Cómo criar a los niños

Entrevista a Éric Laurent,
por Verónica Rubens

2007eric8

Lejos de estar encerrado en un consultorio, viaja por el mundo dictando conferencias que son escuchadas por gente dentro y fuera del ámbito psi, encarnando lo que él ha postulado como el analista-ciudadano: aquel que elabora lo que dice de manera tal que pueda incidir en la civilización.

-Usted ha dicho que allí donde no hay más familia, ella subsiste a pesar de todo. ¿Qué es lo que subsiste?

A partir de un momento que se puede pensar como el fin de una cierta forma tradicional de familia, y desde la igualdad de los derechos, sea entre hombres y mujeres, entre niños y padres o entre las generaciones, se desplazó la manera como se articulaba la autoridad. Además, con la separación entre acto sexual y procreación, y con la procreación asistida, vemos una pluralización de formas de vínculos que permiten articular padres y niños fuera de la forma tradicional. Una de las discusiones entre las civilizaciones de los países hoy es qué es lo que se puede llamar familia alrededor de un niño. Esto se puede hacer tanto con familias monoparentales como cuando hay dos personas del mismo sexo o varias personas que se ocupan de él. Es lo que queda de lo que era la oposición, en un momento dado, entre un modelo de familia tradicional o nada, nada que se pudiera llamar familia según la definición del código civil napoleónico, desde el punto de vista laico: una cierta forma que permitía transmitir los bienes y articular los derechos, pero afuera no había ni bienes ni derechos. Ahora hay pluralización completa y se sigue hablando de familia porque es una institución que permite bienes y derechos y la articulación entre generaciones. Entonces, es lo que queda; en ese sentido, creo que hay una conversación a través de nuestra civilización, un interrogante que da muchas respuestas, que algunos aceptan, otros rechazan y otros quieren mantener una forma definida, con un ideal determinado.


Laurent afirma que pensar la figura del padre hoy es un asunto crucial. Y que, incluso cuando el padre falta, lo que hoy no falta es un discurso acerca de lo que para ella es un padre, aun si está ausente. Además, la madre a su vez ha tenido un padre. Lacan trató de separar el padre del Nombre del Padre, es decir, de esta función paradojal prohibición-autorización, que puede funcionar o no más allá de las personas presentes.


-Actualmente, los nuevos roles de las mujeres en el mercado de trabajo y las innovaciones producidas por la ciencia llevan a escenarios impensables hace algunos años en cuanto a los modos de reproducción. ¿Qué tiene para decir el psicoanálisis ante esto?

-En todas estas variaciones o creaciones diversas, distintos discursos van a entrar en conflicto sobre lo que son el padre o la madre en esta ocasión. Pero lo que vemos es que nadie quiere tener hijos sin padres. Es muy llamativo, pero las peleas jurídicas de las comunidades gay y lesbiana para ser reconocidos como padres y madres de hijos, son para poder utilizar los nombres de la familia. El niño es confrontado al hecho de que fuera de la familia circulan otros discursos. ¿Cómo orientarse entonces cuando, por ejemplo, el niño es concebido por fertilización asistida con donante anónimo? Los chicos en la escuela le dicen: «¿Dónde está tu padre?» Y el niño contesta: «Yo no tengo padre». ¿Cómo no va a tener un padre? Eso es imposible… Y entonces, ¿cómo va a contestar y sostenerse con eso? ¿Cómo va a inventar una solución, un discurso posible? El psicoanálisis puede, precisamente, ayudar a que en estas circunstancias el niño, la madre, puedan orientarse en un espacio en el cual sea posible usar los términos padre-madre de una manera compatible con el discurso común.

-Usted ha dicho que en los momentos de grandes cambios los chicos son las primeras víctimas, son los primeros en sufrir el impacto de estos cambios. ¿Cuáles son las cuestiones en juego para los chicos que están creciendo?

-Múltiples. Las formas de patología del lazo social con los chicos y entre los chicos se ven a través de las quejas de los que están a cargo de ellos, especialmente de los pedagogos, con el papel esencial que ahora desempeña la escuela en la civilización. No hace mucho que la escuela tiene este papel tan importante para criar a los niños. Antes, la articulación con la religión, la moral, el Estado, el ejército, tenían un peso, había una variedad de instituciones. Cada vez más se reduce el peso de éstas para centrarse en la gran institución escolar, que recoge a los niños y trata de ordenarlos a partir del saber. Una dificultad para los chicos de hoy (y lo vemos en la enorme cantidad de niños diagnosticados con déficit de atención o hiperactividad) es la de poder quedarse sentados cinco horas en una escuela, lo que no sucedía en otras civilizaciones. Lo curioso es que parece como una epidemia el hecho de que hay más y más chicos que no pueden renunciar a este goce de cuerpo a cuerpo, de las peleas, la agresión física, sin hablar de la violencia desproporcionada, característica de las pandillas de adolescentes. Todo este sufrimiento funda la idea de una patología de la infancia y la adolescencia. Se dice que los chicos no soportan las prohibiciones, no toleran las reglas.

-¿Podría aclarar un poco más qué pasa ahora en las escuelas?

Al poner la educación universal y decir que todos los niños tienen iguales derechos, al meterlos a todos en el mismo dispositivo, hay patologías que entran dentro de este dispositivo escolar que no estaban antes. Por otro lado, con la precarización del mundo del trabajo cada vez más niños son abandonados por la presión que hay. Antes tenían madres para ocuparse de ellos. Ahora se ocupa el televisor. La tevé es como una medicación, es como dar un hipnótico: hace dormir… Es una medicación que utilizan tanto los niños como los adultos para quedarse tranquilos delante de las tonterías de la pantalla. Pero el televisor en común para toda la familia no es la oración común de la tradición, aquella que permitía vincular a los miembros de la familia a través de rituales. Cuando el único ritual es la televisión, comer delante de ella, hablar sobre ella o quedarse en silencio frente al aparato, esto permite articular poco esta posición del padre entre prohibición y autorización. La escuela es precisamente la que articula entonces esta función: los maestros aparecen como representantes de los ideales y esto agudiza la oposición entre niño y dispositivo escolar, transformando las patologías, que no pueden reducirse estrictamente a algo biológico ni a algo cultural, en la imbricación de éstos dentro del dispositivo de la escuela.

-Usted ha mencionado a Lewis y a Tolkien como dos personas que desde la literatura quisieron proponer modelos identificatorios posibles. En una época de caída de los ideales, ¿cómo orientar a los niños en ese sentido?

-La literatura es siempre una excelente vía para orientarse. Después del derrumbe de la Primera Guerra Mundial, del derrumbe de los ideales, los intelectuales estaban preocupados por cómo orientarse y orientar a la generación que venía. Algunos escritores explícitamente pensaron en elaborar con su obra una manera de proteger al niño de la tentación del nihilismo y orientarlo en la cultura y en las dificultades de la civilización, presentar figuras en las cuales el deseo pudiera articularse en un relato. Con El señor de los anillos, Tolkien hizo un intento de proponer a los chicos, a los jóvenes, una versión de la religión, un discurso sobre el bien y el mal, una articulación sobre el goce, los cuerpos, las transformaciones del cuerpo, todos esos misterios del sexo, del mal, que atraviesa un niño; versiones de la paternidad. Tolkien consiguió algo: hay muchos niños para los cuales el único discurso que han conocido y que les interesa sobre esto es El señor de los anillos en los tres episodios. De la misma manera, un escritor católico, como C. S. Lewis, hizo con las Crónicas de Narnia una versión de la mitología cristiana sobre el abordaje de los temas del bien y del mal, de la paternidad, de la sexualidad. Gracias al cine, Tolkien salió de sus años treinta, pero para una generación fue Harry Pot­ter, que articula la diferencia entre el mundo de los humanos y el mundo ideal de los brujos, poblado de amenazas, donde el bien y el mal se presentan como versiones del discurso.

