«Nunca dispondremos de píldoras de la felicidad»

Entrevista a José María Álvarez, por Ana GaiteroJosé María Álvarez

José María Álvarez es psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis, doctor en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en Psicología Clínica del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, donde reside. Es autor de más de setenta publicaciones sobre psicopatología y psicoanálisis y de algunos libros, como La invención de las enfermedades mentales y Estudios sobre la psicosis.
Compagina la clínica en el servicio público de Salud Mental de Sacyl con la consulta privada. Es coordinador del Seminario del Campo Freudiano en Castilla y León y uno de los fundadores de la Otra psiquiatría , así como miembro del trío Alienistas del Pisuerga, desde el que han recuperado textos fundamentales de los clásicos de la psicopatología inéditos en castellano.

—¿Algún día habrá esas pastillas de la felicidad?

—Por desgracia, no existen las pastillas para la felicidad. Por desgracia, además, nunca dispondremos de píldoras de la felicidad. La felicidad no es un estado, sino momentos, a menudo efímeros.

—¿Ni pastillas, ni felicidad?pidorasdefelicidad1

—Aunque es una aspiración muy loable, la felicidad no está en el programa de los logros posibles del hombre. La condición humana y la felicidad describen trayectorias asintóticas. Por eso decía que, aunque mejoremos las pastillas, la felicidad se nos escapará como agua entre las manos.

—¿Estamos pasando de la mitificación de los fármacos como remedio para todos los trastornos anímicos a su maldición?

—Aún estamos lejos de maldecir los medicamentos. Hay mucho negocio en juego para que eso pueda darse. Creo que nadie en su sano juicio renegaría de los fármacos. Bien usados, son saludables. Mal usados, como su nombre indica, son veneno. Ahora bien, considerar, como se hace a menudo, que los psicofármacos son el único tratamiento en las dolencias anímicas, es un grave error. También es un grave error descartarlos. Creo que ese tipo de opiniones extremas las tienen quienes no bregan a diario con el sufrimiento humano.

—¿El uso de fármacos ha reducido los trastornos?

Desde más de medio siglo se ha generalizado paulatinamente la creencia en los psicofármacos, a los que se considera el único o el principal remedio para las alteraciones psíquicas. A mi manera de ver, eso es falso. Es falso puesto que cuantos más y mejores medicamentos tenemos, el número de enfermos y enfermedades mentales se ha multiplicado. Y se ha multiplicado tanto, que hoy día es difícil encontrar a alguien a quien no colgarle un diagnóstico psicopatológico, es decir, alguien que no necesite tratamiento farmacológico o psicológico. Este hecho invita a pensar que hay algo turbio en todo este mundo de la salud mental.

—El exceso de confianza en los fármacos para remediar depresiones, ansiedad y trastornos similares ¿resta a la persona capacidad de respuesta para buscar su bienestar?

—Yo creo que sí. La excesiva «medicalización» y «psicologización» de las desgracias y sufrimientos acaba por hacernos más débiles. Cuando se protege demasiado a alguien se le convierte en un indefenso y en un pusilánime. Si un antiguo, un medieval o un renacentista se asomara a nuestro tiempo, le horrorizaría comprobar que para nosotros la tristeza es una enfermedad y que además la tratamos como tal.

—¿Estaban más acertados que en el siglo XXI? ¿Qué tipo de problemas presenta la gente que acude a las consultas?

—Con respecto a esto, los hombres que nos han precedido nos superaban. Freud mismo, cuando escribió hace ya un siglo su ensayo Duelo y melancolía, señalaba en las primeras páginas que a ningún médico se le ocurriría tratar a alguien que está sufriendo un duelo, porque eso es un dolor humano y él tendrá que espabilarse para irlo solucionando. Pues bien, una buena parte de las personas que nos visitan en los Servicios de Salud Mental vienen por ese tipo de dolores. De manera que, como decía, el paternalismo y la compasión aumentan nuestra debilidad, y nos convierten en marionetas de los que mueven los hilos económicos.

—¿Qué propuestas tiene el psicoanálisis frente a las pastillas y la felicidad?

—En líneas generales, el psicoanálisis va por un camino distinto al de la psicología y psiquiatría biomédicas. Los métodos terapéuticos que proponen estas últimos están destinados a cerrar los ojos y a fomentar el no querer saber nada sobre lo que nos hace sufrir. Pero, el hecho de que uno cierre los ojos no garantiza que nuestras dramas desaparezcan. El discurso de la psiquiatría y el de la psicología clínica oficial promocionan el no pensar y el no sentir demasiado, promocionan el cambiar los pensamientos por otros positivos, el tomar tal tratamiento para seguir adelante con la vida, el trabajo, el cuidado de los hijos, para aguantar al jefe o pagar las letras de la hipoteca. Esa es una opción, sin duda muy respetable.

—¿Y el psicoanálisis?

—Por el contrario, el psicoanálisis promueve la conquista de un saber acerca de nosotros mismos, de lo que nos hace sufrir y gozar, de lo que repetimos y no nos damos cuenta, de aquello con lo que nos engañamos y acaba pasándonos factura y haciéndonos más desgraciados, aunque le echemos la culpa a otro. La conquista, en definitiva, de un saber que sea liberador, aunque eso lleve tiempo, soledad y sufrimiento, y necesite cierta valentía.

—¿Cuáles son los malestares de nuestro tiempo y nuestra sociedad? ¿Lo sufren igual hombres o mujeres?

—Seguramente la depresión, la llamada depresión. Cuando hablo de depresión me refiero a las formas neuróticas o distímicas de depresión, no a las grandes depresiones o melancolía. En cierta medida, estas depresiones de andar por casa muestran el fracaso del deseo, es decir, el bajar los brazos ante las adversidades de la vida y el renunciar a solucionar los problemas que se nos plantean por el mero hecho de vivir. En este sentido, quien se deprime ha fracasado. Y para curarse tiene que volver a meterse en los problemas de la vida, recuperar las aspiraciones que tuvo o inventar otras nuevas, es decir, tiene que hacer de su insatisfacción el motor y no el obstáculo de la vida.

