ya pasado varias veces por el cedazo de lo simbólico.

Cerebro (National Geographic)
Cerebro (National Geographic)

Pero entonces, de este simbólico agujerado por lo real, sin otra imagen que el vacío que habita y carcome al Yo, ¿quién se ocupa de este simbólico? En una época, Lacan pensó que el psicoanálisis —ciencia conjetural—, encontraría su lugar en la ciencia con una referencia de su experiencia a las ciencias del lenguaje. El inconsciente estructurado como un  lenguaje se localizaba en lo simbólico, registro donde se distingue y se separa muy bien al Yo y sus espejismos del sujeto del inconsciente y su verdad. De ahí la máxima que marcó esta época en el psicoanálisis:

— Tú no eres tu Yo.

Es cierto: desde la perspectiva del Ello freudiano, no solo tú, como sujeto, no eres tu Yo sino que, a consecuencia de ello, eres un sujeto dividido. Eres un sujeto dividido al que le falta el ser, pero sin Otro posible en el que puedas resolver esta división ni esta falta —vano sueño que prometen realizar terapias de aspecto científico—. La experiencia analítica te presta en realidad una apariencia, un semblante decimos también, de ese Otro en la función de un objeto singular que el analista sostiene durante cierto tiempo. Es el famoso objeto a en el que finalmente encuentras la razón de que tu yo no sea tuyo, así como la razón de tus síntomas. Con este objeto a, Lacan pudo reformular el imperativo ético freudiano: “Donde ello era, Yo —como sujeto— debo llegar a ser”.

—¿Tú eres, entonces, tu objeto a?

Una ciencia del objeto a, este hubiera sido tal vez un destino para el psicoanálisis. La idea posterior de Lacan de que la lógica era una ciencia de lo real y que el psicoanálisis debía seguir su referencia, es también una vía a explorar. Pero el problema se complica si seguimos esta lógica en la enseñanza de Lacan tal como Jacques-Alain Miller la ha mostrado y la sigue elucidando. La idea de que habría una ciencia de lo real parece entonces más bien una quimera, una futilidad de la que es necesario seguir los impasses para aislar aquello que no cesa de no escribirse en ella. Condición indispensable para aislar lo real propio del psicoanálisis, lo real que se hace presente en el síntoma. Por este sesgo, tú eres más bien tu síntoma.

Me parece que es por esta vía, vía de impasse siempre sintomático, vía de desencuentro, incluso de malentendido, que debemos seguir investigando el lugar de lo real del psicoanálisis en la ciencia de nuestros días. En esta perspectiva, ha sido para mí un acicate el trabajo desarrollado en el Laboratorio de la Universidad Jacques-Lacan sobre “Psicoanálisis y criterios de cientificidad”, trabajo que seguimos en Barcelona con el asesoramiento de Guy Briole y Vicente Palomera. Varios puntos tratados aquí tienen su origen en este marco de trabajo.

De hecho, una vez localizado el lugar de extimidad que lo real del psicoanálisis ocupa en la ciencia de nuestro tiempo, una serie de textos —algunos más antiguos, otros más recientes—, se ordenaron para venir a formar parte del sumario que ofrezco a la lectura. Fue la amable invitación de Florencia Dassen la que me animó a dar forma de libro a este recorrido de discontinuidades. Su ordenación ni es ni pide, pues, una lectura cronológica: permite los saltos de los que guste la lectura, las idas y vueltas necesarias y las referencias recíprocas entre capítulos.

*Prefacio del libro: Tu Yo no es tuyo (Lo real del psicoanálisis en la ciencia) en la editorial Tres Haches (Buenos Aires.)tuyonoestuyo

(2011)


Fuente: Desescrits


[1] MAMI (Métodos de Autocoerción Mental Inducida) sería, en realidad, el nombre más adecuado para muchas de las terapias que hoy se ofrecen con un sello científico. Ver Miller, J.-A. en Jacques Lacan, Le Sinthome, du Seuil, Paris 2005, p. 158.

[2] Miller, J.-A. (2007-2008), curso del 16 de enero de 2008.

El retorno del péndulo, de Z. Bauman y Gustavo Dessal

Entrevista a Gustavo Dessal, por Pablo Chacón

En El retorno del péndulo, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman y el psicoanalista argentino Gustavo Dessal arman un contrapunto como para pensar cuestiones clave del mundo contemporáneo, teniendo como horizonte el concepto de liquidez del primero articulado con las hipótesis de Sigmund Freud y de Jacques Lacan del segundo.

Publicado por el Fondo de Cultura Económica, el subtítulo reza sobre el psicoanálisis y el futuro del mundo líquido, conceptos que suponen una desarticulación de época o bien la entrada en otra.

Bauman nació en Poznan en 1925, es profesor emérito de Sociología en las 0809_bauman_fontevecchia_entrevista_g4.jpg_1853027552Universidades de Leeds y de Varsovia; es premio Príncipe de Asturias 2010 y autor de más de una veintena de títulos.


Gustavo Dessal

Dessal nació en Buenos Aires en 1952, es escritor, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Es docente del Instituto del Campo Freudiano en España.


-Para empezar, ¿cómo se produjo tu contacto con Zygmunt Bauman? ¿Conocías sus libros?

-Desde que cayó en mis manos Amor líquido, me convertí en un entusiasta seguidor de la obra de este hombre excepcional. Un sociólogo que escribe como poeta, un tipo auténticamente comprometido con aquello de lo que habla. Hace un par de años Bauman dictó un seminario de verano en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander. Lamentablemente no pude asistir, pero gracias a una persona de mi amistad y confianza pude obtener su correo electrónico para proponerle una entrevista acerca de su relación con la obra de Sigmund Freud, a quien no deja de citar en casi todos sus libros. Para mi sorpresa, su respuesta fue inmediata y positiva, plena de generosidad y confianza en alguien que para él era un completo desconocido. Así se inició un intercambio de correos y de textos. Lo que comenzó siendo una entrevista, se convirtió en un diálogo sobre temas que son objeto de estudio tanto para la sociología como para el psicoanálisis. Y en esa conversación por escrito pudimos encontrar puntos de convergencia.

-El concepto de lo líquido,  que podría equivaler a la decadencia de la autoridad o de la imago paterna, ¿pensás que Bauman lo inventó orientado por esa misma idea o bien por una ausencia de referencias en el mundo social que desemboca, creo que inevitablemente, en Freud?

-Me gustaría recordar que aunque el concepto de lo líquido es posiblemente aquello que más se asocia al nombre de Zygmunt Bauman, no es ese su único mérito. Su obra Modernidad y Holocausto, por ejemplo, es posiblemente uno de los tratados más lúcidos sobre el tema del antisemitismo, y al mismo tiempo una anatomía de la relación consustancial entre el progreso científico-técnico y la barbarie. Allí no encontramos aún el concepto de lo líquido. Me dirijo ahora a tu pregunta concreta. Bauman utiliza conceptos y categorías sociológicas y filosóficas, y abreva en las fuentes freudianas. De modo explícito se considera tributario de Emanuel Levinas, y no tiene ningún empacho en reconocer que la obra de Lacan le supone una oscuridad en la que no ha tenido la oportunidad de internarse. Por lo tanto, creo que vincular la declinación de la imago paterna al concepto de liquidez ha sido una hipótesis a la que me he atrevido de forma personal, para ver hasta qué punto era posible encontrar una congruencia entre ambas cosas. La liquidez de Bauman es un modo de tratar la disolución de las grandes estructuras ideológicas que durante siglos dieron forma y solidez al orden social. La invención lacaniana del Nombre del Padre es algo verdaderamente extraordinario, posiblemente uno de los conceptos más lúcidos desde que Marx revelase la función de la plusvalía y Freud descubriera el inconsciente. Los intelectuales están aún muy lejos de haber percibido su significado. Crear un concepto que arroja una inmensa luz tanto sobre la clínica del ser hablante, como en el campo social e histórico -¡todo eso con un solo significante!- y explicar al mismo tiempo uno de los resortes fundamentales del discurso del amo durante siglos, es a mi entender una auténtica proeza intelectual.