-¿Qué pueden encontrar los chicos en la literatura?

-Harry Potter fue, para muchos chicos, incluso los míos, una compañía: ir creciendo de la infancia a la adolescencia a lo largo de los cinco o seis tomos de la historia. Además, presentó figuras de identificación muy útiles.

Un niño podía prestar atención por lo que le decía Harry Potter, precisamente, sobre cómo se articulan el bien y el mal, sobre cómo hay que comportarse en la vida y cómo manejarse en las apariencias y en los sentimientos contradictorios que uno puede conocer al mismo tiempo. Son herramientas para salvar a las generaciones de la tentación del nihilismo, del pensar que no hay nada que valga la pena como discurso. Cuando nada vale como discurso, hay violencia. El único interés, entonces, es atacar al otro. La crisis de los ideales que se abrió con el fin de la Primera Guerra no se ha desvanecido. ¿A qué deberíamos prestarle atención? Hoy vemos un llamado a un nuevo orden moral, apoyado en el retorno de la religión como moral cotidiana. Cuando en Europa hay violencia en los suburbios, se hace un llamado a los imanes musulmanes para que dirijan un discurso de paz a los jóvenes de la inmigración. También a los curas, para tratar de ordenar un poco el caos engendrado por estos jóvenes desamparados que manifiestan conductas estrictamente autodestructivas por la desesperanza en la que están sumidos. En la esfera política, a través de la famosa oposición entre las cuestiones de issues (temas) y values (valores), vemos que ahora el tema es moral. Hay una tendencia a pensar que para volver a obtener una cierta calma en la civilización se necesita multiplicar las prohibiciones, que la tolerancia cero es muy importante para restaurar un orden firme, que la gente tenga el temor de la ley para luchar contra sus malas costumbres. Los analistas, frente a esta restauración de la ley moral, saben que toda moral comporta un revés, que es un empuje superyoico a la transgresión. Precisamente, la idea de los analistas en su experiencia clínica es que saben que cuando la ley se presenta sólo como prohibición, incluso prohibición feroz, provoca un empuje feroz, sea a la autodestrucción, sea a la destrucción del otro que viene sólo a prohibir. Hay que autorizar a los sujetos a respetarse a sí mismos, no sólo a pensarse como los que tienen que padecer la interdicción, sino que puedan reconocerse en la civilización. Esto implica no abandonarlos, hablarles más allá de la prohibición, hablar a estos jóvenes que tienen estas dificultades para que puedan soportar una ley que prohíbe pero que autoriza también otras cosas. Hay que hablarles de una manera tal que no sean sólo sujetos que tienen que entrar en estos discursos de manera autoritaria, porque si se hace esto se va a provocar una reacción fuerte con síntomas sociales que van a manifestar la presencia de la muerte.

-¿Cómo criar a los niños en esta época?

Hay que criar a los chicos de una manera tal que logren apreciarse a sí mismos, que tengan un lugar, y que no sea un lugar de desperdicio. En la economía global actual, el único trabajo que puede inscribirse es uno de alta calificación, al cual no siempre van a tener acceso. No podemos pensar que vamos a salir adelante sólo con la idea de que si uno trabaja bien y tiene un diploma va a encontrar un trabajo. Hay niños que no van a entrar y, a pesar de esto, tienen que tener un lugar en nuestra civilización. No hay que abandonarlos. Y éste es el desafío más importante que tenemos, el deber que tenemos nosotros frente a ellos. Concebir un discurso que pueda alojarlos dentro de la economía global.

(2007)


Fuente: La Nación

«No deseamos lo que queremos ni queremos lo que deseamos»

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Isabellle Durand foto de Alex García

Entrevista a Isabelle Durand, por Lluís Amiguet

¿Le pregunto desde su diván?
El diván no es imprescindible en la terapia. Carla Bruni, que se psicoanaliza, dijo el otro día en una entrevista que le parece algo incómodo, artificial.

¿Por qué se usa el diván entonces?
Porque el no ver la mirada del psicoanalista puede ayudar a hablar más libremente.

¿Cuál ha sido el paciente más raro que se le ha sincerado?
Todos somos raros. O, si prefiere, nadie es normal. La normalidad no existe: es un invento para quien necesita aferrarse a algo; siempre es relativa y depende de prejuicios que varían según la época y el sitio donde estés. Por eso creo, al igual que Lacan, que todos estamos locos.

¿Y si el paciente es un loco perverso?
Es muy raro que un perverso se psicoanalice por la sencilla razón de que el psicoanálisis requiere del paciente la decisión de enfrentarse al lado oscuro de sí mismo y los perversos suelen eludir ese enfrentamiento.

Cuente su primer caso que recuerde.
Una mujer vino a verme, porque se sentía deprimida y tenía ataques de angustia. Y descubrimos que su malestar empezó cuando abandonó su vocación artística para dedicarse a una carrera universitaria que había elegido sólo para complacer a su padre, y es que retroceder sobre el propio deseo tiene consecuencias.

¿Trata usted a adictos?
Atendí a un hombre de treinta años con una adicción al alcohol y tratamos de averiguar la causa. Bebía cada vez que se sentía inferior y rechazado por los demás. La bebida era su modo de responder a ese complejo.

¿Por qué se sentía inferior?
De niño se creía el preferido de su madre y se quedó fijado en ese deseo de ser el predilecto. Cada vez que no se sentía el más querido, acababa por sentirse rechazado y haciéndose rechazar. Idealizaba a los demás, porque era el modo de seguir creyendo en un otro perfecto. La neurosis, ya ve, acaba siendo una religión y no es fácil ser ateo.

¿Le curó usted?
Dejó de beber. Pero el psicoanálisis no es una terapia más que sólo busca corregir un comportamiento perjudicial. El psicoanálisis no pretende normalizar a nadie, sino ayudar al paciente a encauzar sus excesos hasta convertirlos en energía creativa, como logran hacer los artistas.

¿Por qué somos neuróticos?
Lacan decía que siempre somos responsables de nuestra posición subjetiva…

¿Puede decírmelo y que lo entienda?
Lacan decía que no somos responsables de todo lo que nos sucede, pero sí del sentido que le damos y de cómo sentimos y reaccionamos ante lo que nos sucede.

No decidimos todo lo que nos pasa, pero decidimos si pasamos o no.
Muchos pacientes suelen intuir que la causa de lo que les ocurre tiene que ver con ellos mismos. Y me repiten: “Siempre me sucede eso y no entiendo por qué”; o: “Quisiera hacer aquello, pero hago lo contrario”.

¿Cómo les ayuda?
Vienen para entender por qué siguen haciendo lo que no quieren y el analista con su interpretación transforma esta queja en un deseo de saber. Es lo que llamamos síntoma analítico, y tiene un significado oculto. Para desentrañarlo, los analistas introducimos un “¿Qué quiere decir?” para que el paciente pase de quejarse a querer saber más sobre lo que le ocurre.