—¿Qué influencia tiene la sociedad en la que vivimos en estas formas de depresión?

—También la depresión supone, desde un punto de vista sociológico, un fracaso: un fracaso del modelo que se nos ha vendido como felicidad, es decir, tener muchas cosas para ser felices y descubrir que cuanto más tenemos más en falta estamos.

No es la primera vez que José María Álvarez viene a León. Ya lo hizo en otra ocasión para presentar en el hospital psiquiátrico Santa Isabel su libro Estudio sobre la psicosis. La mayoría de sus publicaciones combinan el psicoanálisis con la psicopatología clásica y se ocupan en especial de la locura y sus temas esenciales, como las alucinaciones, los polos de la psicosis y el delirio; también de los grandes maestros de psicosis, sobre todo Schreber, Aimée, Wagner y Joyce; y de los problemas tradicionales de la psicopatología, como la melancolía, la paranoia y la histeria. Sus intereses están prefijados desde su tesis doctoral sobre la paranoia, perspectiva desde la que ha analizado la subjetividad, la psicosis y la terapéutica de la locura.

(2016)

Fuente: Diario de León

La decadencia del verso amoroso y el incremento de la anorexia

Entrevista a Silvia Ons, por Pablo Chacón

-¿Qué es la anorexia, que al parecer incumple con el abuso aunque es compulsiva? Es difícil entender por qué es más habitual entre mujeres que hombres.
-La anorexia surge generalmente durante la adolescencia, en el sexo femenino, y se ha incrementado en los últimos años en los países capitalistas. Casuística que invita a la indagación sobre la relación existente entre esta afección, la sexualidad femenina en la adolescencia y el capitalismo. Dice Freud que la neurosis alimentaria paralela a la melancolía, es la anorexia: La famosa anorexia nerviosa de las niñas jóvenes me parece una melancolía en presencia de una sexualidad no desarrollada… Pérdida de apetito en lo sexual, pérdida de libido. Freud no acentúa tanto la oralidad en sí misma, sino la melancolización ante sexualidad incipiente. Lo perturbador es el sexo. ¿Por qué es más frecuente en las mujeres? El factor desencadenante que encontré en mi clínica, puede aislarse con bastante precisión y se recorta en torno a una frase, proveniente en general de un hombre que exalta el nuevo cuerpo de la púber. Tal exclamación pone en evidencia el valor de goce de las pletóricas carnes, hiere el pudor, quiebra los velos. A diferencia del piropo, que viste al cuerpo de metáforas, las denominadas groserías lo desnudan. El epíteto resalta el lugar de la joven como objeto sin la mediación del verso amoroso. El desenlace sigue una secuencia regular; en lo sucesivo la muchacha intentará hacer desaparecer las turgencias del cuerpo que provocaron esa manifestación de goce. Imposible no retrotraernos a la conferencia sobre el piropo que (Jacques-Alain) Miller pronunció en Venezuela. El piropo no opera mediante una referencia directa a la relación sexual, apunta, de manera lateral, a elementos secundarios y subalternos. La alusión resalta el brillo de la belleza, juega con el sinsentido que atrae como tal significaciones mucho más amplias que las que la descripción pura podría proporcionar. Lo que lo separa de la grosería es su carácter de agudeza. ¿No se verifica acaso una correlación entre la decadencia del verso amoroso y el incremento de la sintomatología anoréxica? Cristina Piña relata el pavoroso encuentro de Alejandra Pizarnik con la ciudad de Nueva York, a través de una carta que la poeta dirigió a su amiga Ivonne Bordelois:

7 de mayo de 1969
Empiezo con N. York. De su ferocidad intolerable no necesito enseñarte nada. Vos habrás sentido como yo que allí el poema debe pedir perdón por su existencia. El poema, el amor, la religión, la comunión, todo lo que sea belleza sin finalidad ni provecho visibles…

Una joven anoréxica describe su decepción en una disco de la siguiente manera: te miran y sólo te miran, ni siquiera son capaces de versearte. El verso con el que los varones abordan a las mujeres tiene -aún en su aspecto degrado- afinidad homofónica con la poesía. Y la declinación de ambos corre paralela en estos tiempos.

Bulimia nerviosa. Entiendo que así la diagnostican. ¿Cómo pensás que la publicidad, ahora menos que antes, contribuyó a su difusión en un mundo donde la tercera parte no tiene redes cloacales, los hambrientos son multitud y existen más de doscientos millones de obesos?
-La bulimia forma parte de los nuevos síntomas típicos de la época a tal punto que el término no aparece en la obra de Freud y solo una vez en la de Lacan. Quizás los famosos atracones alternados a veces con comportamientos anoréxicos nos hablen de una contemporaneidad signada por excesos y restricciones. Es que el capitalismo avanzado es en verdad bulímico ya que se nutre de una exacerbación de la falta y de los objetos que podrían colmarla. Vemos cómo sus dos ingredientes -rechazo del amor y ofertas permanentes para el consumo- se vinculan con lo que Lacan planteó respecto a este síntoma. Es bastante frecuente que las mujeres apelen a la comida cada vez que una decepción conmueve sus vidas. Así se produce un circuito infernal en el que la frustración se compensa con una ingesta angustiante que luego puede dar lugar al vómito o al laxante. El bulímico no es el que gusta de la comida, no es el sibarita que come regularmente más de lo aconsejado aumentando de peso; el bulímico es quien sufre de episodios de una ingesta desmesurada, violenta, descontrolada. Tal desborde va acompañado de culpa y de angustia; no se trata del gusto por comer sino de una compulsión imperiosa. La pérdida de la mesa familiar en el estado actual del capitalismo está asociada tanto con la anorexia como con la bulimia. Comer con otros, compartir vivencias, respetar la tradición hace que el alimento quede mediatizado por palabras; cuando esto falta aparece en forma cruda, ocasionando estos desórdenes. Es en soledad que la anoréxica cuenta las calorías, es en secreto que la bulímica sufre sus atracones. Los imperativos de goce están ligados con una temporalidad asociada a la velocidad que, paradójicamente, produce un agotamiento del tiempo. Es que no dan tiempo, impelen, suprimen la espera. Estas coordenadas tienen una gran incidencia en el síntoma bulímico.