-Tus intervenciones parecen acomodar o poner en orden los conceptos de principio de realidad y principio de placer, introduciendo la cuestión de la pulsión de muerte y el goce. El libro, entonces, se vuelve, digamos, pesimista. ¿Cómo piensan Bauman y vos este asunto de cara al siglo XXI?

-No querría que los lectores sacaran una conclusión pesimista de este libro, pero sin duda uno no puede evitar todos los posibles deslizamientos y evocaciones que una obra despierta en quien la recibe. Más aún: creo que un autor debe asumir la responsabilidad de todo aquello que suscita en los lectores, aunque ellos le devuelvan un sentido que no había tenido la intención de transmitir. Aquí vale el principio lacaniano de que uno siempre recibe su propio mensaje en forma invertida, por lo tanto no vale el argumento No es eso lo que quería decir. No obstante, me gustaría que el pesimismo de Bauman y el del psicoanálisis de Freud y Lacan no se leyesen como una actitud de derrota frente a la fatalidad de la historia o de la condición humana. Más bien debería interpretarse como un arma de resistencia frente a la perversidad de un optimismo que ha hecho del progreso una profesión de fe. Después de Auschwitz, la confianza ciega en el progreso es una posición obscena, inmoral, a todas luces inaceptable. En ese sentido, prefiero alinearme con el pesimismo, siempre y cuando -insisto- se considere una palanca para seguir avanzando en la lucha por la vida, por la dignidad humana, por los valores que contribuyen a resistir los embates de un sistema que degrada nuestra existencia.

-André Green piensa que vivir infectado por la pulsión de muerte es complicado. ¿Cuál es tu idea al respecto, en un momento que en vastos sectores del planeta retorna el ama a tu prójimo como a ti mismo?

-No conozco ese pensamiento de André Green, por lo tanto no me atrevo a opinar sobre eso. Si se refiere a que no es lo único que debemos tomar en cuenta tanto en el aspecto del sujeto individual como colectivo, estoy perfectamente de acuerdo. Freud nos legó su dualismo Eros-Thánatos, lo cual implica que no podemos ni debemos descuidar el hecho de que la pulsión de muerte no posee una autonomía absoluta. Por supuesto, existen fenómenos clínicos y acontecimientos sociales en los que reconocemos su primacía, su inquietante protagonismo. Pero es un error (y no sé si es eso a lo que André Green tal vez se refiere) que los psicoanalistas nos convirtamos en propagadores del terror intelectual. La pulsión de muerte, en tanto concepto, debe estar al servicio de arrancarnos de la ingenuidad de confiar que el bien es soberano, y que el placer comanda todos nuestros actos. Pero no hay razón para transformarla en un tema morboso. Nadie puede negar la lucidez de Paul Virilio, para tomar un ejemplo, pero sus reflexiones destilan un goce muy particular… ¿Ama a tu prójimo como a ti mismo? Quizás estoy equivocado, pero creo que el imperativo actual es mucho más sencillo de enunciar: Ámate.

-Creo que es una preocupación común a ambos. Las redes sociales, imposible desconocer sus beneficios. De lo que no se habla demasiado es de sus zonas oscuras: encierro, paranoia, aislamiento, ausencia del cara a cara. En ese sentido, ¿el péndulo tiene retorno, y cuál sería, si lo hubiera porque creo es imposible ignorar a ese nuevo actor?

-En una conferencia que dictó en Madrid, le escuché decir a Bauman cosas muy afinadas -y por eso divertidas- sobre las redes sociales. Recuerdo que hizo reír a un público de más de trescientas personas cuando dijo que no podía comprender cómo había gente que en Facebook tenía centenares de amigos ( incluso miles), y él en sus 89 años apenas había conseguido juntar unos pocos… Pero su observación más interesante -cada vez más evidente en la clínica actual- es el hecho de que hay mucha gente puede vivir casi solo en el mundo on-line. Esas personas suelen hallar muchas dificultades para moverse en la vida off-line ¡Y eso es absolutamente cierto! No es necesario ponernos en el ejemplo extremo de aquellos sujetos psicóticos que encuentran en el ciberespacio la única posibilidad de alojar algo de su ser (lo cual es una de los tantos beneficios de Internet). Cada vez es más habitual, por ejemplo, que las parejas se formen, se seduzcan, se exciten, se peleen y se rompan a través del chat o del mensaje de texto, o el WhatsApp. Comenzamos a darnos cuenta de que las redes sociales y la comunicación virtual (más allá de sus ventajas, que están fuera de cualquier discusión) permiten que la presencia se ausente, si me permites expresarlo de ese modo. Todos los días los analistas recibimos a hombres que ya no se atreven a decir ciertas cosas a las mujeres en vivo y en directo, y se refugian en la protección del chat, la video conferencia, o sistemas semejantes.

-Al paradigma disciplinario, del control, del espectáculo, se le suma ahora el del   cansancio. El cansancio físico como parte de un cansancio ontológico. ¿Cuál es tu posición al respecto, se trata de un nuevo estado de excepción, de un síntoma o de un estado de la época, o de eso todo junto?

-Es muy interesante tu pregunta, porque me remite a algo misterioso, surgido en los últimos tiempos, y que la medicina ha diagnosticado como síndrome de fatiga crónica. Eso no existía antes, o al menos los casos no eran lo suficientemente numerosos como para justificar una categoría especial. Para el psicoanálisis, un cuadro semejante no es más que algo a interrogar, es decir, que no sabemos a priori lo que vamos a encontrarnos cuando escuchamos a un sujeto que nos habla de eso. Tal vez una psicosis encubierta, o estabilizada en ese fenómeno, tal vez una forma más sofisticada de la histeria clásica. Pero en cualquier caso, no deja de ser muy sugerente que esto se presente con una frecuencia cada vez mayor. Tal vez el cansancio ontológico al que te refieres, sea el efecto secundario de esa liquidez que ha contaminado a la sociedad. La precariedad existencial a la que estamos cada vez más sometidos (pese a las brumas de la felicidad con las que el marketing nos envuelve todos los días), hace la vida muy agotadora de llevar.

(2014)


Fuente: Télam

Esthela Solano-Suárez, sobre el orden simbólico y lo real en el siglo XXI

El Congreso de 2012 estuvo dedicado al orden simbólico en el siglo XXI. Este, que tendrá lugar en París, al real. ¿Podría usted establecer las diferencias entre ambos conceptos, respecto del siglo XX y en la perspectiva abierta por el siglo XXI?