A menudo no hacemos lo que queremos ni queremos lo que hacemos.
Ya Ovidio decía: “Veo lo mejor y lo apruebo. Pero hago lo peor”. Es la división entre lo que te conviene y lo que te apetece: exceso de comida, drogas, determinadas conductas sexuales… Y tal vez sea más paradójico aún: no deseamos lo que queremos ni queremos lo que deseamos.

¿Puede ser más concreta?
Por ejemplo, un hombre engaña a su mujer, pero la quiere y en cambio desea a otra que no ama. O una mujer busca ser querida, pero puede en sus fantasías desear ser despreciada por un hombre. Amamos a quien no nos conviene y no a quien deberíamos.

La vida misma… Y no tiene curación.
La vida es lo que hacemos con ella: cada una de nuestras elecciones comporta una pérdida. No es difícil querer algo, lo difícil es querer sus consecuencias. En efecto, siempre queda algo que cojea.

¿Por qué a un hombre le cuesta desear a la que quiere y querer a la que desea?
Es difícil desear lo que ya se tiene. Y eso serviría también para todos, pero para la mujer parece ser menos complicado hacer coincidir el amor y el deseo en un mismo hombre. En cambio, para excitarse sexualmente, muchos hombres necesitan degradar en sus fantasías a la mujer con quien se acuestan.

Parece que nos busquemos problemas.
Los psicoanalistas sabemos que en el sufrimiento hay una satisfacción escondida e inconsciente que hace sufrir y que Lacan llama goce. Es una especie de masoquismo que nos atrapa y del que nos cuesta mucho deshacernos. Cuesta separarse de lo que te hace sufrir, porque también hay un “placer” en ese dolor.

(2014)

Fuente: La Vanguardia

Camaleones (mutaciones, transformaciones, prótesis)

por Marcelo Veras

Trabajo presentado en el X Congreso de la AMP, Río 2016

El cuerpo para el psicoanálisis no es el mismo cuerpo de la biología. En la biología el cuerpo es consecuencia de la reproducción de las especies. Es decir, hasta el momento para los humanos –aunque no es seguro que sea así por mucho tiempo- el cuerpo es fruto de la relación sexual. El cuerpo para el psicoanálisis es una sustancia de goce en busca de solución, una pregunta cuya respuesta no es dada con el nacimiento. No es posible programar el cuerpo que interesa al psicoanálisis porque el mismo es fruto del encuentro de la carne con el significante, un encuentro siempre contingente y aleatorio.

De ese encuentro surge aquello que Lacan llamó lalengua, modo de goce autista que se repite por toda la vida, en cuanto ese cuerpo es un cuerpo hablante. Sin embargo, surge igualmente un lenguaje incierto del Otro, enigma que condena a ese ser al malentendido estructurante de su humanidad. Es lo que hace que los cuerpos atravesados por el lenguaje sean singulares e irreproducibles por la ciencia.

En el momento en que se pide al otro el resto del cuerpo que falta es que el hablanteser se torna un cuerpo sexuado, no en el nacimiento biológico. La sustancia gozante, de ese modo, se vuelve vida al capturarse en una imagen para dar cuenta del agujero que irrumpe en el pasaje de signo a significante.

¿Qué cambia con los avances de la tecnología?

Destituyendo la palabra del Amo antiguo, la tecnología se ha tornado en el mundo contemporáneo en el sujeto supuesto saber dar cuerpo (étoffe) a la producción del objeto. El siglo XXI comenzó marcado por las intervenciones osadas, extrañas e inverosímiles sobre el cuerpo. No se trata más de travestirlo, tatuarlo, se trata de romper de forma más radical con la gestalt del proyecto humanista, que hasta entonces se pacificaba delante del espejo. Como consecuencia surge una inédita y potente alianza entre medicina, cosmética y lógica de mercado.

En este nuevo terreno, ni la medicina está hecha para curar, ni la cosmética está hecha para camuflar. Tenemos una asociación que apunta a colmar el desencuentro entre el sujeto y los ideales de belleza que le son impuestos, aportándole el objeto que falta.

El Amo moderno impone su divisa: la anatomía no es el destino.

Lo que no deja de afectar a la nueva voz del Superyó. La ciencia crea una posibilidad que rápidamente se vuelve una reivindicación de derechos. Si puedo tener pechos más grandes, me sentiré culpable si no los sustituyo. Si surge un tratamiento de cien mil dólares para mi cáncer, me sentiré culpable si no le exijo al estado, o si no se gasta todo el dinero de la economía familiar en  ese nuevo intento.

En el nuevo mundo de las formas, vale entonces la pregunta: ¿qué significa, en los días actuales, la obstinación por buscar estar bien en la foto? Más allá de un mayor número de ‘me gusta’ en Facebook, la busca de la mejor imagen narcisista es siempre una defensa frente a lo que no anda en el campo sexual.

En la clínica de la extracción, el espejismo de la autoestima se obtiene cuando el objeto se refleja en el espejo apagando por un momento la idea de que no sólo es agalma, sino también resto del cuerpo que nunca se asocia con la selfie en la foto. Al final, decir que un cuerpo es hablante es decir que él no se completa, ni en sí mismo, a pesar del goce del Uno que se repite, ni en el cuerpo del otro, ya que en el mejor de los casos el partenaire es el semblante de aquello que hace Uno.

La teoría del narcisismo nos enseña que tener el cuerpo que se desea nunca es para sí mismo, sí lo es, en cambio, para localizarse en el campo del Otro. Con el avance de las técnicas, la lista de modificaciones no se agota, de la nariz al cambio de sexo, de las prótesis peneanas a los senos de silicona, sin hablar del formidable trabajo que envuelve la mecatrónica y las ciencias cognitivas, todo apunta para un adiós al cuerpo creado por Dios. Hoy estamos más para la famosa ironía de Voltarie: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y el hombre le pagó con la misma moneda.

Lo que las nuevas técnicas no consiguen es fabricar un cuerpo que pueda hacer existir la relación, adecuando quirúrgicamente el sujeto al sexo que él cree que le conviene. Por eso es poco probable que un cambio de sexo libre al sujeto del desencuentro sexual. Salvo en poquísimos casos clínicos en que el nuevo cuerpo cae tan bien como un Escabel, el destino más probable es el desencanto.

¿Será esta visión mía, muy conservadora?

Propongo entonces deconstruir lo que dije hasta aquí. Sí, la ciencia hará existir la relación sexual.

En su forclusión, tal como Scherber, ella promoverá el emparejamiento con el Otro. Viviremos la posibilidad del empuje a la mujer, generalizado. Las nuevas técnicas permitirán al sujeto gozar no más con sus prótesis y sí en sus prótesis. Las nuevas prótesis desafiarán la topología de dentro y fuera del cuerpo. Ellas no serán más instrumentos externos para obtener un goce con la carne que se tiene, ellas estarán hechas de carne, conectadas a nuestro sistema nervioso, y proporcionarán al sujeto la misma experiencia de goce que su carne anterior le proporcionaba… o dejaba de proporcionarle.

Con todo, el sujeto emparejado con su prótesis nada dirá de La mujer que no existe. Nacido en cuerpo de macho o hembra, ninguna prótesis peneana o terapia hormonal le dirá los misterios del goce de Santa Teresa de Ávila, ni tampoco las palabras del saber de Tiresias.