La bulimia nunca es reductible a una compensación del amor que se frustra, ya que lleva consigo un núcleo singular de goce mostrando lo indómito de una pulsión desregulada. Nótese, al respecto, que es propia de países que han resuelto el problema de la alimentación. Porque no es lo mismo en las zonas donde la comida casi no existe y lo que está en juego es la supervivencia. Pero en el caso de estar resuelto, puede verse que la pulsión oral es imposible de domesticar. En los Estados Unidos, en el lapso de una generación, se ha multiplicado el número de personas obesas. La población en riesgo está formada sobre todo por mujeres de cualquier clase social en países industrializados como USA, América Latina en general, la Unión Europea, Canadá, Australia, Japón, Nueva Zelanda y Sudáfrica.

-Dos representaciones: Delphine De Vigan, protagonista de Días sin hambre; Stendhal, su alter ego, en Rojo y negro. ¿Cómo juega la anorexia en una mujer y en un hombre de épocas distintas? ¿Puede hablarse de anorexia?
-Acuerdo con De Vigan, escritora, ex anoréxica, en no reducir la anorexia a un producto de la moda con su estética; hay, sin duda alguna, una búsqueda de una espiritualidad que rechaza el cuerpo y quizás ello conecta a las anoréxicas de todos los tiempos. Cabe aquí recordar al Filebo de Platón, evocar su curioso ejemplo: el deseo puro del placer puro de la pura blancura. Esa pura blancura es el blanco sobre el que nada aparece, ningún rasgo, ningún atractivo, ninguna figura. El deseo puro es el deseo blanco, es decir, aquel que rechaza el color que -para los chinos- es la sexualidad misma.

¿Puede entenderse la anorexia según el sistema de las adicciones? Si es así, ¿cómo sería?
-Se trata de una adicción muy particular: adicción a la nada, afirmación del deseo de nada. Si bien la búsqueda de una espiritualidad conecta a las anoréxicas de todos los tiempos, considero que las modificaciones producidas en el lugar del amo inciden en la frecuencia de la sintomatología histérica. Ese sitio es ocupado cada vez más por el discurso capitalista, en el que la apropiación del plus de gozar no está obstaculizado por barrera alguna. El saber se consuma en la producción del objeto para obturar la división subjetiva. Jorge Alemán asevera que la técnica realiza un movimiento que no respeta a nadie ni a nada, ya que todo pretende ser alcanzado por la voluntad de goce. Pienso a la anorexia de hoy en día como la respuesta de algunas jóvenes histéricas a este imperativo: el sujeto insiste en afirmar su división subjetiva, rechazando al objeto que pretende colmarla. Se afana en albergar la nada, espacio del deseo puro. Una mujer ya no como síntoma de un hombre sino como síntoma del capitalismo. Dice Lacan que lo que caracteriza al discurso capitalista es el rechazo del amor y de la castración. Notablemente, esto se vincula con lo que señala acerca de la madre de la anoréxica: aquella que confunde el don de su amor con el don de sus cuidados. Es decir, aquella que suministra demasiada comida en lugar de amor. ¿No son acaso los objetos de consumo profusamente disponibles, los equivalentes de la papilla asfixiante? Se podría pensar que el otro de la anoréxica es el discurso capitalista, ella muestra la verdad de ese discurso: el sujeto bajo el imperativo del consumo, se consume.

Campaña You are not a sketch -Brasil-
Campaña contra la anorexia «You are not a sketch» -Brasil-

-René Girard habla de un deseo mimético. ¿Qué pensás?
-Para Girard, el origen de la violencia deriva de un deseo mimético, provocador de crisis y de rivalidad. Si los deseos no tuviesen esa característica, se encontrarían fijados permanentemente en objetos predeterminados, emparentándose con el instinto. El deseo elige sus objetos gracias a la mediación de un modelo, y tal mímesis es potencialmente divisiva. No deseamos lo que nos parece bueno, sino lo que otros desean. Vemos entonces surgir un nuevo fenómeno de masas en el que los sujetos se identifican ya no por tener un ideal común sino ciertas inclinaciones que -insisto toman mayor fuerza al ser confesadas y colectivizadas.

Hay páginas en Internet que alientan desenlaces letales, como morir, como no comer; tales páginas son fácilmente exploradas por esos muchachos que no se desprenden de la computadora, llamados kikikomori en Japón. El signo de alarma fue mayor para la opinión pública cuando la concreción de la muerte programada por Internet, trascendió el país de Oriente, llegando al Reino Unido. O, reflexiónese, para ilustrar, en las frecuentes cavilaciones de algunos adolescentes acerca de la identidad sexual, esas dudas son prontamente sofocadas cuando lo que antes era una fantasía es considerado indicador de una certera preferencia sexual. Más allá de Internet, en nuestra contemporaneidad, lo que le ocurre a un sujeto es pronto subsumido a una supuesta identidad del ser; para dar alguno de los múltiples ejemplos: si una chica piensa en demasía en una amiga, es por ser lesbiana; si come mucho dulce, bulímica; si experimenta cambios anímicos, bipolar. Eclipsando los matices de las cosas tales nominaciones borran su misterio y hacen que muchas veces, lo que antes podía ser para un sujeto un pensamiento, una conducta esporádica o una fantasía se torne prontamente una clave que responde a lo que sería la real identidad. Y cuando un sujeto está desorientado -algo habitual en estos momentos- se aferrará tanto más a aquello que le daría un supuesto ser. Ciertamente, hay que pensar también la anorexia de acuerdo a estas coordenadas.

(2014)

Fuente: Télam


Silvia Ons

Es autora de Una mujer como síntoma de un hombre, Comunismo sexual y Todo lo que necesitas saber sobre psicoanálisis, los dos últimos publicados por la editorial Paidós. Es analista de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

Antoni Vicens: «El pase desmiente la novela familiar del neurótico»

Entrevista a Antoni Vicens sobre su libro Lenta, precipitadamente. Una experiencia psicoanalítica, editado por la UNSAM en la serie Tyché.