-En efecto, el VIII° Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis nos Aficheconvocó en Buenos Aires  alrededor del tema El orden simbólico en el siglo XXI, y ahora en París, nuestro IX° Congreso, bajo la dirección del profesor Guy Briole, girará en torno de la problemática de Un real para el siglo XXI.  ¿Por qué este tema reuniría a psicoanalistas de todo el mundo, durante una semana, para presentar el resultado de dos años de trabajo y de elaboración? No se trata de un conciliábulo que discurrirá sobre el estado del mundo en el siglo actual. Por el contrario, se trata  de extraer las consecuencias de lo que nuestra práctica nos enseña, con relación a los nuevos síntomas que florecen en este siglo, como nuevas respuestas al malestar actual de la civilización. La confrontación en la praxis  con cada una de las subjetividades sintomáticas de la época, conlleva para el psicoanalista una actualización de su lectura, es decir de los conceptos como de su práctica misma.Afiche amp2014
La gestación de los efectos a los cuales nos confronta este siglo no data de hoy, aunque podamos constatar una aceleración y una proliferación inédita. Estos son el resultado de la combinación del discurso de la ciencia y del discurso capitalista que barren y liquidan los usos y costumbres tradicionales haciendo pasar a un primer plano el imperativo de los modos de gozar. ¿Cómo podemos leer esta mutación? El discurso de la ciencia inauguró un saber inédito, extrayendo del vientre de los fenómenos naturales las fórmulas que dan cuenta de ellos. El uso de los números los matematiza, explicándolos. La ciencia extrae del lenguaje el Uno numérico con el que opera. La operación de la ciencia a su vez, derrumba el uno del cosmos finito de las esferas celestes, construido a imagen y semejanza del uno del cuerpo. Con el tiempo caerá también el uno del Imperio, el uno de la autoridad celeste que unge al uno terrenal., el uno de la autoridad y su soporte paterno. El discurso de la ciencia es iconoclasta y destructor de mitos. Por esta razón, el corazón del orden simbólico se desordena. Los usos y costumbres relativos al significado cambian, los semblantes caen o son substituidos por otros. Por ejemplo, algo que parecía inmutable hasta ahora, como el significado de la palabra madre ya no lo es: la ciencia ha hecho posible que hoy no se pueda afirmar que madre hay una sola.
Pero otra de las consecuencias mayores del discurso de la ciencia es el de haber producido objetos que estaban fuera del alcance de la percepción, de nuestros sentidos, del ojo y del oído. La ciencia ha poblado los alrededores de nuestro planeta con ondas que a su vez son captadas y emitidas por aparatos de su invención. La aplicación tecnológica ha hecho posible que el ojo o el oído capten los primeros rumores y temblores del Big Bang, por ejemplo, o que los  aparatos al servicio de la tecnología médica introduzcan en nuestro cuerpo la transparencia. El discurso capitalista a su vez, se ampara en los progresos de la ciencia para producir masivamente e introducir en el mercado los  gadgets que se han convertido en nuestra ortopedia cotidiana. ¿Cómo no constatar que el malestar de nuestra posmodernidad cobra nuevos matices?FreeVector-Modern-Technology Vivimos una época en la cual el imperativo de transparencia derrumbó la barrera de la intimidad. Donde afectos tales como el pudor o  la vergüenza se han esfumado. La subjetividad se reduce a las cifras y a lo cuantificable y los sujetos se confunden con un objeto descartable, un gadget que se usa y se tira a la basura. Correlativamente, lo real -que no debe ser considerado desde la perspectiva de Lacan como equivalente de la realidad-: lo real sin ley y fuera de sentido, se impone con una crudeza sin velos.

-En su opinión, ¿cómo está situada hoy día la práctica psicoanalítica respecto de la religión, de la que parece haber un reverdecer, y de la forma republicana de la política, de la que parece haber señales de agotamiento?
-El psicoanálisis surge como consecuencia del malestar engendrado en la civilización. Es un discurso inédito inaugurado por Freud. Discurso en el sentido de un nuevo lazo social que rige la relación entre un analizante y un analista. En cierto modo se retuvo del psicoanálisis la idea de que los síntomas tienen un sentido, que puede descifrarse y que éste remite a lo sexual reprimido. Si bien ésta es una de las vertientes de la lectura freudiana, Freud puso en evidencia sobre todo que el síntoma procura al sujeto una satisfacción: que se goza de aquello de lo cual se sufre. Esa secreta satisfacción, que se condensa en un objeto pulsional, es una solución de compromiso. ¿Quién reprime, quien prohíbe? ¿La sociedad, el padre o sus substitutos? Lacan llevó al psicoanálisis más allá del padre, poniendo en evidencia que el síntoma, para cada sujeto, es una forma de hacer con el imposible. El imposible es sexual. Un cuerpo goza o se goza de forma autística sin poder jamás hacer uno con el goce de otro cuerpo sexuado. El síntoma se escribe en el lugar de esta imposibilidad. Y este imposible es del orden de un real. La singularidad del síntoma en la que se apoya cada sujeto excluye un para todos universalizante. La religión insufla un sentido a lo real de la vida, la muerte y lo sexual. Lacan predijo el triunfo de la religión católica, como respuesta al desorden impuesto por el sin sentido que la ciencia genera en el orden natural. Asistimos hoy a un reverdecer de la esperanza. Otra vertiente que se impone es la del fanatismo religioso mortífero. Mientras tanto las instituciones civiles republicanas se fragilizan. Una caída de la creencia las carcome. El discurso capitalista, bajo la modalidad del capitalismo financiero, impone sus imperativos  de rentabilidad desplazando el eje del poder fuera de los gobiernos. El psicoanálisis  puede sobrevivir en el margen que lo define: como una práctica que no es religiosa, como una práctica de derecho ciudadano, sin ser absorbido por los  mandatos de la sumisión a las reglamentaciones que emanan de la política de las cifras. La relación de cada sujeto con lo real de su síntoma escapa a la cuantificación y a la neo-religión de la transparencia.

-¿Cómo pensar al amor en la época del Otro que no existe?
-El amor confronta a cada sujeto con su falta. El amor sostiene la creencia en el Otro que no existe, por eso es una suerte de suplencia formidable de ese agujero. Los unos solos de este siglo, es decir, en la época en que el autismo del goce aparece a cielo abierto, sufren mucho de no poder acceder a la dimensión del amor. Se impone de más en más una vertiente narcisista del amor centrado en el poder de la imagen. No obstante, un análisis permite acceder no al triunfo del amor, pero a desentrañar la raíz sintomática de la elección amorosa, es decir, a lo real del amor.