(2016)

Traducción: Mercedes Ávila


*Agradecemos al autor su generosidad al permitir la publicación de este artículo en el blog de la Red.

La decadencia del verso amoroso y el incremento de la anorexia

Entrevista a Silvia Ons, por Pablo Chacón

-¿Qué es la anorexia, que al parecer incumple con el abuso aunque es compulsiva? Es difícil entender por qué es más habitual entre mujeres que hombres.
-La anorexia surge generalmente durante la adolescencia, en el sexo femenino, y se ha incrementado en los últimos años en los países capitalistas. Casuística que invita a la indagación sobre la relación existente entre esta afección, la sexualidad femenina en la adolescencia y el capitalismo. Dice Freud que la neurosis alimentaria paralela a la melancolía, es la anorexia: La famosa anorexia nerviosa de las niñas jóvenes me parece una melancolía en presencia de una sexualidad no desarrollada… Pérdida de apetito en lo sexual, pérdida de libido. Freud no acentúa tanto la oralidad en sí misma, sino la melancolización ante sexualidad incipiente. Lo perturbador es el sexo. ¿Por qué es más frecuente en las mujeres? El factor desencadenante que encontré en mi clínica, puede aislarse con bastante precisión y se recorta en torno a una frase, proveniente en general de un hombre que exalta el nuevo cuerpo de la púber. Tal exclamación pone en evidencia el valor de goce de las pletóricas carnes, hiere el pudor, quiebra los velos. A diferencia del piropo, que viste al cuerpo de metáforas, las denominadas groserías lo desnudan. El epíteto resalta el lugar de la joven como objeto sin la mediación del verso amoroso. El desenlace sigue una secuencia regular; en lo sucesivo la muchacha intentará hacer desaparecer las turgencias del cuerpo que provocaron esa manifestación de goce. Imposible no retrotraernos a la conferencia sobre el piropo que (Jacques-Alain) Miller pronunció en Venezuela. El piropo no opera mediante una referencia directa a la relación sexual, apunta, de manera lateral, a elementos secundarios y subalternos. La alusión resalta el brillo de la belleza, juega con el sinsentido que atrae como tal significaciones mucho más amplias que las que la descripción pura podría proporcionar. Lo que lo separa de la grosería es su carácter de agudeza. ¿No se verifica acaso una correlación entre la decadencia del verso amoroso y el incremento de la sintomatología anoréxica? Cristina Piña relata el pavoroso encuentro de Alejandra Pizarnik con la ciudad de Nueva York, a través de una carta que la poeta dirigió a su amiga Ivonne Bordelois:

7 de mayo de 1969
Empiezo con N. York. De su ferocidad intolerable no necesito enseñarte nada. Vos habrás sentido como yo que allí el poema debe pedir perdón por su existencia. El poema, el amor, la religión, la comunión, todo lo que sea belleza sin finalidad ni provecho visibles…

Una joven anoréxica describe su decepción en una disco de la siguiente manera: te miran y sólo te miran, ni siquiera son capaces de versearte. El verso con el que los varones abordan a las mujeres tiene -aún en su aspecto degrado- afinidad homofónica con la poesía. Y la declinación de ambos corre paralela en estos tiempos.

Bulimia nerviosa. Entiendo que así la diagnostican. ¿Cómo pensás que la publicidad, ahora menos que antes, contribuyó a su difusión en un mundo donde la tercera parte no tiene redes cloacales, los hambrientos son multitud y existen más de doscientos millones de obesos?
-La bulimia forma parte de los nuevos síntomas típicos de la época a tal punto que el término no aparece en la obra de Freud y solo una vez en la de Lacan. Quizás los famosos atracones alternados a veces con comportamientos anoréxicos nos hablen de una contemporaneidad signada por excesos y restricciones. Es que el capitalismo avanzado es en verdad bulímico ya que se nutre de una exacerbación de la falta y de los objetos que podrían colmarla. Vemos cómo sus dos ingredientes -rechazo del amor y ofertas permanentes para el consumo- se vinculan con lo que Lacan planteó respecto a este síntoma. Es bastante frecuente que las mujeres apelen a la comida cada vez que una decepción conmueve sus vidas. Así se produce un circuito infernal en el que la frustración se compensa con una ingesta angustiante que luego puede dar lugar al vómito o al laxante. El bulímico no es el que gusta de la comida, no es el sibarita que come regularmente más de lo aconsejado aumentando de peso; el bulímico es quien sufre de episodios de una ingesta desmesurada, violenta, descontrolada. Tal desborde va acompañado de culpa y de angustia; no se trata del gusto por comer sino de una compulsión imperiosa. La pérdida de la mesa familiar en el estado actual del capitalismo está asociada tanto con la anorexia como con la bulimia. Comer con otros, compartir vivencias, respetar la tradición hace que el alimento quede mediatizado por palabras; cuando esto falta aparece en forma cruda, ocasionando estos desórdenes. Es en soledad que la anoréxica cuenta las calorías, es en secreto que la bulímica sufre sus atracones. Los imperativos de goce están ligados con una temporalidad asociada a la velocidad que, paradójicamente, produce un agotamiento del tiempo. Es que no dan tiempo, impelen, suprimen la espera. Estas coordenadas tienen una gran incidencia en el síntoma bulímico.

La bulimia nunca es reductible a una compensación del amor que se frustra, ya que lleva consigo un núcleo singular de goce mostrando lo indómito de una pulsión desregulada. Nótese, al respecto, que es propia de países que han resuelto el problema de la alimentación. Porque no es lo mismo en las zonas donde la comida casi no existe y lo que está en juego es la supervivencia. Pero en el caso de estar resuelto, puede verse que la pulsión oral es imposible de domesticar. En los Estados Unidos, en el lapso de una generación, se ha multiplicado el número de personas obesas. La población en riesgo está formada sobre todo por mujeres de cualquier clase social en países industrializados como USA, América Latina en general, la Unión Europea, Canadá, Australia, Japón, Nueva Zelanda y Sudáfrica.

-Dos representaciones: Delphine De Vigan, protagonista de Días sin hambre; Stendhal, su alter ego, en Rojo y negro. ¿Cómo juega la anorexia en una mujer y en un hombre de épocas distintas? ¿Puede hablarse de anorexia?
-Acuerdo con De Vigan, escritora, ex anoréxica, en no reducir la anorexia a un producto de la moda con su estética; hay, sin duda alguna, una búsqueda de una espiritualidad que rechaza el cuerpo y quizás ello conecta a las anoréxicas de todos los tiempos. Cabe aquí recordar al Filebo de Platón, evocar su curioso ejemplo: el deseo puro del placer puro de la pura blancura. Esa pura blancura es el blanco sobre el que nada aparece, ningún rasgo, ningún atractivo, ninguna figura. El deseo puro es el deseo blanco, es decir, aquel que rechaza el color que -para los chinos- es la sexualidad misma.