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-¿Cuál es la diferencia entre el testimonio del pase y la novela familiar del neurótico?
– (Jacques) Lacan definió bien el pase, y la concreción de su procedimiento está en los distintos reglamentos. El resto lo van decidiendo los nuevos analistas de la Escuela tal como son nominados. El pase desmiente la novela familiar del neurótico. Si en ésta el neurótico se construye una familia que le sea más familiar que la propia, en el pase aparece lo unheimlich de aquella familia -del tipo que sea- en la que se constituyeron sus primeros objetos de deseo y de amor. La novela familiar implica un desacuerdo con la propia familia; en el pase se obtiene un así la quise: no hay Otro del Otro.

-Hay momentos que el libro se lee como una novela. Pero nunca como una educación de las pasiones. ¿Cómo logró ese efecto?
-Las pasiones no se educan; lo que uno aprende es a aceptarlas como guía de la existencia, de la creación, del circuito de los dones.

¿Qué diferencia estructural hay entre el pase y una suerte de revelación mística?
-La revelación mística comporta una declaración de lo inefable y de lo infinito. El pase se hace con explicaciones. Aún sabiendo que nunca se llega al final, el testimonio del pase se hace dentro de los límites de la existencia como finita. Es lo que Lacan denominó en los primeros tiempos de su enseñanza como la subjetivación de la propia muerte. Aunque sí tienen en común algún tipo de amor en la ausencia del Otro.

-La pregunta anterior la relaciono con algunas páginas de Carlos Castaneda o de René Daumal. Por momentos pareciera el discurso de alguien lastrado de las escorias del yo de las que hablaban uno y otro.
-No conozco lo suficiente esas referencias que cita para poder responderle.

-¿Cuánto tiempo de análisis es necesario antes de pedir el pase? Como estas cosas no se cuentan cronológicamente, supongo que es una pregunta conjetural. Pero usted dirá.
-Los pasantes suelen decir que el análisis mismo les llevó al momento de dar testimonio, y que era ese momento y no otro.

-Quien haya hecho el pase, ¿se transformará necesariamente en psicoanalista?
-No conozco ningún caso en que no haya sido así. Y sucede a menudo que el pasante es alguien que tiene ya una experiencia como psicoanalista. El objetivo fundamental del pase es obtener un saber sobre el paso de psicoanalizante a psicoanalista. Del saber que obtengamos sobre ese paso depende el porvenir del psicoanálisis.

(2014)

Fuente. Télam


Antoni Vicens
Vive en Barcelona, es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). En la actualidad es presidente de la ELP y titular de Filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Nuevos síntomas: un llamado a los psicoanalistas

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Massimo Recalcati

Recalcati es docente en la Universidad de Bergamo, promueve la “salida” de los analistas del consultorio, pero cuidando el rigor de su práctica, para evitar “infecciones” disciplinadoras.
Publicó, entre otros libros, El vacío y el resto. Lacan y el problema de lo real, La clínica del vacío: anorexia, dependencias y psicosis, Sobre el odio y La última cena: anorexia y bulimia.

-Se habla de nuevos síntomas como señales del malestar en la cultura contemporánea.
-Cuando uso la expresión nuevos síntomas refiero a aquellas patologías que en el capitalismo avanzado han alcanzado una difusión epidémica. Las anorexias, las bulimias, las toxicomanías, la neurosis de angustia (el ataque de pánico) o las depresiones. Estos síntomas son nuevos si se los comparan con los síntomas clásicos que el psicoanálisis trató desde su origen: las neurosis histéricas, las neurosis obsesivas, las psicosis. La diferencia está en que los nuevos síntomas no señalan tanto un antagonismo entre la persona y el programa de la civilización -como sucedía con la histérica que impugnaba el orden patriarcal-, sino que subrayan, del sujeto, su inserción conformista.
Hay que pensar, por ejemplo, en la anorexia, su valorización patológica de la imagen del cuerpo-delgado, enfatizado por el sistema social como un icono de belleza; en el cocainómano que usa la sustancia para amplificar sus prestaciones sociales (a propósito, acaban de publicarse dos testimonios invalorables, Días sin hambre, de Delphine de Vigan, y Retrato de un joven adicto a todo, de Bill Clegg). Nos encontramos frente a patologías que surgen no tanto de la tensión conflictiva entre deseo y realidad, sino con productos de una cierta mitología social, entre ellos el de la competencia, el consumo o la imagen. En todos los casos, lo que emerge es un malestar que no opera como una crítica al carácter alienante del sistema sino como exigencia conformista al mismo.

Imagen de la campaña contra la anorexia titulada “You are not sketch”, de 2013

-Usted sostiene que el psicoanálisis está llamado a salir del consultorio para atender a lo social.
-Exacto. El psicoanalista corre el peligro de convertirse en una especie en vías de extinción. La cura propuesta corre el riesgo de verse reducida a una cuestión moral. De igual modo que frente a la palabra, un psicofármaco reivindica una utilidad inmediata, las terapias cognitivo-conductuales serían, en cambio, las que se postularían hoy para tratar las patologías más graves. La ciencia experimental promete dar con los genes de la anorexia y de la obesidad.
Las terapias químicas o las centradas en el llamado síntoma–clave, como las TCC, prometen una mayor eficacia y rapidez frente a los tiempos largos de un análisis. Así, esta práctica corre el riesgo de convertirse en un residuo arqueológico. Pero los psicoanalistas comprometidos podemos atestiguar en la clínica de los nuevos síntomas, que el análisis también posee su eficacia terapéutica. Hemos experimentado esa eficacia no sólo en el consultorio sino también en el compromiso institucional.
El psicoanálisis no es una filosofía, obtiene resultados importantes porque da sentido a la palabra del sujeto, porque presta a esa palabra una atención nueva. Es preciso evitar gozar del privilegio de analistas de consultorio. Es necesario dar vida a instituciones diseminadas por el territorio, abiertas a un público no privilegiado, en las que se pueda practicar el psicoanálisis no como una cura elitista sino como una experiencia para cualquiera, la del propio inconsciente y su poder terapéutico.
Esa es la experiencia analítica: que la cura haga posible una nueva alianza con el inconsciente, una nueva relación del sujeto con su deseo, que ya no es rechazado o delegado en los demás. Hace años creamos Jonas. Hoy existen en Italia 15 sedes, esparcidas en las mayores ciudades. La creación de Jonas es un modo concreto de defender el psicoanálisis y su eficacia en la época del psicofármaco y de las terapias cognitivo-conductuales.