-¿Qué clase de objeto es un psicoanalista luego de cumplir su función, digámoslo así, terapéutica, en este tiempo, el del discurso de la ciencia?
El psicoanalista no se caracteriza por su función terapéutica. Y esa es una diferencia fundamental entre psicoanálisis y psicoterapia. La función del analista, en el marco del discurso analítico, es la de servir de causa del deseo para el analizante, con el fin de cernir las trazas que la lengua ha inscripto en el cuerpo, trazas de las que se sufre y se goza. Que de esto se desprenda un beneficio, un sentirse mejor, es indudable. Pero lo principal es que se accede a un saber sobre la verdad de lo que el síntoma sostiene para cada uno. Se puede saber y saber hacer mejor  con esa respuesta a lo real que un síntoma condensa. Aislar esa singularidad radical es otra cosa que pretender anular el síntoma en un anhelo de adecuación a una universalidad ideal. ¿Cómo despojar a alguien de lo que lo constituye y que puede ser la fuente de su creatividad? Si el analista es un objeto para el analizante, lo es en la vertiente del objeto que causa su deseo, en una vertiente opuesta al objeto que es imperativo de goce, como lo son los objetos sustitutos de la pulsión y que provienen de la ciencia. El objeto analista es para cada analizante ese objeto oculto que el amor de transferencia recubre y que se desentraña en un análisis como la interioridad extranjera que sostiene nuestras mentiras frente a lo imposible de lo real. En ese sentido, el psicoanálisis abre hacia una ética que no es la del placer, sino la de responsabilizarse de la verdad mentirosa del goce.

-Finalmente, le pido un recuerdo de su análisis con Jacques Lacan.
-¡Ah! Ese sería otro capítulo, ¡el de mi análisis con Lacan! Un recuerdo, uno solo es difícil… Quizá el recuerdo más fuerte es el de aquel día en que por fin se me abrieron las orejas y escuché, después de haber ido cada día a sesión desde hacía un año, escuché por primera vez lo que (Lacan) dijo, que se desprendía del equívoco de lo que (yo) había querido decir. Hacer la experiencia de la  materialidad de la lengua, de lo que resuena como decir a partir del equívoco de los dichos, me abrió la vía a una práctica de lectura de la letra del síntoma. Hay encuentros que determinan en una vida un antes y un después rotundo. Es lo que ocurrió para mi con Lacan psicoanalista.

(2014)

Fuente: Télam

Aníbal Leserre, acerca de reinventar el psicoanálisis

– Ese ‘A cada uno…‘ del título, ¿está referido sólo a los psicoanalistas o también a los analizantes en tanto reinventores de una salida a sus propios embrollos?
– El título remite a una frase de Lacan que dice: «A cada uno le toca reinventar el psicoanálisis»; creo que vale tanto para el practicante como para el analizante, pero en sentidos diferentes.

– ¿Cuál sería la diferencia?
Con respecto al analista, no se trata de inventar sino de hacerlo existir en cada caso; se trata de anudar un deseo de existencia del psicoanálisis a la particularidad que la transferencia nos presenta. Y respecto a los analizantes, si ubicara que se trata de un inventar, no sólo en el recorrido del análisis, sino en su final, ya que queda ante la posibilidad de inventar un saber hacer diferente del hacer a que nos lleva la neurosis.

– Hablas del más allá de lo terapéutico. ¿Cuál es la idea?
– Durante un análisis hay cuestiones que no se pueden evitar, me refiero -por ejemplo- a la angustia y al sufrimiento, obviamente no se trata ni de generarlas, ni de cristalizar al paciente en ellas. Hay efectos terapéuticos inherentes a este transcurrir. Respecto a la pregunta, ir «más allá de lo terapéutico» implica una decisión del analista y del analizante, y  la posibilidad de inventar en un sentido particular: cómo un sujeto transforma sus bases neuróticas sobre el deseo y ubica la insatisfacción inherente al mismo. Un análisis llevado a su final deja al analizante con relación al deseo advertido.

– ¿Cuál creés que son las razones del recrudecimiento de los ataques contra el psicoanálisis por parte de las ciencias cognitivas y la farmacología, extendida a cualquier desvío?
– Sólo intentaré una opinión sobre las razones. Muchos de los ataques van en dirección a que el psicoanálisis mantiene la vía abierta por Freud, despejada por Lacan y sostenida hoy por la orientación lacaniana, es decir, no la de una repetición al servicio de la homeostasis, ni la de una repetición conceptual asimilable. Se trata de que las vías de acción del psicoanálisis, como discurso, mantengan la puerta abierta a la particularidad de los goces ante las tendencias igualitarias del mercado, ya que el hoy, en un sentido, puede ser considerado con Hegel como un periodo de desorden y fragmentación, un estado de conciencia escéptico en un permanente juego de diferencias, ante lo cual la democracia de mercado se presenta como salida por la vía del progreso en lo económico, la abolición de lo político y la promesa de que el hiperconsumo trae la felicidad.
Este mundo le dice al psicoanálisis, como un canto de sirena: sean agentes de sentido y serán aceptados. Ante lo cual, el psicoanálisis sigue diciendo: dime de qué sufres y podrás llegar a saber de qué gozas y qué hacer con ello.
Una razón fundamental de esos ataques es empujar al psicoanálisis a que sea un agente de la salud mental. Ahora bien, hay que ver que el proceso actual del capitalismo implica diversas formas de una descalificación radical, no sólo de proyectos sociales, sino de cualquier otro discurso y, en este sentido, el discurso analítico es una molestia, menor, pero molestia, en tanto otra interpretación representa una amenaza que hay que borrar.

– Si es que el psicoanálisis corre algún riesgo ¿cuál crees que sea: la psicoterapia «ecumémica» empuje a la religión, cierta ideología de la velocidad?
– La respuesta está implícita en la pregunta anterior. Lo que agregaría es cómo ubicar lo que llamás cierta ideología de la velocidad, que quizá como una promesa del todo y de la eternidad, nos recuerda el tratamiento que hace Lacan sobre la demanda y la promesa de felicidad. Para el psicoanálisis se trata de una felicidad que incluye al cuerpo y al sujeto, pero una felicidad que no se puede decretar. El psicoanálisis no es una disciplina de la felicidad. Pero no podemos negar la actualidad de que la felicidad haya llegado a ser un factor de la política. Pero también podemos decir que la felicidad es un factor del consumo. Nacimiento de una nueva modernidad relacionada con la orientación del capitalismo: impulsar y estimular las demandas, trastocando estilos de vida; generando una nueva forma de relacionarse con las cosas, con el tiempo, con uno mismo, con el cuerpo, con los otros.
El vivir mejor se ha convertido en una pasión de masas. Es un espíritu que avanza sobre  las relaciones en la familia, en la pareja, en la religión, en la cultura en general, atravesando un eje fundamental: la relación  tiempo (real) – cuerpo. Sobre este eje considero que se instalan las versiones sobre la idea de que el tiempo del psicoanálisis ya pasó. Otro riesgo -pero siguiendo la línea de lo expuesto- es para mí, la respuesta que damos desde el psicoanálisis a la época.

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– ¿Por ejemplo?
– Si la caracterizamos como atravesada por las demandas exponenciales de confort psíquico, de armonía interior, de plenitud subjetiva, del equilibrio y autoestima, mientras a la par proliferan las farmacopeas de la felicidad. Es una época donde el sufrimiento carece totalmente de sentido, en la que se han agotado los grandes sistemas referenciales de la historia y la tradición, y la cuestión de la felicidad interior vuelve a estar sobre la mesa, como un segmento comercial, un objeto principal del marketing que el híper consumidor quiere tener a mano, sin esfuerzo.

(2013)

Fuente: Télam


Aníbal Leserre
Es psicoanalista,  AME de la EOL, miembro de la AMP, ex AE de la Escuela y autor de numerosos libros de psicoanálisis.
En 2013 publicó su primera novela Contra el destino.