¿Puede entenderse la anorexia según el sistema de las adicciones? Si es así, ¿cómo sería?
-Se trata de una adicción muy particular: adicción a la nada, afirmación del deseo de nada. Si bien la búsqueda de una espiritualidad conecta a las anoréxicas de todos los tiempos, considero que las modificaciones producidas en el lugar del amo inciden en la frecuencia de la sintomatología histérica. Ese sitio es ocupado cada vez más por el discurso capitalista, en el que la apropiación del plus de gozar no está obstaculizado por barrera alguna. El saber se consuma en la producción del objeto para obturar la división subjetiva. Jorge Alemán asevera que la técnica realiza un movimiento que no respeta a nadie ni a nada, ya que todo pretende ser alcanzado por la voluntad de goce. Pienso a la anorexia de hoy en día como la respuesta de algunas jóvenes histéricas a este imperativo: el sujeto insiste en afirmar su división subjetiva, rechazando al objeto que pretende colmarla. Se afana en albergar la nada, espacio del deseo puro. Una mujer ya no como síntoma de un hombre sino como síntoma del capitalismo. Dice Lacan que lo que caracteriza al discurso capitalista es el rechazo del amor y de la castración. Notablemente, esto se vincula con lo que señala acerca de la madre de la anoréxica: aquella que confunde el don de su amor con el don de sus cuidados. Es decir, aquella que suministra demasiada comida en lugar de amor. ¿No son acaso los objetos de consumo profusamente disponibles, los equivalentes de la papilla asfixiante? Se podría pensar que el otro de la anoréxica es el discurso capitalista, ella muestra la verdad de ese discurso: el sujeto bajo el imperativo del consumo, se consume.

Campaña You are not a sketch -Brasil-
Campaña contra la anorexia «You are not a sketch» -Brasil-

-René Girard habla de un deseo mimético. ¿Qué pensás?
-Para Girard, el origen de la violencia deriva de un deseo mimético, provocador de crisis y de rivalidad. Si los deseos no tuviesen esa característica, se encontrarían fijados permanentemente en objetos predeterminados, emparentándose con el instinto. El deseo elige sus objetos gracias a la mediación de un modelo, y tal mímesis es potencialmente divisiva. No deseamos lo que nos parece bueno, sino lo que otros desean. Vemos entonces surgir un nuevo fenómeno de masas en el que los sujetos se identifican ya no por tener un ideal común sino ciertas inclinaciones que -insisto toman mayor fuerza al ser confesadas y colectivizadas.

Hay páginas en Internet que alientan desenlaces letales, como morir, como no comer; tales páginas son fácilmente exploradas por esos muchachos que no se desprenden de la computadora, llamados kikikomori en Japón. El signo de alarma fue mayor para la opinión pública cuando la concreción de la muerte programada por Internet, trascendió el país de Oriente, llegando al Reino Unido. O, reflexiónese, para ilustrar, en las frecuentes cavilaciones de algunos adolescentes acerca de la identidad sexual, esas dudas son prontamente sofocadas cuando lo que antes era una fantasía es considerado indicador de una certera preferencia sexual. Más allá de Internet, en nuestra contemporaneidad, lo que le ocurre a un sujeto es pronto subsumido a una supuesta identidad del ser; para dar alguno de los múltiples ejemplos: si una chica piensa en demasía en una amiga, es por ser lesbiana; si come mucho dulce, bulímica; si experimenta cambios anímicos, bipolar. Eclipsando los matices de las cosas tales nominaciones borran su misterio y hacen que muchas veces, lo que antes podía ser para un sujeto un pensamiento, una conducta esporádica o una fantasía se torne prontamente una clave que responde a lo que sería la real identidad. Y cuando un sujeto está desorientado -algo habitual en estos momentos- se aferrará tanto más a aquello que le daría un supuesto ser. Ciertamente, hay que pensar también la anorexia de acuerdo a estas coordenadas.

(2014)

Fuente: Télam


Silvia Ons

Es autora de Una mujer como síntoma de un hombre, Comunismo sexual y Todo lo que necesitas saber sobre psicoanálisis, los dos últimos publicados por la editorial Paidós. Es analista de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

Un nuevo amor, frente a la decadencia del amor

Entrevista a Mercedes de Francisco

De Francisco es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, también es docente del Nuevo Centro de Estudios Psicoanalíticos (NUCEP).

-¿Hay un nuevo amor, propio del siglo XXI, o hay una nueva manera de vivir el amor? En cualquier caso, ¿cuál sería el rasgo diferencial de ese nuevo amor?

El diagnóstico que sociólogos, politólogos, filósofos hacen del siglo XXI, es que el amor ha perdido intensidad, se ha devaluado, está en decadencia y ello preocupa. Sin embargo, parece haber un acuerdo en considerar que el amor es parte fundamental de la vida para los seres hablantes. Freud afirmó que una civilización donde el amor pierde su valor, es una civilización en decadencia, y desde luego en este momento dichos signos no pueden ignorarse. Los estudios de campo que realiza la socióloga Eva Illouz le sirven para constatar los cambios en las costumbres amorosas y el impacto que la técnica está teniendo en ellas. Se buscan causas, donde se invoca a la psicología y al psicoanálisis como si se tratara de la misma cosa, y cuando hay una mención más específica (al psicoanálisis) se apela a los posfreudianos, dejando de lado el camino que abrió Jacques Lacan. Estos sociólogos oscilan entre la constatación de los hechos, la nostalgia por tiempos pasados y la dificultad para encontrar una salida frente a los efectos que está teniendo la tecnociencia sobre los cuerpos, el discurso y los afectos. Hace años comencé a interesarme por este nuevo amor que Lacan extrae del poema de (Arthur) Rimbaud, A una razón, y al que Jacques-Alain Miller alude en varios de sus cursos para mostrar cómo el amor es una suplencia frente a la imposibilidad de proporción sexual.
Es evidente que si sólo existiera esta imposibilidad y la respuesta de goce sinthomático que cada uno tiene, no podríamos hacer ningún tipo de lazo que hiciera posible la existencia. Lacan muestra que en todas las épocas el amor ha tenido la función de suplir esa imposibilidad, taponándola, olvidándola detrás de los velos fálicos de la significación.
En el capitalismo salvaje que se basa en eliminar todo eco de lo imposible lo nuevo del amor será lacaniano. Un nuevo amor que hunda sus raíces en dicho imposible.

-El libro está ilustrado por cantidad de referencias a libros y a películas. Pero te nombro tres, más o menos nuevas, que quizá ayuden a pensar este nuevo aire de época: La gran belleza, de Paolo Sorrentino; Jeune et jolie, de Francois Ozon; y Don Jon, de Joseph Gordon-Levitt. No sé si la figura del varón aparece degradada. Pero creo que a la figura de la mujer, en los tres casos, se le supone un saber, pero un saber incognoscible. Si agregamos Nymphomaniac, de Lars von Trier, completamos un pequeño cuadro.