-En esta mirada del psicoanálisis sobre lo social ¿usted incluye también la problemática de los migrantes y sus culturas?
-Para el psicoanálisis cada sujeto es un nómade, un migrante. La identidad es una máscara. Cada uno de nosotros no sólo es un nómade, un migrante, sino que tiene que hacer frente, como ha enseñado Freud, a una multitud de instancias internas. En el mundo contemporáneo no es posible evitar interrogarse por una identidad constituida no sobre la exclusión del extranjero sino sobre su progresiva inclusión. Extranjero, o excluido de las relaciones de producción.

-¿Puede el psicoanálisis ofrecer una posibilidad de lectura del clima de miedo que se respira por todas partes?
-Diría que lo que está más difundido no es el miedo sino el pánico. El miedo, de hecho, es una reacción emotiva frente a un objeto determinado. El pánico es una reacción frente a la imposibilidad de identificar, de delimitar el objeto dañino del cual proviene la amenaza. En ese sentido, la inseguridad lo es en relación con la pérdida de los límites, de los límites simbólicos de nuestra experiencia. Incluso aquello que amenaza la propia vida hoy parece carecer de rostro determinado.
El fundamentalismo, desde este punto de vista, es un ejemplo dramático; ha convertido en inservible la idea de un enemigo visible, localizable. Una bomba puede estar en cualquier lado, desbaratar cualquier medida de protección. Ni siquiera la vida de los niños supone una barrera a la furia del terror. La experiencia del análisis ayuda a reconocer lo extranjero que nos habita, nuestro ser más terrorífico, y así nos vuelve más tolerantes frente a las incógnitas de la vida.

(2013)

Fuente: Télam

Marie-Hélène Brousse: «La paz es un sueño; la guerra, una pesadilla»

Doctora en psicoanálisis, profesora en la Marie-Hélène BrousseUniversidad de París VIII, agregada en
Filosofía, también se considera feminista. Es miembro de la Escuela de la Causa Freudiana de París (ECF), y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP.) Publicó una compilación titulada El psicoanálisis a prueba de la guerra.

-Si no existe guerra sin discurso, ¿qué cambió -además de las teorías de Freud- entre la primera y la segunda guerra, y después, durante la llamada guerra fría y luego, después del 11-S?

Cambió el discurso. Bajo la presión de distintos elementos, el reino de un significante amo (S1) se acaba: en lo real, con los avances de la ciencia; en lo simbólico, con los enfrentamientos, como dice Lacan, con discursos minoritarios. Lo imaginario acompaña estos cambios con los procesos de rivalidad y competencia (concurrence.) Lacan llama a estos momentos de cambio crisis de la pregunta por la verdad. Los avances de la doxa, es decir, los cambios en el discurso del amo, se producen en esos momentos de crisis, respecto a la verdad de un momento histórico. La guerra fría se reduce a dos tipos de verdades enfrentándose, compitiendo hasta que uno se impone. La caída del muro de Berlín marcó la victoria del discurso del capitalismo. Después del 11-S, se manifiesta la subida de otro discurso, presentándose como religioso, challenger del capitalismo. Por ejemplo, hay bancos musulmanes con sus propios valores y reglas. No fueron víctimas de la crisis bancaria de las subprimes por tener otras reglas en relación con el uso del dinero. Uno de esos bancos acaba de instalarse en Alemania. Los turcos instalados en Alemania eligen esos bancos. El discurso amo no es sino un modo de goce que se considera el único posible.

-Los mercados comunes, la segregación, ¿han crecido, objetivamente, desde que Lacan hablara de ello, o es un movimiento de la época que el propio Lacan dedujo?

-En efecto, lo que dice Lacan en los sesenta se verifica totalmente. Lo universal es la consecuencia lógica del imperio del Uno; incluso cuando se modifica este Uno, pasando del Padre y su evaporación al imperio de otro Uno, esencialmente el Uno del discurso matemático. La mayor universalidad, en la economía global, en el saber -el de la ciencia-, en la difusión de la información tanto como en la de los objetos mercantiles, eso es lo que produce mayor segregación. Pero una segregación voluntaria, la de las minorías, que se constituyen a partir de una referencia a unos supuestos orígenes (siempre perdidos) o a cualquier modo de goce. La segregación ahora es un modo de gobernabilidad: como tal, se llama diversidad y se agrega, interpretando, al principio de Igualdad de los Derechos Humanos de las Luces.

-En cualquier caso, ¿por qué la guerra, más allá de los sujetos, importa al psicoanálisis?

-La guerra importa al psicoanálisis desde la primera guerra mundial. Fue con los traumatizados de entonces que Freud cambió su topología. La guerra cumplió, para Freud, la misma función de objeción al principio de placer que la pesadilla. En la guerra se puede estudiar el lazo entre lo simbólico y lo real. La paz es un sueño; la guerra, una pesadilla. La guerra entonces despierta el nudo entre real y lenguaje, que de manera mítica, Freud llamo pulsión de muerte.

-¿Puede preguntarse un analista si ahora se vive mejor que antes (digamos, antes de la invención de los sistemas inmunológicos), sin caer en una obviedad?

Para un analista, el único valor es apuntar a los ideales de vida de cada sujeto en su singularidad. Del lado de la objetividad, es decir, bajo criterios precisos (duracion de la vida, dolor físico, etcétera), se puede hablar de mejoría. Pero no se puede del lado del sujeto y de su modo de goce.