Gustavo Dessal, sobre la sociedad terapéutica y la obligación de ser feliz

“La obligación de ser feliz es agotadora, como la de ser un triunfador”

Entrevista de Pablo E. Chacón

-¿Cómo piensa un psicoanalista el auge de la sociedad terapéutica, ese modelo de asistencialismo evangélico, digno heredero de Teresa de Calcuta, saturado de intensivistas y otros profesionales del laicismo policial?

-Me gusta mucho esa expresión: sociedad terapéutica. No era esa la idea que Freud tenía de la sociedad. Pensaba que una de las fuentes fundamentales del sufrimiento humano reside precisamente en la relación con los otros. Pero el amo moderno (que por supuesto no se encarna en ningún ente real, sino que es un modo de nombrar la complejidad actual de los poderes) ha decidido que el orden actual debe ser terapéutico. No es una idea totalmente nueva, puesto que el higienismo que surge a finales del siglo XIX ya iba en esa dirección. Pero aquella ideología estaba avalada por un modelo de tutelaje patriarcal, que en la actualidad ya no funciona de la misma manera. Ahora es el paradigma científico el que asume la responsabilidad de medicalizarterapeutizar todo.
Es apasionante, si uno toma una mínima distancia sentimental, advertir las innumerables formas en las que puede ejercerse un totalitarismo sutil, blando, astutamente disfrazado de buenas intenciones.

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Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp. Rembrandt, 1632

Consiste fundamentalmente en elevar los criterios de prevención hasta el extremo de creer (y hacer creer) que, conforme se incremente el progreso tecnológico, la contingencia se irá eliminando cada vez más. Tenemos muestras elocuentes: detección precoz en la temprana infancia de signos de futuro comportamiento delictivo; protocolos para prolongar la vida que se aproximan al límite del sadismo sublimado; baremos para que las aseguradoras calculen sus primas mediante algoritmos que calculan el riesgo que asumen cuando emiten una póliza. Por supuesto, la sociedad terapéutica lo es en ciertas regiones del planeta. En otras, se siguen empleando métodos de coerción no muy alejados del sistema feudal. No son realidades aisladas. Desde luego, están perfectamente conectadas.
El bienestar terapéutico y médico de una parte del mundo se basa en el vampirismo: se extrae la sangre de una parte del mundo, para inyectarla en otro. Es mucho más que una metáfora, desgraciadamente. No es novedad que algunos ciudadanos de la Comunidad Europea, por ejemplo, viven gracias a un órgano que ha sido vendido por alguien de Bangladesh. Pero tu pregunta tiene muchas más facetas y aristas. La sociedad terapéutica está diseñada siguiendo un protocolo que tiene que definir previamente en qué consiste lo terapéutico. Eso a su vez implica una definición de salud, de bienestar, de felicidad, en suma, de todos esos espejismos que hemos perseguido desde la era de las cavernas. Por supuesto, nos hemos sofisticado un poco. El discurso capitalista actual es más refinado. Ahora se muerde la lengua (a veces) y aprende a hablar un nuevo lenguaje, eso que se califica como políticamente correcto. Si algo debemos reconocerle a ese discurso, es su extraordinaria plasticidad. Es camaleónico. Puede asumir todos los semblantes según las circunstancias. El nazismo o la socialdemocracia. Su baúl de disfraces es inagotable.
En la actualidad hay muchos ideólogos y políticos que se dan cuenta de los réditos que supone el liberalismo de algunas ideas.

Sorry! Banksy

Lo terapéutico ya no es necesariamente ser straight, como dicen los norteamericanos, o sea recto, en alusión a la heterosexualidad. La nueva sociedad terapéutica tiene manga ancha, y está dispuesta a incorporar toda clase de modalidades de vida y de sexualidad. Podemos permitirlo casi todo, a condición de que tenga la licencia correspondiente. ¿Usted quiere ser transexual? ¡Ningún problema! Incluso pagamos la intervención. Lo único que nos importa es que siga sirviendo a las leyes del mercado. Vamos abriendo la mano de a poco, para que no vengan en estampida, y para ir avanzando en los sistemas de control que vamos a aplicar para que la supuesta libertad de elección esté debidamente vigilada. ¡Pasen, pasen, que podemos hacer muy buenos negocios!

bansky-consumo
Shop until you drop. Banksy

– ¿Qué dice el psicoanálisis lacaniano de síntomas como la fatiga crónica, la falta de atención, el cansancio del que habla el filósofo coreano-alemán Byung Chul Han?

-Creo haber dicho en una ocasión que ese nuevo síndrome de fatiga crónica es el correlato del imperativo moderno a vivir sin límites, a extraer de la vida lo máximo (lo cual suele ser casualmente lo más caro). La obligación de ser feliz es agotadora, como la de ser un consumidor modélico, o un triunfador. En los Estados Unidos, los padres de clase adinerada preparan con psicólogos y pedagogos a sus niños para que puedan pasar las severas pruebas que les imponen en las guarderías de elite. La carrera hacia el éxito debe asegurarse desde el principio. Aunque se trate de una aberración, tiene sentido. Para garantizar el éxito hay que empezar por elegir el terreno apropiado donde sembrar la semilla. ¿Es delirante? Por supuesto que lo es. Tan delirante como el concepto de triunfo social. Se habla mucho de los niños hiperactivos. Pero muy poco de los padres hiperactivistas, que imponen a los hijos una agenda diaria extra escolar más ocupada que la de un ejecutivo de Wall Street: clases de música, idiomas, artes marciales, squash, tenis. No es una crítica a los padres, pobres diablos prisioneros del imperativo del éxito. Vivimos una crisis del saber. Lacan descubrió una cosa muy interesante: que no existe el deseo de saber. Es una idea extrañísima, puesto que el sentido común parece indicar lo contrario, que el ser humano es una criatura ávida de saber. Sin embargo, Lacan es muy astuto. Que no exista el deseo de saber, no implica que no se quiera saber. Uno no busca el saber por deseo, lo hace por la satisfacción que puede aportar. El saber no es objeto de un deseo, sino algo de lo que puede obtenerse un goce. No todo el mundo lo obtiene. El síndrome de desatención en los niños es el síntoma de un mundo en el cual el saber ya no produce gran cosa en materia de goce. Freud lo comprendió muy rápidamente. Se dio cuenta de que el aprendizaje está articulado con la libido, y que sin libido no se puede aprender nada. Eros es imprescindible para que alguien pueda saber algo. Pero la sociedad terapéutica no promueve el Eros, sino que administra la pulsión de muerte de forma liminar.