-Dejo de lado Nymphomaniac, que todavía no he visto, sólo se ha estrenado la primera parte en Madrid. La gran belleza y Jeune et jolie creo que son ejemplo de los momentos que estamos transitando y no considero que las mujeres salgan mejor paradas que los hombres. En la película de Sorrentino, que pinta la decadencia de una determinada clase social italiana, las mujeres están inmersas, como los hombres, en un mundo de banalidad y de goce cínico donde no se diferencian unos de otras. La voz del relato, que coincide con el protagonista, lo reconoce y avanza hacia su decrepitud. En este film, a mi parecer, la única mujer que tímidamente da signos de su feminidad es la criada. Desde luego, no entro aquí en consideraciones estéticas, aunque creo que Roma, con sus fuentes, plazas, puentes y palacios, o la monja mística que hace una clara alusión a la madre Teresa de Calcuta, ni siquiera sirven como antídoto o barrera a una decadencia fútil y obscena.
Algo distinta es Don Jon. Sin ser una película pretenciosa, con ese tono de comedia al uso… parece tratar con bastante inteligencia las dos posiciones solipsistas, tanto la del protagonista, Jon, con su adicción a la pornografía, como la que interpreta Scarlett Johansson, y su adicción a la idea de un novio hecho a su imagen y semejanza. Bajo la apariencia de que el encuentro se torne significativo, ella esconde su afán de dominarlo en cada una de las facetas de su vida. Amigos, familia, sexualidad, hobbies, todo tiene que quedar sometido a la mirada de esta aparente mujer.
Diré, con cierta ironía, que gracias a que descubre el historial de visitas a páginas porno, y por eso rompe con él, Jon logra liberarse. Me gustaría señalar el papel que cumple su hermana, que en todas las escenas familiares, incluso en la iglesia, está presente, siempre absorta en su iPhone; sin embargo, es la única que ha sabido apreciar el tipo de mujer que era Scarlett Johansson. Y es gracias al encuentro con una mujer, Julianne Moore, que se abre para Jon la posibilidad de amar, de hacer el amor y asumir una posición masculina que nada le debe a la versión edípica. Jon nos dirá que cuando está con ella, lo demás se esfuma y entonces él puede perderse, sentir el encuentro como real. Y el porno queda atrás no por obligaciones maritales o indicaciones terapéuticas sino por el encuentro con una mujer.

-La prostitución a la que se entrega la protagonista de Ozon, ¿tiene alguna relación con la clandestinidad a la que hacés referencia en uno de los capítulos del libro?

-En el capítulo amores clandestinos hago una distinción entre el secreto y lo clandestino como atributo del amor. Justamente, la protagonista de Jeune et jolie lleve en secreto sus prácticas en el mundo de la prostitución, que es lo que más se aleja a lo que trabajé como lo clandestino. En esta película, a mi entender, se trata del encuentro con el otro sexo de una joven de 17 años. Su primera relación está marcada porque el varón va a lo suyo, y lo que ella repite cada vez que se cita con sus clientes a través de su iPhone, es eso. ¿Qué mejor que la prostitución para encontrar este va a lo suyo del macho, una y otra vez?… con la salvedad de que en estas citas ellos pagarán y cuanto más, mejor. Es con la aparición de la contingencia dramática que su embrollo, fundamentalmente edípico, de rivalidad con la madre saldrá a la luz. Pero para tener algún atisbo de lo clandestino, hay que amar, esta joven no ama. Por eso su personaje es tan actual, no por su experiencia como prostituta. Su desapego, incluso ese estilo algo cínico y provocador en sus lazos familiares y de pareja, trae ecos de la actualidad. Cuando surge la chispa del encuentro amoroso, sentimos, por un lado, una certeza y por otro, un desconocimiento de las razones que nos llevan a elegir a esa persona. Lo desconocido para nosotros lo nombré clandestino, tomándolo de una novela de Philippe Sollers.

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-Pregunto eso porque paradójicamente, cuando esa práctica se extiende (pienso también en la película donde Juliette Binoche hace de una periodista que cede a la tentación), también se extiende la violencia de género -esto es, la impotencia masculina.

-Son varias las cuestiones que planteás en esta pregunta. Es evidente que la prostitución es algo que atraviesa las épocas. Y la mal llamada violencia de género, pues hablamos violencia contra la mujer, no es un fenómeno nuevo. Los maltratos por parte de los hombres en las relaciones de pareja han existido en épocas pasadas, incluso estaban legalizadas pues la mujer era una pertenencia del marido o del padre. El momento donde matrimonio y amor, que estaban separados, se unieron, afectó a la institución familiar que se vio zarandeada por los avatares del amor. A mitad del siglo XX, el avance del control de la natalidad unido a los derechos conseguidos con el voto y en el trabajo, supuso un vuelco definitivo. Este cambio ha sido incomparable respecto a los anteriores. Considerar a la mujer como un ser en pie de igualdad con el hombre desde el punto de vista civil, filosófico y espiritual, es algo inédito. Hasta el siglo XX -y no debe ser casual que nazca en este siglo el psicoanálisis-, las diferencias anatómicas, psicológicas, etcétera, entre hombres y mujeres, servían para justificar la no igualdad de derechos civiles, políticos, laborales.
Y ahora que se sigue luchando por la igualdad, se está corriendo el riesgo de querer borrar estas diferencias. Las igualdades innegables de los derechos humanos no pueden subsumir las diferencias subjetivas y tampoco la diferencia que introduce en el mundo el cuerpo de la mujer. Muchos movimientos feministas critican al psicoanálisis porque consideran que nuestra insistencia en no soslayar esta diferencia sexuada, implicaría un tratamiento discriminatorio. Nada más lejos de nuestros planteos, sobre todo desde la perspectiva de Lacan, que en su retorno a Freud subvirtió la consideración de lo femenino. Posiciones conservadoras y progresistas en el capitalismo actual promueven una homogeneización de los sujetos, que tiende a borrar la diferencia existencial y la posición sexuada de cada uno. Lo homogéneo, lo idéntico, aunque pueda creerse que llevará a algo armónico, lo que genera es un aumento de la agresividad y de la violencia en los vínculos.
Esta violencia está ligada con la diferencia de sexos. Se trata de cómo asume cada sujeto su posición sexuada, y cómo se las arregla con la alteridad que representa una mujer. 
Frente a la incapacidad de amar esa alteridad que supone el cuerpo de la mujer, el hombre está tentado a violarlo, degradarlo, humillarlo, en un intento desesperado de hacerlo todo suyo, como lo expresa Marguerite Duras en El mal de la muerte. Pero la relación con esa diferencia es problemática para hombres y mujeres. No hay un saber ni una técnica que diga cómo afrontar lo traumático de la sexualidad. Ni un modelo para saber cómo ser hombre o mujer.
El goce, en el hombre, está referido al órgano que porta, su condición de amor es fetichista, parcializada, metonímica. Y en la mujer (su condición) es erotómana, su amor depende del signo del Otro. Para la mujer, su satisfacción, su goce sexual pasa por el amor. Las diferentes formas de goce sexual implican una imposibilidad irreductible, que solamente puede ser tratada por la vía del amor. Pero si este amor no tiene en el horizonte esta diferencia con la imposibilidad, si no está advertido, la guerra de los sexos pasará a la escena.

-Sabrás corregirme. ¿Cómo pensar al amor cortés, incluso al amor en la época que Lacan habla de Antígona y más tarde, durante mayo del 68, frente a estos nuevos fenómenos?