-El mito fáustico (vivir más tiempo a cambio de vaya a saber qué), ¿es un deseo que organiza la existencia del viviente? Si lo fuera, ¿por qué cree usted que es así?

Lo que organiza la vida de un serhablante es el lenguaje; vive en él, es su realidad, de la cual no puede salir; el serhablante es un efecto de significantes sin sentido; el lenguaje es el lugar de las satisfacciones y de los objetos. Este Otro lo considera completo y le permite pensarse así también. El psicoanálisis, como experiencia de discurso, permite descubrir que este Otro en el cual creemos es incompleto, inconsistente. La muerte en este sentido funciona como una figura fundamental de lo real, como dice Lacan en el Seminario 21: como límite de las palabras. Lacan, en la conferencia de Lovaina, acentúa esta función de límite de la muerte. Límite a los goces de la lengua y de la palabra. Es un límite que puede producir un mito.

Eugene Delacroix -The liberty leading the people-1830

-Finalmente, le pido una pequeña reflexión sobre su participación en las reuniones que organizó la ONU respecto a las mujeres, el género y el empoderamiento en el siglo XXI.

-Bueno, se trató de una Babel de discursos. Cada uno en su delirio. El sexo, reducido al género, que opera identificaciones simbólicas e imaginarias. El empoderamiento de las mujeres, en estrategias para poseer el falo, que como Lacan dice en el Seminario 5, no le falta a las mujeres. Y la solución a la guerra de los sexos, pues más género. La inclusión es el significante que reemplaza a la fraternidad de la revolución francesa de 1789.

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Banksy -Sobre Francia y el trato que les brinda a los refugiados-

 

(2015)

Fuente: Télam

Un nuevo amor, frente a la decadencia del amor

Entrevista a Mercedes de Francisco

De Francisco es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, también es docente del Nuevo Centro de Estudios Psicoanalíticos (NUCEP).

-¿Hay un nuevo amor, propio del siglo XXI, o hay una nueva manera de vivir el amor? En cualquier caso, ¿cuál sería el rasgo diferencial de ese nuevo amor?

El diagnóstico que sociólogos, politólogos, filósofos hacen del siglo XXI, es que el amor ha perdido intensidad, se ha devaluado, está en decadencia y ello preocupa. Sin embargo, parece haber un acuerdo en considerar que el amor es parte fundamental de la vida para los seres hablantes. Freud afirmó que una civilización donde el amor pierde su valor, es una civilización en decadencia, y desde luego en este momento dichos signos no pueden ignorarse. Los estudios de campo que realiza la socióloga Eva Illouz le sirven para constatar los cambios en las costumbres amorosas y el impacto que la técnica está teniendo en ellas. Se buscan causas, donde se invoca a la psicología y al psicoanálisis como si se tratara de la misma cosa, y cuando hay una mención más específica (al psicoanálisis) se apela a los posfreudianos, dejando de lado el camino que abrió Jacques Lacan. Estos sociólogos oscilan entre la constatación de los hechos, la nostalgia por tiempos pasados y la dificultad para encontrar una salida frente a los efectos que está teniendo la tecnociencia sobre los cuerpos, el discurso y los afectos. Hace años comencé a interesarme por este nuevo amor que Lacan extrae del poema de (Arthur) Rimbaud, A una razón, y al que Jacques-Alain Miller alude en varios de sus cursos para mostrar cómo el amor es una suplencia frente a la imposibilidad de proporción sexual.
Es evidente que si sólo existiera esta imposibilidad y la respuesta de goce sinthomático que cada uno tiene, no podríamos hacer ningún tipo de lazo que hiciera posible la existencia. Lacan muestra que en todas las épocas el amor ha tenido la función de suplir esa imposibilidad, taponándola, olvidándola detrás de los velos fálicos de la significación. En el capitalismo salvaje que se basa en eliminar todo eco de lo imposible lo nuevo del amor será lacaniano. Un nuevo amor que hunda sus raíces en dicho imposible.

-El libro está ilustrado por cantidad de referencias a libros y a películas. Pero te nombro tres, más o menos nuevas, que quizá ayuden a pensar este nuevo aire de época: La gran belleza, de Paolo Sorrentino; Jeune et jolie, de Francois Ozon; y Don Jon, de Joseph Gordon-Levitt. No sé si la figura del varón aparece degradada. Pero creo que a la figura de la mujer, en los tres casos, se le supone un saber, pero un saber incognoscible. Si agregamos Nymphomaniac, de Lars von Trier, completamos un pequeño cuadro.

-Dejo de lado Nymphomaniac, que todavía no he visto, sólo se ha estrenado la primera parte en Madrid. La gran belleza y Jeune et jolie creo que son ejemplo de los momentos que estamos transitando y no considero que las mujeres salgan mejor paradas que los hombres. En la película de Sorrentino, que pinta la decadencia de una determinada clase social italiana, las mujeres están inmersas, como los hombres, en un mundo de banalidad y de goce cínico donde no se diferencian unos de otras. La voz del relato, que coincide con el protagonista, lo reconoce y avanza hacia su decrepitud. En este film, a mi parecer, la única mujer que tímidamente da signos de su feminidad es la criada. Desde luego, no entro aquí en consideraciones estéticas, aunque creo que Roma, con sus fuentes, plazas, puentes y palacios, o la monja mística que hace una clara alusión a la madre Teresa de Calcuta, ni siquiera sirven como antídoto o barrera a una decadencia fútil y obscena.
Algo distinta es Don Jon. Sin ser una película pretenciosa, con ese tono de comedia al uso… parece tratar con bastante inteligencia las dos posiciones solipsistas, tanto la del protagonista, Jon, con su adicción a la pornografía, como la que interpreta Scarlett Johansson, y su adicción a la idea de un novio hecho a su imagen y semejanza. Bajo la apariencia de que el encuentro se torne significativo, ella esconde su afán de dominarlo en cada una de las facetas de su vida. Amigos, familia, sexualidad, hobbies, todo tiene que quedar sometido a la mirada de esta aparente mujer.
Diré, con cierta ironía, que gracias a que descubre el historial de visitas a páginas porno, y por eso rompe con él, Jon logra liberarse. Me gustaría señalar el papel que cumple su hermana, que en todas las escenas familiares, incluso en la iglesia, está presente, siempre absorta en su iPhone; sin embargo, es la única que ha sabido apreciar el tipo de mujer que era Scarlett Johansson. Y es gracias al encuentro con una mujer, Julianne Moore, que se abre para Jon la posibilidad de amar, de hacer el amor y asumir una posición masculina que nada le debe a la versión edípica. Jon nos dirá que cuando está con ella, lo demás se esfuma y entonces él puede perderse, sentir el encuentro como real. Y el porno queda atrás no por obligaciones maritales o indicaciones terapéuticas sino por el encuentro con una mujer.