-Marcelo Barros habla de una articulación entre la psicosis y la sociedad de control, en tanto la segunda opera mejor -según entiendo- sobre la forclusión del Nombre del Padre. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

-No he leído aún el libro de Marcelo, pero en la entrevista que le hiciste, aprecio de entrada algo que para mí es fundamental. Y lo voy a decir con un rodeo. Lacan comentó un caso clínico muy famoso, que había sido analizado por dos célebres analistas. Se trataba de un hombre que tenía la obsesión de ser un plagiario. Voy directamente a la conclusión que saca Lacan en su lectura de esta historia clínica: al ser humano le resulta verdaderamente difícil soportar el hecho de tener una idea propia, de pensar por sí mismo. Por fortuna, no le sucede a todos. A lo que iba: Marcelo Barros parece no tenerle miedo a eso, y apagó la Máquina de Citar. Cuando uno se aparta del pensamiento canónico, es posible que tenga una idea interesante. En El retorno del péndulo, el libro que escribí junto con Zygmunt Bauman, se plantea la idea de que el paradigma contemporáneo invierte lo que Freud afirmaba en El malestar en la cultura. En esa época, los hombres estaban dispuestos a renunciar a la seguridad en pos de un aumento de libertad. En la actualidad los valores se han invertido, y la sociedad de control ajusta con mayor fuerza sus instrumentos de restricción de las libertades, con la coartada de mejorar la seguridad. El control se expande en todos los ámbitos, y ya no solo la felicidad es una cuestión de estado, sino que la vida individual ha dejado de pertenecernos. En El marketing existencial, el ensayista Miguel Roig ha formulado con extraordinaria claridad lo que este título anticipa: que la existencia misma, en todas sus dimensiones, ha entrado en un proceso de cálculo y protocolización. La vida y la muerte, la enfermedad y la salud, se administran como otras tantas mercancías, siguiendo una lógica de costo/beneficio idéntica a la que se emplea para cualquier proceso de explotación y comercialización de bienes de consumo. No sé de qué modo Marcelo Barros articula este tema a la idea de la psicosis, en un sentido transclínico, supongo, pero imagino que debe referirse a que el estado actual del poder y sus efectos sociales no pueden entenderse si no se introduce el problema de la descomposición del orden simbólico tradicional, es decir, lo que ocurre cuando no hay mapa con el que orientarse, salvo el de Google, o el Ton Ton, cuyo solo nombre lo dice todo…

-¿Qué cosa es la práctica política en el siglo XXI bajo la mirada del psicoanálisis? Ayer leí una columna donde un tipo dice que las sociedades que cultivan arroz tienden a formar lazos comunitarios, mucho más que las que cultivan trigo, soja, etcétera, paradigmas individualistas.

-Tu pregunta es más adecuada para mi colega Jorge Alemán, que ha dedicado muchos años a pensar este tema de la relación entre psicoanálisis y política, y lo hace con gran rigor. No obstante, me limito a señalar que el psicoanálisis puede aportar a la política precisamente aquello que contribuya a salvarla del desprestigio y la degradación absoluta. Sin el reconocimiento del factor subjetivo en la acción política, en la vida social, en la relación del hombre con la economía, la praxis política queda reducida a una burocracia ineficiente, reaccionaria y envenenada por la corrupción. Pero a la vez, y es mi posición personal, el psicoanálisis no debe adscribirse a una corriente política determinada y oficial. En ese sentido, creo que Freud y Lacan lograron construir algo diferente, un discurso que no se deja inscribir en una definición política al uso. Lacan admiraba a Sócrates por su atopía, porque sus ideas no admitían una etiqueta. Creo que, en ese punto, Lacan se identificaba a Sócrates. Lacan era inclasificable, incluso políticamente.

(2014)

Fuente: Télam

Ricardo Seldes, sobre el cuerpo y Hablar con el cuerpo

Hablar con el cuerpo (título del VI ENAPOL) pareciera arrastrar toda esa tradición terapéutica-anglosajona de cierta expresión de la cual las palabras no podrían dar cuenta. Sospecho que no se trata de eso en este encuentro. ¿De qué se trata entonces?

El psicoanálisis siempre ha tenido que vérselas con esa zona de lo no dicho, de lo que se asume como reprimido y luego ignorado y reconocido, o de lo forcluido que no admite sino un retorno en lo real, lo que suele ubicarse como algo que en el cuerpo se siente en un más allá de sus bordes. El sufrimiento, tanto neurótico como el psicótico,  implica siempre ese penar de más que es sentido como tal en el cuerpo. Lacan debía justificar en su primera enseñanza lo necesario de la relación del cuerpo en los análisis, cuando se lo acusaba de intelectualista, apasionado por el significante. Al final retoma el problema al indicar al sujeto como el que porta el misterio del cuerpo que habla en una experiencia, la del psicoanálisis, que funciona sólo si el cuerpo está en la experiencia. Entiendo que la pregunta apunta a tratar de especificar de qué manera el cuerpo está presente en el análisis lacaniano, cuando sabemos que se trata siempre de palabras y solamente de palabras.

Usted habla de presentar  al cuerpo. ¿Qué cuerpo habría que presentar?

No puedo explicar mi chiste sin revelar que presentar el tema ha implicado de entrada el hecho de poner el cuerpo ante una comunidad investigadora. Así defino yo a los colegas con los que trabajamos en el campo freudiano para quienes la formación es un proceso inagotable. De entrada se trata del encuentro entre dos cuerpos, el del analista y el del analizante en los tiempos de las llamadas entrevistas preliminares. Cuando una primera transformación se produce, el consentimiento a una rectificación subjetiva por el lado del paciente, el cuerpo del analista puede decirse que está más compuesto de objeto a, un semblante de lo que implica ese punto en donde las palabras desfallecen, o donde cada uno puede ir encontrando en cada sesión un trozo de real, su verdad mentirosa acerca del imposible de decir. Presentar el cuerpo es sugerir que al final de su enseñanza, Lacan propone recordar que el cuerpo es lo que le da consistencia al ser hablante, ese cuerpo que habla a veces de un modo muy silencioso, sin palabras, en contra de cualquier efecto de comunicación. Es lo que Freud ubicaba como la dimensión de lo pulsional, un cuerpo que está habitado por un real incomprensible. Presentar el cuerpo es también poner el acento en que éste es el alojamiento del goce, y que la experiencia analítica apunta a que se produzca alguna mutación en el goce. Seguramente eso produce también un cambio en la relación del sujeto con su cuerpo, algo que escucharemos en los trabajos que han investigado la cuestión del final de análisis.

Bernini. Rapto de proserpina
El rapto de Proserpina, detalle. Gian Lorenzo Bernini, 1621-1622

¿Existe alguna relación entre la agitación de lo real, la pérdida de la intimidad y la vigilancia global, o bien ese problema, en la sociedad del espectáculo está mal planteado?

Es un planteo muy bien hecho. La manera en la que se vive la pulsión hoy tiene esas manifestaciones. Los sujetos se exhiben en sus desgracias, creen que muestran lo insoportable, los adolescentes se cortan por doquier (me refiero tanto a su cuerpo como en las zonas geográficas de nuestra América) para ver sangre. Y sin embargo hay un empuje a mirar por parte el amo que va mucho más allá de estas formas para saber cómo influir un poco más cada día en los gustos, en las decisiones, en las maneras de satisfacerse de cada uno y de los que quieren compartir nombres de goce colectivos. ¿Qué valor tiene el me gusta y no me gusta de Facebook? Se trata de reducir toda la gama enorme de goces individuales a una lengua unívoca en donde al poner el dedo levantado (o el otro) ya estuviera todo dicho. La experiencia analítica se ubica de un modo tan en sus antípodas que la indicación primaria de Freud al recibir un paciente es que el analista se olvide de todo su saber, que se interese por lo que el paciente tiene para decir, que se interese realmente en él.

En cualquier caso, ¿cómo pensar al cuerpo del psicoanálisis en relación con la biopolítica contemporánea?