-La historia deja sedimentos simbólicos, vigentes en el presente. Somos platónicos, aristotélicos, ocurre lo mismo con el amor. Sobre el Banquete de Platón, Lacan hace un análisis de gran finura, muestra esto mismo. En el seminario sobre la psicosis, dice que el amor cortés sigue teniendo vigencia a través de la sala oscura del cine. La nouvelle vague que tiene a Françoise Sagan y a Bonjour tristesse, de 1954, como un exponente, a través de la relación de una joven y su padre, muestra el declive de la posición viril, a la vez que el nudo rígido de la histérica, de enorme vigencia. Encontramos a hombres y mujeres desorientados frente a lo femenino. Si en los hombres esto es una impotencia cuya consecuencia en la vida sentimental actual se nombra fobia al compromiso, en las mujeres encontramos la deriva hacer de hombre. Hombres y mujeres, cómplices del capitalismo que llama a la erradicación de lo imposible, con el apoyo de la evaluación y del conductismo.
El amor se aleja de la poesía, de su intensidad y valor como tratamiento de lo imposible, se transforma en una mercancía más, a la cual se aplican un sinnúmero de técnicas. Existen ya aplicaciones para el iPhone que evaluarán nuestras relaciones sexuales, o un sujetador con un mecanismo que solamente se abre cuando se trata de un amor verdadero, es la forma que en la actualidad se instala la medida fálica por medio del objeto técnico y su anudamiento con la neurociencia.
Si consideramos la definición de Lacan de lo real como lo imposible de escribir, los nuevos desórdenes de lo real que padecemos tienen que ver con el afán de aniquilar la imposibilidad. Y si el amor es la suplencia de esta imposibilidad, es en ese campo donde se experimentan desórdenes inéditos. La intervención del capitalismo en su maridaje con la ciencia sobre el campo de la sexualidad genera enorme dividendos, pornografía, prostitución, estética. ¿Cuál será el futuro de los seres hablantes si no contamos con lo imposible y con el amor como su suplencia?

(2014)


Fuente: Télam

Mil amigos en Facebook, solos en el día del cumpleaños

Gustavo Dessal tiene “62 años jóvenes”. Y los tiene, dice, “porque cada día invento una razón para desear algo”. Nació en Buenos Aires y se define así: “Soy tozudo. Soy un agnóstico, pero judío, porque creo en el saber. Tengo dos hijas y voy a ser abuelo: eso es estar cerca de la felicidad”. Pero además de tozudo, agnóstico, judío y abuelo, Dessal es psicoanalista y recientemente publicó un libro –El retorno del péndulo– con uno de los grandes pensadores contemporáneos, Zygmunt Bauman.

–Bauman y usted coinciden en que vivimos en el apogeo del principio del placer, pero que eso… ¡nos hace sufrir!

–La historia de la humanidad oscila entre el principio del placer y el de realidad, que lo modula. Y hoy estamos en el apogeo del placer y sufrimos.

–¿En qué lo observa?

–En que ya no vemos la felicidad como la mera aspiración que es sino como un derecho. Y eso no puede sino frustrarnos.

–La felicidad son momentitos.

–Antaño ser feliz era poder comer, y antes bastaba con no ser comido. Pero hoy creemos que si no somos felices es o porque hacemos algo mal o porque nos lo están haciendo. Los pacientes llegan frustrados el lunes porque el fin de semana se las prometían muy felices… y no pasa nada. Ese malestar tiene un denominador común: malinterpreta el amor.

–¿En qué sentido?

–Hablo de otra ilusión: el enamoramiento; ese momento fugaz en el que crees haber encontrado en otro lo que te falta y al unirte a él alcanzas la plenitud que es sólo una chispa, pero suficiente para encender la pasión, que a veces lleva a la locura y a la muerte.

–¿Lo de “locura y muerte” es retórico?

–Para muchos, me temo que no. Me he especializado en pacientes que sufren, mueren y matan por lo que confunden con amor.

–¿Por qué enferman?

–Buscando la felicidad que creen merecer sufren otra patología de esta época: la adicción. Se atan hasta la esclavitud a relaciones y conductas que los hacen gozar y sufrir con tal intensidad que les resulta insoportable dejarlas.

–¿Por qué enganchan tanto?

–Porque todo placer lleva aparejado su displacer. Hay quien se vuelve adicto a una relación tóxica y soporta ser humillado por un espejismo de goce. Y también quien abandona frívolamente a una pareja sólida porque ya no soporta “que tenga tanto vello”.

–La relación extraña es la que dura.

–Porque a la relación de pareja se le exige autenticidad, y antaño, en cambio, se le permitía al otro conciliar realidad y deseo discretamente por otros canales.

–Eras libre mientras el otro no supiera.

–Hoy no se tolera esa dualidad. Y la intensidad exigible en pareja contrasta con las relaciones digitales: tengo pacientes con mil amigos en Facebook que se quedan solos en su cumpleaños.

–¿Por qué el mundo online es leve?

–En el mundo digital lo que decís sólo dura el tiempo en que lo estás diciendo, por eso resulta tan vacuo y conduce a la banalidad y el déficit de atención. La comunicación universal tiene su correlato en una soledad universal.

–¿Cómo se cura la relación patológica?

–El psicoanálisis no persigue la curación, sino un diálogo que te ayude a conocerte para que toleres la frustración ante la adversidad. Paradójicamente, el adicto, al alcanzar la madurez que le libra al fin de su esclavitud, experimenta una sensación de vacío…

–¿El amor también se ha vuelto líquido?

–Como la pareja, ha cambiado mucho, pero su fondo sigue siendo el mismo. Seguimos creyendo en el amor sólido, por eso aspiramos a relaciones sinceras, leales y estables.

-¿Y también ilusorias?

–El amor participa siempre de algo ilusorio que le es irrenunciable y que lo emancipa de la biología para hacerlo singularmente humano. El amor es ilusión o no es.

–¿Cómo lo sabe?

–La inmensa mayoría de los separados aún esperan encontrar una relación genuina.

psique-reanimada-por-el-beso-del-amor-antonio-canova
Psique reanimada por el beso del amor -1793, Antonio Cánova-

(2014)

Fuente: Diario Clarín

¿Por qué se quejan las mujeres?

Entrevista a Gabriela Grinbaum, por Pablo E. Chacón

Orgullo, Maitena

—¿Se quejan las mujeres, de qué (haciendo la salvedad de que las mujeres existen una por una?
— ¿Y de qué se quejan las mujeres? ¡Hoy y siempre! ¡De los hombres! Ya sea porque no hay, ya sea porque el que hay no la cuida o no la mira o no la escucha o la aburre o no la desea lo suficiente o la corre del espejo para mirarse él (habitual en la época). Las mujeres siempre se quejan, la queja es femenina para la cultura. Pero no lo es para el psicoanálisis. Para el psicoanálisis la queja es histérica y no un rasgo de femineidad. Para las mujeres es fundamental el reconocimiento. Ser reconocidas por el partenaire, por la jefa, por la amiga, por los hijos. Y cuando una mujer no se siente reconocida en su ser se queja por eso, lo sufre. La mujer actual, lo sabemos, no se satisface con ser madre, quiere tener un lugar de reconocimiento que no pasa en absoluto por la maternidad. No todas las mujeres quieren hijos hoy, muchas esperan su realización personal y si después de eso y aseguradas de no perder su libertad acceden al hijo, bueno. Pero no es aquello que las mueve verdaderamente en la vida.