-La prostitución a la que se entrega la protagonista de Ozon, ¿tiene alguna relación con la clandestinidad a la que hacés referencia en uno de los capítulos del libro?

-En el capítulo amores clandestinos hago una distinción entre el secreto y lo clandestino como atributo del amor. Justamente, la protagonista de Jeune et jolie lleve en secreto sus prácticas en el mundo de la prostitución, que es lo que más se aleja a lo que trabajé como lo clandestino. En esta película, a mi entender, se trata del encuentro con el otro sexo de una joven de 17 años. Su primera relación está marcada porque el varón va a lo suyo, y lo que ella repite cada vez que se cita con sus clientes a través de su iPhone, es eso. ¿Qué mejor que la prostitución para encontrar este va a lo suyo del macho, una y otra vez?… con la salvedad de que en estas citas ellos pagarán y cuanto más, mejor. Es con la aparición de la contingencia dramática que su embrollo, fundamentalmente edípico, de rivalidad con la madre saldrá a la luz. Pero para tener algún atisbo de lo clandestino, hay que amar, esta joven no ama. Por eso su personaje es tan actual, no por su experiencia como prostituta. Su desapego, incluso ese estilo algo cínico y provocador en sus lazos familiares y de pareja, trae ecos de la actualidad. Cuando surge la chispa del encuentro amoroso, sentimos, por un lado, una certeza y por otro, un desconocimiento de las razones que nos llevan a elegir a esa persona. Lo desconocido para nosotros lo nombré clandestino, tomándolo de una novela de Philippe Sollers.

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-Pregunto eso porque paradójicamente, cuando esa práctica se extiende (pienso también en la película donde Juliette Binoche hace de una periodista que cede a la tentación), también se extiende la violencia de género -esto es, la impotencia masculina.

-Son varias las cuestiones que planteás en esta pregunta. Es evidente que la prostitución es algo que atraviesa las épocas. Y la mal llamada violencia de género, pues hablamos violencia contra la mujer, no es un fenómeno nuevo. Los maltratos por parte de los hombres en las relaciones de pareja han existido en épocas pasadas, incluso estaban legalizadas pues la mujer era una pertenencia del marido o del padre. El momento donde matrimonio y amor, que estaban separados, se unieron, afectó a la institución familiar que se vio zarandeada por los avatares del amor. A mitad del siglo XX, el avance del control de la natalidad unido a los derechos conseguidos con el voto y en el trabajo, supuso un vuelco definitivo. Este cambio ha sido incomparable respecto a los anteriores. Considerar a la mujer como un ser en pie de igualdad con el hombre desde el punto de vista civil, filosófico y espiritual, es algo inédito. Hasta el siglo XX -y no debe ser casual que nazca en este siglo el psicoanálisis-, las diferencias anatómicas, psicológicas, etcétera, entre hombres y mujeres, servían para justificar la no igualdad de derechos civiles, políticos, laborales.
Y ahora que se sigue luchando por la igualdad, se está corriendo el riesgo de querer borrar estas diferencias. Las igualdades innegables de los derechos humanos no pueden subsumir las diferencias subjetivas y tampoco la diferencia que introduce en el mundo el cuerpo de la mujer. Muchos movimientos feministas critican al psicoanálisis porque consideran que nuestra insistencia en no soslayar esta diferencia sexuada, implicaría un tratamiento discriminatorio. Nada más lejos de nuestros planteos, sobre todo desde la perspectiva de Lacan, que en su retorno a Freud subvirtió la consideración de lo femenino. Posiciones conservadoras y progresistas en el capitalismo actual promueven una homogeneización de los sujetos, que tiende a borrar la diferencia existencial y la posición sexuada de cada uno. Lo homogéneo, lo idéntico, aunque pueda creerse que llevará a algo armónico, lo que genera es un aumento de la agresividad y de la violencia en los vínculos.
Esta violencia está ligada con la diferencia de sexos. Se trata de cómo asume cada sujeto su posición sexuada, y cómo se las arregla con la alteridad que representa una mujer. Frente a la incapacidad de amar esa alteridad que supone el cuerpo de la mujer, el hombre está tentado a violarlo, degradarlo, humillarlo, en un intento desesperado de hacerlo todo suyo, como lo expresa Marguerite Duras en El mal de la muerte. Pero la relación con esa diferencia es problemática para hombres y mujeres. No hay un saber ni una técnica que diga cómo afrontar lo traumático de la sexualidad. Ni un modelo para saber cómo ser hombre o mujer.
El goce, en el hombre, está referido al órgano que porta, su condición de amor es fetichista, parcializada, metonímica. Y en la mujer (su condición) es erotómana, su amor depende del signo del Otro. Para la mujer, su satisfacción, su goce sexual pasa por el amor. Las diferentes formas de goce sexual implican una imposibilidad irreductible, que solamente puede ser tratada por la vía del amor. Pero si este amor no tiene en el horizonte esta diferencia con la imposibilidad, si no está advertido, la guerra de los sexos pasará a la escena.

Sabrás corregirme. ¿Cómo pensar al amor cortés, incluso al amor en la época que Lacan habla de Antígona y más tarde, durante mayo del 68, frente a estos nuevos fenómenos?