Esa biopolítica quiere que las cosas no sean equívocas, y la interpretación analítica lo es. Considero que se trata de lo que domina en la influencia que tienen hoy tanto la ciencia como el lenguaje jurídico que se ubican siempre por detrás de los síntomas, los nuevos,  los que van surgiendo para señalar los malestares en la biocivilización de hoy (si se me permite el neologismo). Las nuevas formas de los síntomas tienen todo su valor excepto si se los quiere degradar en trastornos. Doy un ejemplo. No se admite la tristeza de las personas, pareciera ser un afecto no tolerable. Al medírselo del 1 al 10 y alguien se autoevalúa con un 8, hay que medicalizar y hacer desaparecer cualquier vestigio de lo que nosotros consideramos que hay de un deseo escondido. Tome Alegrol en cápsulas, o en jarabe si es un niño que acaba de perder a su mascota o si se acaba de mudar a otro barrio. Y si el niño no marca en los casilleros de las mediciones lo harán sus padres. Esos mismos que hoy están dispuestos a hacer que un niño de 5 años crea que puede decidir por su género. A mi hijo le gusta vestirse de mujer. Ah señora ¿y de 1 a 10 cuanto le gusta eso a su hijo? Y 8, quizá 9, especialmente cuando le muestro con detalles cuanto me gusta mirarme en el espejo delante de él. Durante horas. Ah, entonces su hijo está decidido…Para Freud, la elección de la neurosis, o de la perversión indica fundamentalmente que las palabras inciden, que han incidido en cada uno para que algo de un programa de goce comience a funcionar. Pero no para que quede cristalizado de una vez y para siempre.

Si no entendí mal, este cuerpo actual está desamarrado, es susceptible a cualquier normativa y puede ser atrapado en un discurso. Si el discurso contemporáneo es el de la ciencia, ¿la agitación de lo real implica que hay algo, en esa ferocidad, que no es subsumible? Supongamos que sí. ¿Para qué serviría?

Hablar de lo real agitado tiene algo cómico, ya que lo real no quiere nada, no sólo es sin voluntad sino también sin ley. Usamos discursos, usamos nombres para ordenar el lazo social. El discurso contemporáneo sabe igual que el psicoanálisis qué implica la asimetría existente de los sexos de los seres parlantes fundada en la naturaleza. Cuando se cree que un niño que aún no sabe leer ni escribir el alfabeto, y se le hace decidir sobre el semblante que sostendrá, no se concibe ninguna autoridad a la asimetría sexual fundada en la naturaleza. Es evidente que la relación del sujeto con su cuerpo es la imagen confusa que tenemos de nuestro cuerpo. ¿Por que exigirle más y más? ¿Qué hay de la importancia de los afectos? Se piensa que un cuerpo es solamente una representación de ese sentimiento, que se trata sólo de la representación de estar tristes. Eso lleva como justificación tratar de hacer mapeos cerebrales de las emociones para neutralizarlas, descreer de la subjetividad, la que al tocar el cuerpo nos dice algo. Un real agitado podría ser un chiste para mencionar que a diferencia del real que para la ciencia está escrito en fórmulas, o sea leyes, normativas, el real del psicoanálisis es desobediente. Quizás seamos los mismos analistas los que agitamos esas aguas (una mala manera de referirme a lo real, las aguas de lo real), excepto cuando en mi mala metáfora quiero decir eso vivo que está ahí. 3884OP148AU9656Lo real es la vida, eso de lo que nada podemos decir excepto preguntarnos que significa gozar de la vida. En psicoanálisis no hacemos ciencia, ¿qué hacemos? Jacques-Alain Miller dice que hacemos cultura, lo que nos hace muy dependientes de la actualidad. Y al seguir a Lacan tratamos de abordar nuestra actualidad de un modo más ajustado y estamos obligados a hacerlo según los gustos actuales, los que pueden resultarnos difíciles de tragar. Quedarnos en la nostalgia de las tradiciones implica la muerte de todo deseo y de cualquier subsistencia posible del psicoanálisis.

Bajo condiciones comunitarias fragmentadas, desobradas, impropias, ¿cómo piensa el psicoanálisis hoy al lazo social?

Es el gran problema. Si el goce que nos toma es autístico, es más del Uno que del Otro, si el goce de cada uno es lo más opaco y no puede ser puesto en común, si el análisis es un verdadero forzamiento de esto y va a contrapelo por esa lengua que nos habita, la de cada uno y atañe al propio cuerpo, el desafío del análisis es producir un forzamiento que relacione el goce con el sentido para intentar resolverlo. Yo pienso al lazo social promovido por la experiencia analítica como la que despierta a los sujetos del sueño de la eternidad, o de la eternización. Si el cuerpo es el que tiene acontecimientos que le dejan una marca, la de lalengua, se trata de tener el tiempo, mucho, para resolverlos, librarse de los embrollos, lo más posible. El pedirle a alguien que hable de eso, con lo que para cada uno sea, hace que en esa metonimia del decir se ponga de relieve los fenómenos de brillo del sentido. Y es para que cada uno pueda encontrarse con ese tropiezo que permite un lazo diferente al otro, que no es solamente el de la comunidad.

(2013)

Fuente: Télam

“Freud lamentaba que la cultura no lograra su obra civilizatoria”

Guy Briole

 

 

 -Si las formas actuales de la guerra han sufrido una mutación inmensa, una de las características, creo, es que pocas veces se declaran. Como sea, ¿cuáles serían las mutaciones más notables de esas formas desde la segunda guerra mundial, y de esas mutaciones, cuáles se registran en la clínica?

-Usted se refiere a mutaciones inmensas. Tiene razón, pero si hay una cosa que no ha cambiado es que la guerra se hace siempre con los cuerpos reales, cualesquiera sean lo medios utilizados, pasados o actuales. Lo que ha cambiado es que las guerras ya no son mundiales: es el mundo el que está en guerra por todas partes. Sin discontinuidad, está recorrido por una contaminación de la onda que se pretende purificadora y salvadora, y que se propaga acentuando cada vez mas lo religioso, el rasgo racial, la diferencia de pertenencias.
Las guerras ya no tienen nombre. Se elimina en beneficio de operaciones que no apuntan a restablecer la paz o a considerarla en un marco legal renovado, sino que apuntan a la destrucción total del enemigo, designado a partir de pequeñas diferencias. Es decir, las cosas se desarrollan según una lógica genocida: segregación a partir del rasgo distintivo, luego designación y reagrupamiento, y eliminación sistemática. Se procede mediante pequeñas obras. Cuando una se acaba, se transporta la moral purificadora a otra parte. Ya nada limita el imaginario cuyo desbordamiento se agrava debido a la potencia unilateral de los armamentos y de la referencia a la conciencia moral.
Esta deriva, que en cierto modo, no ha dejado de acentuarse desde el fin de la segunda guerra mundial, fue señalada por Lacan como ligada a una disolución del sentido moral.

-Según entiendo, las guerras contemporáneas se desarrollan en diversos frentes: computadoras, drones, ejércitos irregulares, virus informáticos, narcotráfico, delincuencia interna, migraciones masivas, inseguridad: todos contra todos y de tanto en tanto algún desastre (Chernobyl, ISIS, etcétera). En ese escenario, ¿con qué cultura sobrevive el sujeto?