—Estos días leí que los hombres se suicidan más que las mujeres, en una proporción de 4 a 1. ¿Qué puede decir de eso una psicoanalista lacaniana?
—No tengo esa data pero entiendo que sea así. Un hombre puede decidir quitarse la vida por haber perdido el trabajo, por ejemplo. Eso no lo creería posible en el campo de las mujeres. Aun cuando en la época del Otro que no existe, tal como la bautizó Jacques-Alain Miller, las mujeres tienen un lugar de acceso a los ámbitos laborales, desde las conducciones en las empresas, en la cultura hasta en las direcciones políticas de los países. Una mujer puede quitarse la vida por amor, no importa la edad que tenga; te sorprenderías cuán lejos puede ir una mujer en su dolor por no ser amada por ese hombre. Pero no va a suicidarse porque no llega a fin de mes o a mantener a su familia o porque no consigue trabajo. A ese nivel podría decir que es el narcisismo la trampa mortal. La relación del hombre al trabajo es una relación a su falo. Si es tocado ahí puede que el narcisismo no lo resista y eso lo lleva a identificarse a un deshecho y producir un pasaje al acto como el suicidio. Una mujer es más flexible y menos narcisista en esos casos. Desde chica ya sabe que no tiene (el falo) y eso le da más libertad, más audacia, no tiene que cuidar tanto lo que tiene porque en el fondo sabe que no tiene nada que perder. Una mujer sabe mucho más que un hombre cómo funcionar con el no tener. Aun las mujeres más identificadas a lo masculino. La labilidad de los hombres en muchos casos los deja sin recursos frente a las contingencias de pérdidas y por eso entiendo que haya más suicidios masculinos que femeninos.

—¿Cómo entender el apartado pornografía que aparece en el volumen preparatorio del próximo congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) Descartamos la cosa moral, ¿cómo lo entiende una mujer, que además es psicoanalista?
—No podía faltar pornografía en el volumen del próximo congreso Un real para el siglo XXI. Si lo que más se consume en Internet es pornografía. Lo único que le preocupa a los padres de los chicos es la facilidad de acceso a la pornografía que proviene de la misma máquina que los tiene atrapados todo el día. Hay mujeres que revisan el historial de la computadora del día de sus parejas para comprobar -una vez más- que la infidelidad se ha jugado ahí. La pornografía que consumían mis compañeros de colegio rateándose a los cines de Lavalle una vez cada tanto, hoy está con una facilidad apabullante. Comodísimo. Y obvio que va de la mano con la inmediatez de la satisfacción que la hipermodernidad impone. Goce-express, sin hacer nada de nada, ni levantar el tubo, nada. Goce del idiota. Goce del soltero lo llama Lacan, es la satisfacción masturbatoria que no requiere el pasaje por el cuerpo del otro, viene de perillas para la época. Menos esfuerzo, mayor goce. En mi adolescencia había que conseguir Trópico de cáncer o algún cuento de Anais Nin o de D.H Lawrence. Y casi leerlos a escondidas. No soy de melancolizarme añorando aquellos tiempos pero respecto a esta pregunta, no puedo evitarlo.

—Esta es mi experiencia: cierta cobardía del hombre frente a la nueva mujer. ¿Esto es así? ¿Cómo pensar no hay relación sexual en la época de la agitación de lo real?
—La cobardía es masculina, la audacia es femenina. ¡Al revés del pepino! Pero no tengo dudas que es así. Si a eso le sumamos las mujeres contemporáneas, que avanzan, con todo esto se evidencia más. Lo ilimitado es desde la audacia hasta el goce en las mujeres, contra la limitación masculina. Y eso no es un rasgo contemporáneo, mirala a Antígona en su acto, a Medea en su venganza, y ya en el siglo XIX el portazo final que da Nora en Casa de muñecas (la pieza teatral de Henrik Ibsen), y no porque Torvaldo Helmer no la amaba, es porque no supo amarla, la amaba en tanto madre de sus hijos y no como mujer y fue eso que la decide a la protagonista a abandonar la casa. Y esto nos orienta respecto a las dificultades de los hombres para amar, porque solo es posible amar si se ha pasado por la falta. Eso las mujeres lo sabemos muy bien. ¿Cómo puede amar un hombre? Hay algo de la feminización en el hombre, necesaria para que ame. Y eso no muchos lo toleran. Claro que el estilo y los semblantes de las nuevas femineidades dejan a los hombres muchas veces turbados, incluso castrados; las nuevas mujeres no esperan que sea él quien invite, proponga… Y el amor es una respuesta al no hay relación sexual. Las dificultades para amar son un síntoma de la época, por la inconsistencia, la liquidez, la prisa, los imperativos de ¡hay que gozar ya! Es un asunto.

—Roman Polanski acaba de estrenar su versión de La venus de las pieles. Acabo de leer un libro -de una mujer- titulado Defensa del masoquismo. ¿Cómo entender estos fenómenos político-culturales?
—¡Amo a Polanski! ¡Incluso con todo su prontuario! No vi su versión de Sacher Masoch. Simplemente te voy a decir que Lacan nunca aceptó la idea freudiana del masoquismo femenino. Lacan respondió a Freud diciendo que el masoquismo femenino es un fantasma del hombre. Es decir, es el hombre que goza creyendo que la mujer goza del masoquismo. Que la mujer tolere más el sufrimiento en el cuerpo, muchísimo más que el hombre, no habla de su gusto por el dolor en el cuerpo. Lo tolera más. Todo el mundo sabe lo que un hombre hace cuando algo lo aqueja en su cuerpo. Los recorridos que hace por los médicos, el mal humor que eso le produce, la intolerancia al dolor en el cuerpo es ya graciosa, mirá como Woody Allen armó de eso un personaje. De una mujer ni te enteras si está a punto de ser intervenida mañana. Hoy muchos hombres se depilan, ¡pero cómo gritan! Volviendo a la cuestión del masoquismo y las mujeres. Lo que ocurre es que al contrario que el hombre, las mujeres tienen una gran elasticidad en su fantasma. En especial la histérica, que puede llegar a identificarse al fantasma del hombre que coloca a la mujer en el goce masoquista y terminar en ese lugar.

—En la entrevista que le hiciste a Maitena, ella hace una reflexión muy a fondo sobre el amor. ¿Creés que una idea como esa puede nacer de alguien que no haya pasado por un análisis?
—Maitena sabe del amor y tiene la genialidad de saber decir lo que las mujeres sufren por amor y además nos lo cuenta con humor. En la entrevista que le hicimos para Registros Mujeres, ella nos decía que finalmente encontró como la solución frente a las penurias amorosas por las que transitó en su vida, la tolerancia y la distancia. Eso le permitió sostener lo que llama su encuentro amoroso de los últimos 15 años. No tengo la menor idea si hubiera encontrado esa solución sin un análisis. Ella se analizó, se sigue analizando, supongo que el análisis habrá hecho lo suyo. El amor fue siempre lo que la movió al análisis, no el tema laboral, al que le encontró salida muy tempranamente en la vida. Cuando en la entrevista se refiere a la distancia y a la tolerancia me parece que hace hincapié a dejarse tomar, dejarse mirar por el partenaire pero no quedarse capturada persecutoriamente en esas miradas. Da el ejemplo de las parejas que terminan matándose simplemente porque ella pregunta ¿por qué me miraste así? Frente a la cual él responde por que vos me miraste así. La distancia es una buena solución para no aplastar el amor con la demanda, y la tolerancia de la diferencia: no es posible el estado de enamoramiento siempre, hay que trabajar para inventar cada vez porque el amor no dura porque sí toda la vida.

Nos enamoramos del Che Guevara y después le pedimos que se afeite la barba, Maitena

(2014)

Fuentes:

Télam
Maitena


Gabriela Grinbaum
Psicoanalista. Está diplomada en Estudios Superiores por el Departamento de Psicoanálisis de París VIII, y es docente en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Es codirectora de la revista Registros.