-La historia deja sedimentos simbólicos, vigentes en el presente. Somos platónicos, aristotélicos, ocurre lo mismo con el amor. Sobre el Banquete de Platón, Lacan hace un análisis de gran finura, muestra esto mismo. En el seminario sobre la psicosis, dice que el amor cortés sigue teniendo vigencia a través de la sala oscura del cine. La nouvelle vague que tiene a Françoise Sagan y a Bonjour tristesse, de 1954, como un exponente, a través de la relación de una joven y su padre, muestra el declive de la posición viril, a la vez que el nudo rígido de la histérica, de enorme vigencia. Encontramos a hombres y mujeres desorientados frente a lo femenino. Si en los hombres esto es una impotencia cuya consecuencia en la vida sentimental actual se nombra fobia al compromiso, en las mujeres encontramos la deriva hacer de hombre. Hombres y mujeres, cómplices del capitalismo que llama a la erradicación de lo imposible, con el apoyo de la evaluación y del conductismo.
El amor se aleja de la poesía, de su intensidad y valor como tratamiento de lo imposible, se transforma en una mercancía más, a la cual se aplican un sinnúmero de técnicas. Existen ya aplicaciones para el iPhone que evaluarán nuestras relaciones sexuales, o un sujetador con un mecanismo que solamente se abre cuando se trata de un amor verdadero, es la forma que en la actualidad se instala la medida fálica por medio del objeto técnico y su anudamiento con la neurociencia.
Si consideramos la definición de Lacan de lo real como lo imposible de escribir, los nuevos desórdenes de lo real que padecemos tienen que ver con el afán de aniquilar la imposibilidad. Y si el amor es la suplencia de esta imposibilidad, es en ese campo donde se experimentan desórdenes inéditos. La intervención del capitalismo en su maridaje con la ciencia sobre el campo de la sexualidad genera enorme dividendos, pornografía, prostitución, estética. ¿Cuál será el futuro de los seres hablantes si no contamos con lo imposible y con el amor como su suplencia?

(2014)


Fuente: Télam

Mil amigos en Facebook, solos en el día del cumpleaños

Gustavo Dessal tiene “62 años jóvenes”. Y los tiene, dice, “porque cada día invento una razón para desear algo”. Nació en Buenos Aires y se define así: “Soy tozudo. Soy un agnóstico, pero judío, porque creo en el saber. Tengo dos hijas y voy a ser abuelo: eso es estar cerca de la felicidad”. Pero además de tozudo, agnóstico, judío y abuelo, Dessal es psicoanalista y recientemente publicó un libro –El retorno del péndulo– con uno de los grandes pensadores contemporáneos, Zygmunt Bauman.

–Bauman y usted coinciden en que vivimos en el apogeo del principio del placer, pero que eso… ¡nos hace sufrir!

–La historia de la humanidad oscila entre el principio del placer y el de realidad, que lo modula. Y hoy estamos en el apogeo del placer y sufrimos.

–¿En qué lo observa?

–En que ya no vemos la felicidad como la mera aspiración que es sino como un derecho. Y eso no puede sino frustrarnos.

–La felicidad son momentitos.

–Antaño ser feliz era poder comer, y antes bastaba con no ser comido. Pero hoy creemos que si no somos felices es o porque hacemos algo mal o porque nos lo están haciendo. Los pacientes llegan frustrados el lunes porque el fin de semana se las prometían muy felices… y no pasa nada. Ese malestar tiene un denominador común: malinterpreta el amor.

–¿En qué sentido?

–Hablo de otra ilusión: el enamoramiento; ese momento fugaz en el que crees haber encontrado en otro lo que te falta y al unirte a él alcanzas la plenitud que es sólo una chispa, pero suficiente para encender la pasión, que a veces lleva a la locura y a la muerte.

–¿Lo de “locura y muerte” es retórico?

–Para muchos, me temo que no. Me he especializado en pacientes que sufren, mueren y matan por lo que confunden con amor.

–¿Por qué enferman?

–Buscando la felicidad que creen merecer sufren otra patología de esta época: la adicción. Se atan hasta la esclavitud a relaciones y conductas que los hacen gozar y sufrir con tal intensidad que les resulta insoportable dejarlas.

–¿Por qué enganchan tanto?

–Porque todo placer lleva aparejado su displacer. Hay quien se vuelve adicto a una relación tóxica y soporta ser humillado por un espejismo de goce. Y también quien abandona frívolamente a una pareja sólida porque ya no soporta “que tenga tanto vello”.

–La relación extraña es la que dura.

–Porque a la relación de pareja se le exige autenticidad, y antaño, en cambio, se le permitía al otro conciliar realidad y deseo discretamente por otros canales.

–Eras libre mientras el otro no supiera.

–Hoy no se tolera esa dualidad. Y la intensidad exigible en pareja contrasta con las relaciones digitales: tengo pacientes con mil amigos en Facebook que se quedan solos en su cumpleaños.

–¿Por qué el mundo online es leve?

–En el mundo digital lo que decís sólo dura el tiempo en que lo estás diciendo, por eso resulta tan vacuo y conduce a la banalidad y el déficit de atención. La comunicación universal tiene su correlato en una soledad universal.

–¿Cómo se cura la relación patológica?

–El psicoanálisis no persigue la curación, sino un diálogo que te ayude a conocerte para que toleres la frustración ante la adversidad. Paradójicamente, el adicto, al alcanzar la madurez que le libra al fin de su esclavitud, experimenta una sensación de vacío…

–¿El amor también se ha vuelto líquido?

–Como la pareja, ha cambiado mucho, pero su fondo sigue siendo el mismo. Seguimos creyendo en el amor sólido, por eso aspiramos a relaciones sinceras, leales y estables.

-¿Y también ilusorias?

–El amor participa siempre de algo ilusorio que le es irrenunciable y que lo emancipa de la biología para hacerlo singularmente humano. El amor es ilusión o no es.

–¿Cómo lo sabe?

–La inmensa mayoría de los separados aún esperan encontrar una relación genuina.

psique-reanimada-por-el-beso-del-amor-antonio-canova
Psique reanimada por el beso del amor -1793, Antonio Cánova-

(2014)

Fuente: Diario Clarín