La guerra no es una cultura. Ataca toda forma de cultura. Ninguna cultura la transmite, porque la guerra las devasta a todas. Lleva su violencia al seno de todas las culturas, de forma brutal e insidiosa, destruyendo lo que hace lazo social entre los hombres: desde un estado, hasta lo más íntimo de una familia.
La guerra afecta ante todo a los hombres que la hacen, los que la sufren. Es para todos. Para el cibercombatiente como para el que emplea un machete, siempre se trata de eliminar al otro. Cualquiera sea la tecnología, la violencia sigue siendo la misma, y no son los deslizamientos semánticos hacia una terminología médico-quirúrgica los que podrán vendar las heridas abiertas por las atrocidades de la guerra. La expresión moderna golpes quirúrgicos evoca la extirpación de un mal alojado en el corazón de una sociedad, a la que se quiere devolver la salud y la libertad. Sin embargo, el sujeto se siente afectado por ese mal alojado dentro suyo, que le hizo decir a Freud en su carta a Einstein (¿Por qué la guerra?) que los hombres no cesarán de desencadenar la violencia en la relación con sus semejantes.
Freud lamentaba también que la cultura no lograra su obra civilizatoria. Por lo tanto, imagínese lo que sería el mundo si existiese una cultura de la guerra. Es una expresión muy aproximativa que no conservaría. Así, se trata menos de todos contra todos que del uno por uno que hay que separar de la masa.

-Las tecnociencias, ¿han pasado por encima las leyes, los convenios internacionales? En ese sentido, los dispositivos periodísticos y sus intereses, ¿no forman parte también del problema?

-Usted evoca las leyes, las convenciones internacionales, la ciencia, las tecnociencias. Tengamos presente, de manera viva, la Shoah e Hiroshima. El exterminio es de masa. La ciencia participa en ello, pero su participación está encarnada por hombres que la emplean para hacer desaparecer a otros. Es el punto ineludible. Después de eso, ya nada es igual. El mundo deriva, y ya no son los nombres, ni los motivos que se dan a los conflictos -guerra fría, de liberación, preventiva, religiosa, étnica, etc.- lo que valen como amarras.
Los hombres tienen una fe en la ciencia que puede inquietar, especialmente cuando se trata de la guerra y la historia de los pueblos. La obsesión es el borramiento. La incomodidad provocada por el descubrimiento del inconsciente es tal que desde los comienzos del siglo XX, la memoria sigue obsesionando a los investigadores y la perspectiva localizadora anima cada vez más a los científicos del cerebro. En el primer número de Scilicet, revista creada por Lacan en 1968, encontramos el informe de un debate científico cuyo contenido muestra un objetivo claro: borrar la memoria. El profesor Henri Laborit, entre otros, soñaba ya con la droga última que lograría borrar en el individuo su pasado, que no es otra cosa -según él- que inscripción, trazos en las proteínas y  ácidos nucleicos del cerebro. La ciencia ha progresado desde entonces, pero en el fondo siguen siendo las mismas cuestiones candentes que retornan hoy día, en que la historia sigue estorbando al hombre: ¿qué hacer con el pasado?, ¿cómo deshacerse de él? Eso empuja a los que toman decisiones, los científicos, los psi, a realizar miles de contorsiones para intentar quitar la incomodidad de la transferencia, la del psicoanálisis, que respecto del pasado no procura liquidarlo sino llevarlo a una ética del bien decir.

-El suicida, el adicto, alcohólico, otaku, etcétera, ¿libra una guerra, quizá perdida de antemano?

-Para hablar claro, conservemos el verdadero sentido de la palabra y no le demos una acepción edulcorada que pueda calificar a cualquier cosa como guerra. Por supuesto, cada uno según su historia, sus propias dificultades, sus malos encuentros, tiene que llevar a cabo su lucha. Empezando por la cotidiana, que no es poca, contra los efectos negativos que ejerce la propia neurosis sobre el deseo. Cada sujeto puede encontrar, en la serie que usted evoca, una respuesta. También puede ocurrir que esos sujetos encuentren la vía del psicoanálisis, que no es la de la esperanza, sino un camino arduo que nos enfrenta a nuestra propia verdad. Allí no se trata de una guerra sino de comprometerse, batirse, luchar, abrir los conflictos reprimidos, etc. En suma: orientarse hacia un acto más conforme con una ética de vida.

-Las neurosis de angustia (el panic attack, hoy un trastorno, según el DSM), ¿por qué razón se ha vuelto un fenómeno tan habitual en las urgencias?

-¡La neurosis de angustia, dice usted! Es notable percibirlo: el progreso de la ciencia no hace evolucionar el pensamiento, al menos el de los psiquiatras exclusivamente ocupados con la ciencia. La neurosis de angustia fue descrita por Freud de una manera magistral en su relación con la guerra y sus efectos psíquicos devastadores. Esa clínica daba cuenta de la sideración producida por ese real al que el sujeto se confronta brutalmente, su propia muerte y la de otros, la destrucción de todo aquello que le era familiar.
Denominarlo panic attack no le aporta un valor científico. Sólo permite hacer un diagnóstico simplista y completar una base de datos que refuerza la ilusión de una aproximación científica. La gran mistificación es que, también allí, todo se acelera y nadie se toma el trabajo de escuchar lo que el consultante, en las urgencias u otros lugares, intenta decir acerca de su sufrimiento.

-Su opinión, como ex militar, como médico y psicoanalista, sobre las teorías, tal vez apocalípticas (no lo sé) de Paul Virilio, su ciudad pánico, y las explosiones depresivas tan a la orden del día.

-Paul Virilio ha conservado la huella del terror que le produjeron en su infancia los bombardeos de la ciudad de Nantes. Ha estado siempre atento a la fragilidad de los reagrupamientos urbanos, obsesionado por la posibilidad de su destrucción. Existe una paradoja en el hecho de vivir en la seguridad de las grandes aglomeraciones, cuando el  progreso nos expone a la explosión de los espacios por una promiscuidad que estigmatiza el rechazo del otro diferente y el repliegue depresivo sobre uno mismo. Una de las respuestas, que favorece la aceleración a toda máquina de la numerización y de la información, es la uniformización, el pensar para todos que barre las diferencias y mantiene la ilusión del compartir. Esta subjetivación a marchas forzadas -el machaque mediático por la repetición incesante de un mensaje que se quiere imponer-  uniformiza y desgasta las emociones. El acostumbramiento de los egoísmos hace que uno ya no vea más lo que nos mira. Es preciso el Uno de una foto, la de un niño muerto sacudido por las olas de una playa, para descompletar el conjunto de la masa de emigrantes rechazados a priori. Este uno, que perfora la pantalla compacta del rechazo, los humaniza a todos.

Vivimos siempre en ese desconocimiento sistemático del mundo que Lacan identificó y reconoció -lo cito de su texto «La psiquiatría inglesa y la guerra»- esos modos de defensa que el individuo utiliza en la neurosis contra su angustia, y con un éxito no menos ambiguo, también paradójicamente eficaz, y que sella del mismo modo, ¡ay!, un destino que se transmite a través de las generaciones.

Cómo no tener presente, incluso hoy en día, esta interpretación que Lacan hace del hombre, a menos que no queramos saber nada sobre lo que anuncia para la humanidad, no como profecía, sino como consecuencia lógica de lo que un analista que no cede en su ética debe transmitir. Nos corresponde a nosotros darle todo su alcance.

(2015)


Fuente: Télam

El tres de mayo de 1808 en Madrid, Francisco de Goya, 1814